“Ud. nunca habría llegado siquiera a escuchar mi nombre de no haber sido
por mi equipo”
Rafael Nadal, en una entrevista a El
País
La carrera que conocemos como “TDS”
es una de las de la familia de carreras del Monte Blanco que se corren
alrededor de esta famosa montaña, la más alta de Europa Occidental, aunque su
cumbre está aproximadamente a la altura del campamento base del Aconcagua, lo
que da una idea relativa de las alturas que alcanzan los Alpes y los Andes.
Todas estas carreras tienen lugar en
los últimos días del mes de agosto y primeros días de septiembre. Todas tienen
como base la localidad francesa de Chamonix, capital europea de los deportes de
invierno y ciudad desde la que partieron quienes escalaron por primera vez el
Monte Blanco en el siglo XIX. Chamonix tiene una larga tradición montañera. La
más famosa y dura de este grupo de carreras es el UTMB (Ultra Trail du Mont Blanc)
que con 168 km y 9600 m de DVA da toda la vuelta al macizo que contiene el
Monte Blanco en su centro pasando por tres países (Francia, Italia, Suiza y
luego Francia otra vez). La TDS es la segunda, con 119 km y 7250 m de DVA.
Luego viene una de 100 km llamada CCC y otra de 53 km, la OCC. Hay también una
de 295 km, llamada PTL, que se corre en equipo en varios días. Pero la PTL no
es competitiva en el sentido que lo son todas las demás, por lo que es un poco
“animal de otro corral”.
TDS quiere decir “Sur les traces des
Ducs de Savoie”, o sea “sobre las huellas de los duques de Saboya”. Saboya fue
un ducado independiente durante unos 300 años, entre el siglo XV y XVIII, para
terminar absorbido por la Francia e Italia actuales. La TDS es una de las
carreras con mayor DVA/Km, el del UTMB es de 57 m/km mientras que el de la TDS
es de 61. La Misión tiene 48 y Patagonia Run 45. Además, es la única carrera de
la familia que tiene bajadas técnicas, con cuerdas. Tampoco quiero exagerar en
este punto. Si se me pregunta si las cuerdas que ponen son imprescindibles diré
que no, que lo mismo se puede bajar sin ellas. Pero el hecho es que la
organización no considera necesario colocarlas en el UTMB, carrera que no
requiere usar las manos en ningún momento. De esto no debe concluirse, en mi
opinión, que la TDS sea más difícil que el UTMB, no lo es. Los 49 km más que
tiene esta última y los adicionales 2300 m de DVA, la hacen sin duda la “madre
de todas las carreras” del Monte Blanco.
Este fue mi tercer viaje a Chamonix,
lugar que se me está tornando familiar y en el que me siento cada año más
cómodo. El primer año corrí el UTMB y lo completé, pero fueron solo 108 km ya
que por clima muy adverso el recorrido fue modificado y acortado. El segundo
año intenté nuevamente el UTMB pero abandoné en el km 110. El tercer año, que
fue éste o sea 2014, no salí sorteado para el UTMB y por eso me pasé a la TDS.
En los dos años anteriores, así como en este, me acompañó y me hizo el aguante
mi hermano Manolo que me dio siempre apoyo afectivo y logístico insuperable.
Este año mi equipo de apoyo creció y llegó al óptimo, pues se agregó Lan, la
esposa de Manolo, que es eximia cocinera y enfermera, y el amorcito de mi vida,
Carina que es… pues eso, el amor de mi vida.
Fui sin duda el corredor con el
mejor equipo de apoyo y por eso inicié estas líneas con una cita del gran Nadal
en la que el mallorquín indica con claridad cuán importante es para un
deportista su equipo. Cari y Lan cocinan excepcionalmente bien y mi hermano (mi
“brader” como le digo yo) si bien no alcanza esos niveles, se defiende con toda
dignidad entre ollas y sartenes. Así, yo que soy nulo en estas lides, un tipo
para el cual el pan con manteca es plato gourmet, alimentándome con la obra de
sus manos me sentía como un hincha del Barça: cuidado por Neymar, Messi y
Suarez.
Pero mi equipo iba finalmente a
tener un integrante más, y uno fundamental. Me refiero a Matías Vukasovic, con
quien corrí toda la carrera de la línea de salida a la de llegada. Y que
resultó un compañero ideal por varios motivos que iré contando a medida que
avance este texto. Creo que ambos fuimos fundamentales para que los dos
pudiéramos completar la TDS y solo Dios sabe si lo hubiéramos conseguido en solitario.
No es seguro.
La TDS parte de Courmayeur, al otro
lado del Monte Blanco respecto de Chamonix, o sea que Courmayeur está en
Italia. Desde allí avanza en sentido horario hacia Chamonix, en cuya plaza
central todas las carreras terminan. La organización permite a los acompañantes
de los corredores verlos en los puestos de control, para lo cual los lleva de
uno a otro en ómnibus. Claro que esto significa un tremendo sacrificio para el
acompañante que, además de levantarse a las cuatro de la mañana como el
corredor y acompañarlo en bus a través del famoso túnel del Monte Blanco hasta Courmayeur,
bancar con él allí la hora hasta la largada y luego ir tomando transportes que
le dejarán en los puestos de control muchas horas antes de que pase su
corredor. Carina esperó cuatro horas en dos de los tres lugares donde me vio. Y
en uno de ellos, como era de noche, tuvo que gritar “¿Berni?” un millón de
veces durante esas cuatro horas hasta que un corredor, reconociendo su
encantadora voz, le respondió: “Sí, Cari, aquí estoy”. Todo eso para ver al
corredor cinco minutos, darle un abrazo o ni eso –hay puestos donde el
acompañante puede entrar pero en varios no se le permite hacerlo-. Yo tuve tres
encuentros con Cari y uno con mi brader, por eso digo que fui y soy, un
privilegiado. La mayoría no tienen ninguno, yo en cambio siempre sentí una voz
de afecto, un abrazo reconfortante a mi lado.
La TDS tiene una cuesta de 2000 m
que es la más monstruosa que a mí me haya tocado subir nunca en una carrera, la
mayor de todas las cuestas de todas las carreras que giran alrededor del Monte
Blanco y una de las más impresionantes del mundo. Tras esta cuesta viene la
bajada técnica con cuerdas, al cabo de la cual hay un puesto de control. A esa
altura ha transcurrido algo más de la mitad de la carrera. Es en ese punto de
control que se producen la mayoría de los abandonos de esta carrera (que este
año fueron 32 % contra 35 % en el UTMB también de este año) por lo que si uno
lo supera y sale de ese puesto corriendo, pues siente como que ha superado un
hito o mojón. En ese lugar Mati tuvo un bajón anímico, como el que todo
corredor tiene o puede tener en una carrera tan larga y tan exigente. Como
consecuencia, quería abandonar. A lo que yo le dije que no teniendo ni lesiones
ni calambres ni problemas gástricos, de hacerlo se arrepentiría en el futuro,
que no tenía sentido. Felizmente me hizo caso y poco tiempo después de
abandonar ese control, había recuperado su fuerza y su voluntad de completar la
carrera.
La víspera de la carrera había
llovido todo el día, por lo que había bastante barro y la bajada técnica se
complicaba un poco más de lo habitual. Nada sin embargo, que este servidor no
haya ya visto en tanto kilómetro patagónico y por tanto, nada que me quitara el
sueño.
Hablando de sueño, en otro momento
Mati sintió que el sueño se estaba apoderando de él. Yo conozco esta sensación
y sé lo terrible que es. También sé por experiencia en La Misión que una siesta
breve soluciona este problema y que es mejor encarar la pausa pues nadie puede
correr dormido. Así que paramos 20 min en los cuales él durmió y yo aproveché
para descansar. Al volver a la marcha era un hombre nuevo.
Hubo al menos dos circunstancias en
que Matías mostró la clase de corredor que es. En la primera bajada posterior
al puesto donde había considerado abandonar, y cuando ya habían transcurrido
entre una y dos horas desde que nos habíamos ido de allí, decidí “poner quinta”
y ver si aguantaba. No perdió paso en toda la bajada. La otra circunstancia se
dio sobre el final. Llegados al km 85 hicimos cuentas y vimos que si no
mejorábamos el ritmo, corríamos riesgos de quedar afuera en el último control,
escasos km antes de la meta. Así que fuimos corriendo a buen ritmo del km 85 al
95 donde nos esperaba Manolo. Desde ese punto al último control yo corrí a full
con un noruego pues razonablemente no iba a poner en riesgo la carrera por nada
del mundo. Llegué a pensar que quizás Mati se había quedado, que no había
podido seguirnos. Faltando 500 metros para el último puesto, estaba detrás de
mí. Me dio la misma alegría que Claudio Rosso nos diera a Sergio Moya y a mí en
La Misión 2014. Por esta capacidad suya de no aflojar, de recuperarse de su
bajón, de levantarme el ánimo cuando yo decaía (“Dale Berni, lideraste muy bien
esta subida, fíjate la gente que nos siguió sin dar la menor señal de que
quisieran pasarnos”) es que fue el compañero ideal. A un ultrafondista, aún a
uno que ha corrido bastante como este servidor, le alcanzan los dedos de una
mano para contar los compañeros, cuates, hermanos de sendero con los que ha
corrido carreras de 100 km o más, codo a codo desde la línea de largada a la de
llegada. Yo solo puedo poner en ese grupo para mí de mucha estima, a Claudio
Rosso, Sergio Moya, Marcelo Rodriguez y ahora, Matías Vukasovic.
Así llegamos a las afueras de
Chamonix, sabiendo para entonces que la teníamos adentro, pero no en el sentido
moderno y maradoniano de esta expresión, que es algo grosero, sino en el que ha
tenido siempre, que quiere decir que uno ya puede enorgullecerse del logro pues
nada puede impedir ya alcanzarlo, que tiene la carrera en la bolsa o en el
currículum. Faltando unos 600 m vemos a lo lejos a Carlos Sanchez y a Rodrigo
Gerardín, que se nos unieron. Rodrigo gritaba eufórico motivándonos y juro que
pensé que seguramente se lo podía escuchar en Buenos Aires. Enseguida se acopló
también Pablo Lapaz y luego Carina, mi brader y Lan mi cuñada. Pablo me dio a
mí la bandera uruguaya y Carina a Matías la argentina, por lo que llegamos en
gran despliegue rioplatense. Pablo nos hizo entonar varias veces el “vamos
vamos… Argentina…” y por todo esto fuimos, a decir de Carina que pasó horas viendo
llegar gente, la llegada más “quilombera” que tuvo la TDS.
A los ya mencionados se sumaron en
la línea de llegada Francisco “Pachi” Somoza, Carina Wainstein, su mujer, Jorge
Arrigoni y su hermana. Pachi, Rodrigo, Jorge y Carlos correrían dos días después
el UTMB y de eso hablaremos a continuación. Por ese motivo estaban en Chamonix.
Yo era absolutamente consciente de que nunca en lo que me resta de vida tendría
tanto cariño a mi alrededor, tanta gente querida recibiéndome. Pachi me dio un
abrazo tan tremendo que mi caramañola “explotó” el agua que le quedaba hacia el
cielo por la presión, mojándonos a ambos y confundiéndose con mis lágrimas. Entonces
brotó de mis entrañas el grito “de guerra” de mi tribu y de mi tierra, ese
grito que nace en la popular del Estadio Centenario y que llevado por el viento
de la Rambla montevideana es reproducido por tres millones de gargantas, de
Rocha a Colonia, del Cerro a Bella Unión: “¡Uruguay que no ni no!, ¡Uruguay
pa´todo el mundo, carajo!” que puede oírse en este video.
Nuestra alegría, la de Mati y la
mía, era total. No solo estábamos terminando en tiempo (32.17 h para un máximo
permitido de 33 h) enteros, sin lesiones –y en mi caso sin ampollas ni uñas
perdidas, nada de nada- sino que además no había amigos que hubieran
abandonado, ya que de nuestro grupo de corredores amigos solo corríamos la TDS
nosotros dos. El abandono de un amigo, por más que uno no lo diga, siempre tiñe
el logro de los que llegan de una pátina de inevitable congoja. No fue ese
nuestro caso por lo que estallamos en goce y alegría. Andy Warhol dijo una vez que
todo hombre tiene derecho a diez minutos de gloria en su vida. Esta carrera fue
tanto para Mati como para mí, la más dura de nuestras vidas. Esos veinte
minutos en la línea de llegada –afortunadamente luego de nosotros hubo un hueco
en el que no llegó nadie, después retomó-, al sol, rodeados de tanto afecto y
con una cerveza fría en la mano –otra previsión de mi equipo, como tantas- fueron
esos warholianos minutos en que ambos tocamos la gloria. Yo sabía, sé, que
nunca en la vida me volverá a ocurrir algo así y por eso me emocioné hasta las
lágrimas.
Este video muestra esos minutos de
gloria
He comenzado todas las carreras que
he corrido desde que empecé en este deporte, hace más de 15 años, mirando al
cielo instantes antes del pistoletazo de largada (una manera de hablar, no se
usan pistolas para esto hace años) y diciendo en voz audible: “Señor, en tus
manos encomiendo mi espíritu”. Es una de las últimas frases de Jesucristo. Esta
vez en la llegada miré al cielo y dije para mis adentros: “Gracias Señor, por
no haberme abandonado”.
Como dije, un par de días después se
corría el UTMB. Rodrigo corrió casi toda la carrera con Carlos Sánchez, con
quien había entrenado duramente muchos meses, pero sobre el final Carlos empezó
a sentir mucho dolor en los pies y terminó abandonando en La Flégère, el último puesto de control en el
km 160 a solo 8 km de la meta. Rodrigo metió 44.58 h que hubieran podido ser
dos horas menos pero le hizo el aguante a Carlos en toda la medida que pudo,
parando tres veces una hora cada vez, cuando yo sé aunque no me lo dijo, que le
hubieran bastado 15 min en cada una. Estuvo absolutamente a la altura de su
fama, la de ser Amigo de sus amigos. El corte final de esta carrera es de 46 h.
Marcelo Tordomar terminó en 45.12. Pablo
Lapaz completó su segundo UTMB –el primero fue el año pasado- mejorando
notablemente su marca. Bajó las 40 h (39.24) algo solo alcanzable por un
corredor de élite. Pachi dejó la carrera en Les Chapieux km 50, Adrián Gerace lo
hizo en Lac Combal km 65, Luis Barco en Col Chécroiut km 75, Jorge Arrigoni en Arnuva
km 95. Carlos Sánchez, como dije, en La Falguére km 160. A qué negarlo, los
abandonos de Pachi y Carlos fueron lo que más nos dolió a todos, el primero por
prematuro, nadie espera un abandono apenas empezada la carrera, y el de Carlos
por producirse tan cerca del final, con el 95 % de la carrera completada en
tiempo y forma, sin haber fallado un puesto de control y cuando solo quedaban 8
km en bajada. Pero las ultras de montaña tienen estas cosas. Norberto González
corría la OCC (53 km) pero fue retirado en uno de los controles por no llegar a
tiempo.
Algunos de ellos abandonaron por
decisión propia al llegar a un puesto de control, con tiempo, pero muy
fatigados. Otros fueron quitados de la carrera por llegar tarde a un control.
Un tercer grupo tuvo lesiones o problemas gástricos no menores. Otro año, alguno se fracturó. Hay quien hace diferencia entre estas cosas,
pero para mí todo es igual. En una ultra uno puede ser una de dos cosas:
finisher o DNF (“retirado de la carrera” para usar la expresión de la
organización del UTMB) y nada más que una de estas dos cosas.
Aterrizado en Ezeiza solo pensé en
dos cosas. En escribir este texto y empezar a preparar Chamonix 2015. Ya renové
contrato con todo mi “Supporting team” que me pidió más plata que Di María a
Florentino Pérez, pero valen todo el oro del mundo. Nadal y este humilde
servidor, lo sabemos bien.