La carrera perfecta –TDS, Chamonix, agosto de 2014

“Ud. nunca habría llegado siquiera a escuchar mi nombre de no haber sido por mi equipo”
Rafael Nadal, en una entrevista a El País

La carrera que conocemos como “TDS” es una de las de la familia de carreras del Monte Blanco que se corren alrededor de esta famosa montaña, la más alta de Europa Occidental, aunque su cumbre está aproximadamente a la altura del campamento base del Aconcagua, lo que da una idea relativa de las alturas que alcanzan los Alpes y los Andes.
Todas estas carreras tienen lugar en los últimos días del mes de agosto y primeros días de septiembre. Todas tienen como base la localidad francesa de Chamonix, capital europea de los deportes de invierno y ciudad desde la que partieron quienes escalaron por primera vez el Monte Blanco en el siglo XIX. Chamonix tiene una larga tradición montañera. La más famosa y dura de este grupo de carreras es el UTMB (Ultra Trail du Mont Blanc) que con 168 km y 9600 m de DVA da toda la vuelta al macizo que contiene el Monte Blanco en su centro pasando por tres países (Francia, Italia, Suiza y luego Francia otra vez). La TDS es la segunda, con 119 km y 7250 m de DVA. Luego viene una de 100 km llamada CCC y otra de 53 km, la OCC. Hay también una de 295 km, llamada PTL, que se corre en equipo en varios días. Pero la PTL no es competitiva en el sentido que lo son todas las demás, por lo que es un poco “animal de otro corral”.
TDS quiere decir “Sur les traces des Ducs de Savoie”, o sea “sobre las huellas de los duques de Saboya”. Saboya fue un ducado independiente durante unos 300 años, entre el siglo XV y XVIII, para terminar absorbido por la Francia e Italia actuales. La TDS es una de las carreras con mayor DVA/Km, el del UTMB es de 57 m/km mientras que el de la TDS es de 61. La Misión tiene 48 y Patagonia Run 45. Además, es la única carrera de la familia que tiene bajadas técnicas, con cuerdas. Tampoco quiero exagerar en este punto. Si se me pregunta si las cuerdas que ponen son imprescindibles diré que no, que lo mismo se puede bajar sin ellas. Pero el hecho es que la organización no considera necesario colocarlas en el UTMB, carrera que no requiere usar las manos en ningún momento. De esto no debe concluirse, en mi opinión, que la TDS sea más difícil que el UTMB, no lo es. Los 49 km más que tiene esta última y los adicionales 2300 m de DVA, la hacen sin duda la “madre de todas las carreras” del Monte Blanco.
Este fue mi tercer viaje a Chamonix, lugar que se me está tornando familiar y en el que me siento cada año más cómodo. El primer año corrí el UTMB y lo completé, pero fueron solo 108 km ya que por clima muy adverso el recorrido fue modificado y acortado. El segundo año intenté nuevamente el UTMB pero abandoné en el km 110. El tercer año, que fue éste o sea 2014, no salí sorteado para el UTMB y por eso me pasé a la TDS. En los dos años anteriores, así como en este, me acompañó y me hizo el aguante mi hermano Manolo que me dio siempre apoyo afectivo y logístico insuperable. Este año mi equipo de apoyo creció y llegó al óptimo, pues se agregó Lan, la esposa de Manolo, que es eximia cocinera y enfermera, y el amorcito de mi vida, Carina que es… pues eso, el amor de mi vida.
Fui sin duda el corredor con el mejor equipo de apoyo y por eso inicié estas líneas con una cita del gran Nadal en la que el mallorquín indica con claridad cuán importante es para un deportista su equipo. Cari y Lan cocinan excepcionalmente bien y mi hermano (mi “brader” como le digo yo) si bien no alcanza esos niveles, se defiende con toda dignidad entre ollas y sartenes. Así, yo que soy nulo en estas lides, un tipo para el cual el pan con manteca es plato gourmet, alimentándome con la obra de sus manos me sentía como un hincha del Barça: cuidado por Neymar, Messi y Suarez.
Pero mi equipo iba finalmente a tener un integrante más, y uno fundamental. Me refiero a Matías Vukasovic, con quien corrí toda la carrera de la línea de salida a la de llegada. Y que resultó un compañero ideal por varios motivos que iré contando a medida que avance este texto. Creo que ambos fuimos fundamentales para que los dos pudiéramos completar la TDS y solo Dios sabe si lo hubiéramos conseguido en solitario. No es seguro.
La TDS parte de Courmayeur, al otro lado del Monte Blanco respecto de Chamonix, o sea que Courmayeur está en Italia. Desde allí avanza en sentido horario hacia Chamonix, en cuya plaza central todas las carreras terminan. La organización permite a los acompañantes de los corredores verlos en los puestos de control, para lo cual los lleva de uno a otro en ómnibus. Claro que esto significa un tremendo sacrificio para el acompañante que, además de levantarse a las cuatro de la mañana como el corredor y acompañarlo en bus a través del famoso túnel del Monte Blanco hasta Courmayeur, bancar con él allí la hora hasta la largada y luego ir tomando transportes que le dejarán en los puestos de control muchas horas antes de que pase su corredor. Carina esperó cuatro horas en dos de los tres lugares donde me vio. Y en uno de ellos, como era de noche, tuvo que gritar “¿Berni?” un millón de veces durante esas cuatro horas hasta que un corredor, reconociendo su encantadora voz, le respondió: “Sí, Cari, aquí estoy”. Todo eso para ver al corredor cinco minutos, darle un abrazo o ni eso –hay puestos donde el acompañante puede entrar pero en varios no se le permite hacerlo-. Yo tuve tres encuentros con Cari y uno con mi brader, por eso digo que fui y soy, un privilegiado. La mayoría no tienen ninguno, yo en cambio siempre sentí una voz de afecto, un abrazo reconfortante a mi lado.
La TDS tiene una cuesta de 2000 m que es la más monstruosa que a mí me haya tocado subir nunca en una carrera, la mayor de todas las cuestas de todas las carreras que giran alrededor del Monte Blanco y una de las más impresionantes del mundo. Tras esta cuesta viene la bajada técnica con cuerdas, al cabo de la cual hay un puesto de control. A esa altura ha transcurrido algo más de la mitad de la carrera. Es en ese punto de control que se producen la mayoría de los abandonos de esta carrera (que este año fueron 32 % contra 35 % en el UTMB también de este año) por lo que si uno lo supera y sale de ese puesto corriendo, pues siente como que ha superado un hito o mojón. En ese lugar Mati tuvo un bajón anímico, como el que todo corredor tiene o puede tener en una carrera tan larga y tan exigente. Como consecuencia, quería abandonar. A lo que yo le dije que no teniendo ni lesiones ni calambres ni problemas gástricos, de hacerlo se arrepentiría en el futuro, que no tenía sentido. Felizmente me hizo caso y poco tiempo después de abandonar ese control, había recuperado su fuerza y su voluntad de completar la carrera.
La víspera de la carrera había llovido todo el día, por lo que había bastante barro y la bajada técnica se complicaba un poco más de lo habitual. Nada sin embargo, que este servidor no haya ya visto en tanto kilómetro patagónico y por tanto, nada que me quitara el sueño.
Hablando de sueño, en otro momento Mati sintió que el sueño se estaba apoderando de él. Yo conozco esta sensación y sé lo terrible que es. También sé por experiencia en La Misión que una siesta breve soluciona este problema y que es mejor encarar la pausa pues nadie puede correr dormido. Así que paramos 20 min en los cuales él durmió y yo aproveché para descansar. Al volver a la marcha era un hombre nuevo.
Hubo al menos dos circunstancias en que Matías mostró la clase de corredor que es. En la primera bajada posterior al puesto donde había considerado abandonar, y cuando ya habían transcurrido entre una y dos horas desde que nos habíamos ido de allí, decidí “poner quinta” y ver si aguantaba. No perdió paso en toda la bajada. La otra circunstancia se dio sobre el final. Llegados al km 85 hicimos cuentas y vimos que si no mejorábamos el ritmo, corríamos riesgos de quedar afuera en el último control, escasos km antes de la meta. Así que fuimos corriendo a buen ritmo del km 85 al 95 donde nos esperaba Manolo. Desde ese punto al último control yo corrí a full con un noruego pues razonablemente no iba a poner en riesgo la carrera por nada del mundo. Llegué a pensar que quizás Mati se había quedado, que no había podido seguirnos. Faltando 500 metros para el último puesto, estaba detrás de mí. Me dio la misma alegría que Claudio Rosso nos diera a Sergio Moya y a mí en La Misión 2014. Por esta capacidad suya de no aflojar, de recuperarse de su bajón, de levantarme el ánimo cuando yo decaía (“Dale Berni, lideraste muy bien esta subida, fíjate la gente que nos siguió sin dar la menor señal de que quisieran pasarnos”) es que fue el compañero ideal. A un ultrafondista, aún a uno que ha corrido bastante como este servidor, le alcanzan los dedos de una mano para contar los compañeros, cuates, hermanos de sendero con los que ha corrido carreras de 100 km o más, codo a codo desde la línea de largada a la de llegada. Yo solo puedo poner en ese grupo para mí de mucha estima, a Claudio Rosso, Sergio Moya, Marcelo Rodriguez y ahora, Matías Vukasovic.
Así llegamos a las afueras de Chamonix, sabiendo para entonces que la teníamos adentro, pero no en el sentido moderno y maradoniano de esta expresión, que es algo grosero, sino en el que ha tenido siempre, que quiere decir que uno ya puede enorgullecerse del logro pues nada puede impedir ya alcanzarlo, que tiene la carrera en la bolsa o en el currículum. Faltando unos 600 m vemos a lo lejos a Carlos Sanchez y a Rodrigo Gerardín, que se nos unieron. Rodrigo gritaba eufórico motivándonos y juro que pensé que seguramente se lo podía escuchar en Buenos Aires. Enseguida se acopló también Pablo Lapaz y luego Carina, mi brader y Lan mi cuñada. Pablo me dio a mí la bandera uruguaya y Carina a Matías la argentina, por lo que llegamos en gran despliegue rioplatense. Pablo nos hizo entonar varias veces el “vamos vamos… Argentina…” y por todo esto fuimos, a decir de Carina que pasó horas viendo llegar gente, la llegada más “quilombera” que tuvo la TDS.
A los ya mencionados se sumaron en la línea de llegada Francisco “Pachi” Somoza, Carina Wainstein, su mujer, Jorge Arrigoni y su hermana. Pachi, Rodrigo, Jorge y Carlos correrían dos días después el UTMB y de eso hablaremos a continuación. Por ese motivo estaban en Chamonix. Yo era absolutamente consciente de que nunca en lo que me resta de vida tendría tanto cariño a mi alrededor, tanta gente querida recibiéndome. Pachi me dio un abrazo tan tremendo que mi caramañola “explotó” el agua que le quedaba hacia el cielo por la presión, mojándonos a ambos y confundiéndose con mis lágrimas. Entonces brotó de mis entrañas el grito “de guerra” de mi tribu y de mi tierra, ese grito que nace en la popular del Estadio Centenario y que llevado por el viento de la Rambla montevideana es reproducido por tres millones de gargantas, de Rocha a Colonia, del Cerro a Bella Unión: “¡Uruguay que no ni no!, ¡Uruguay pa´todo el mundo, carajo!” que puede oírse en este video.
Nuestra alegría, la de Mati y la mía, era total. No solo estábamos terminando en tiempo (32.17 h para un máximo permitido de 33 h) enteros, sin lesiones –y en mi caso sin ampollas ni uñas perdidas, nada de nada- sino que además no había amigos que hubieran abandonado, ya que de nuestro grupo de corredores amigos solo corríamos la TDS nosotros dos. El abandono de un amigo, por más que uno no lo diga, siempre tiñe el logro de los que llegan de una pátina de inevitable congoja. No fue ese nuestro caso por lo que estallamos en goce y alegría. Andy Warhol dijo una vez que todo hombre tiene derecho a diez minutos de gloria en su vida. Esta carrera fue tanto para Mati como para mí, la más dura de nuestras vidas. Esos veinte minutos en la línea de llegada –afortunadamente luego de nosotros hubo un hueco en el que no llegó nadie, después retomó-, al sol, rodeados de tanto afecto y con una cerveza fría en la mano –otra previsión de mi equipo, como tantas- fueron esos warholianos minutos en que ambos tocamos la gloria. Yo sabía, sé, que nunca en la vida me volverá a ocurrir algo así y por eso me emocioné hasta las lágrimas.
Este video muestra esos minutos de gloria
He comenzado todas las carreras que he corrido desde que empecé en este deporte, hace más de 15 años, mirando al cielo instantes antes del pistoletazo de largada (una manera de hablar, no se usan pistolas para esto hace años) y diciendo en voz audible: “Señor, en tus manos encomiendo mi espíritu”. Es una de las últimas frases de Jesucristo. Esta vez en la llegada miré al cielo y dije para mis adentros: “Gracias Señor, por no haberme abandonado”.
Como dije, un par de días después se corría el UTMB. Rodrigo corrió casi toda la carrera con Carlos Sánchez, con quien había entrenado duramente muchos meses, pero sobre el final Carlos empezó a sentir mucho dolor en los pies y terminó abandonando en La Flégère, el último puesto de control en el km 160 a solo 8 km de la meta. Rodrigo metió 44.58 h que hubieran podido ser dos horas menos pero le hizo el aguante a Carlos en toda la medida que pudo, parando tres veces una hora cada vez, cuando yo sé aunque no me lo dijo, que le hubieran bastado 15 min en cada una. Estuvo absolutamente a la altura de su fama, la de ser Amigo de sus amigos. El corte final de esta carrera es de 46 h.
Marcelo Tordomar terminó en 45.12. Pablo Lapaz completó su segundo UTMB –el primero fue el año pasado- mejorando notablemente su marca. Bajó las 40 h (39.24) algo solo alcanzable por un corredor de élite. Pachi dejó la carrera en Les Chapieux km 50, Adrián Gerace lo hizo en Lac Combal km 65, Luis Barco en Col Chécroiut km 75, Jorge Arrigoni en Arnuva km 95. Carlos Sánchez, como dije, en La Falguére km 160. A qué negarlo, los abandonos de Pachi y Carlos fueron lo que más nos dolió a todos, el primero por prematuro, nadie espera un abandono apenas empezada la carrera, y el de Carlos por producirse tan cerca del final, con el 95 % de la carrera completada en tiempo y forma, sin haber fallado un puesto de control y cuando solo quedaban 8 km en bajada. Pero las ultras de montaña tienen estas cosas. Norberto González corría la OCC (53 km) pero fue retirado en uno de los controles por no llegar a tiempo.
Algunos de ellos abandonaron por decisión propia al llegar a un puesto de control, con tiempo, pero muy fatigados. Otros fueron quitados de la carrera por llegar tarde a un control. Un tercer grupo tuvo lesiones o problemas gástricos no menores.  Otro año, alguno se fracturó.  Hay quien hace diferencia entre estas cosas, pero para mí todo es igual. En una ultra uno puede ser una de dos cosas: finisher o DNF (“retirado de la carrera” para usar la expresión de la organización del UTMB) y nada más que una de estas dos cosas.

Aterrizado en Ezeiza solo pensé en dos cosas. En escribir este texto y empezar a preparar Chamonix 2015. Ya renové contrato con todo mi “Supporting team” que me pidió más plata que Di María a Florentino Pérez, pero valen todo el oro del mundo. Nadal y este humilde servidor, lo sabemos bien.