La Misión - 14 al 17 de febrero de 2015.

Al Berni Support Team, por otro apoyo de primer nivel

Esta fue la sexta edición de esta carrera en la que participo. De las cinco anteriores, completé las últimas cuatro y abandoné en la primera cuando aún no sabía nada de equipo ni tenía experiencia para distancias tan extremas.  La Misión,  “una auténtica aventura” como dice su lema comercial, consta de 160 km  o sea 100 millas, distancia que en el mundo se ha tornado como un ícono y una medida del corredor ultra de todo el mundo.  En algo “aspiracional” como se dice en marketing. La Misión es por ahora la única de esta distancia en la Argentina y aunque alguna vez se corrió en San Martín de los Andes, suele comenzar y finalizar en Villa la Angostura (VLA), pequeña y alpina localidad turística de la provincia de Neuquén, sobre el lago Nahuel Huapi en la Patagonia argentina. Muy resumidamente va hasta el hermoso lago Traful, en el noreste, para volver a la Villa. Dando muchos rodeos, claro, que terminan conformando la distancia indicada y unos 9600 m de DVA. Es de una etapa.
Éramos 315 en la línea de largada (esto para la distancia de 160 km. También se podía correr 80 km o 40) y un porcentaje importante de ellos amigos y conocidos con los que es siempre muy gratos reencontrarse. Hace ya algunos años, la erupción de un volcán en Chile literalmente enterró toda la zona en ceniza volcánica. Esto durará muchos años, décadas, porque aunque la han barrido completamente del casco urbano, nadie la sacará nunca de las montañas que es por donde corremos. Esta ceniza penetra en el calzado lijando los pies de los corredores como si fuera una escofina.
Era para mí una Misión muy especial. El 14 de febrero, día en el que al mediodía comenzó la carrera, es mi cumpleaños. Además, un amigo que vive en el exterior y que tuvo un infarto me contó por mail horas antes de la largada, el mismo día sábado 14, que había corrido un 5 K “en mi honor”.  Consideré ambas cosas como regalos de Dios que no debía deshonrar. Estaba dispuesto a darlo todo para hacerlo.
Cosa sumamente rara, se largaban dos carreras importantes del centro de VLA el mismo día. La nuestra y “El Origen”. Para mí un error garrafal del intendente local injustificable desde cualquier punto de vista. Como consecuencia los restaurantes estaban desbordados, los hoteles ídem y algunos corredores hasta se cruzaron con colegas de la otra competencia en la montaña, lo que es muy confuso.
Como nuestro organizador no quiso pagar un lugar cerrado, tanto la charla técnica previa a la carrera como la entrega de premios posterior a ella, fueron a la intemperie, de pie y en el frío además de empezar con una promedio de una hora de atraso ambas.
En toda la carrera hay solamente dos cantinas intermedias, cada 50 km aproximadamente cada una, en las que uno puede en teoría dormir y alimentarse. Pero no hay espacio para dormir y la comida ofrecida es escasa y no muy adecuada. Ergo, uno se alimenta, sí, pero con lo que uno se haya mandado a sí mismo a esas cantinas en unas bolsas que la organización lleva pero no trae de vuelta, o sea, se puede mandar comida pero no ropa o zapatillas de repuesto porque se las perdería.
Yo había roto zapatillas en la etapa 2, o sea la que va de la cantina 1 a la 2 y me dolían los dedos de los pies. Felizmente el Berni Support Team (BST, formado por Lan, Manolo y Carina) en pleno se hizo presente en Cantina 2, me cambió las zapatillas y medias, me lavé los pies, el médico allí presente me curó las ampollas, mi equipo me dio amor infinito, sopa, café, agua saborizada, comida liofilizada, galletas dulces, yogur y con todo eso y una hora de sueño encaré la etapa 3 lleno de bríos. Ningún párrafo que yo pueda escribir alcanzaría para agradecer a mi equipo que estuvo desde las 14 en Cantina 2 y solo se retiró cuando lo hice yo, a las 23. Me condujeron a la victoria en la TDS en Francia, repitieron su eficaz auxilio en La Misión.
Las cinco misiones anteriores las corrí casi en su totalidad, acompañado de alguien. Esta vez fue distinto y salvo algunos tramos corrí la mayoría solo, lo que no presenta la menor dificultad pues la carrera está bien señalizada y aún de noche, se corre sin temor.
La ceniza volcánica ya mencionada y la temperatura –no tan calurosa como la de la edición en San Martín de los Andes pero de todos modos muy alta- hicieron de esta edición, me pareció a mí, la más dura que yo haya corrido. El Guri –tal el apodo del organizador- ratificó sin dudar esta percepción mía (“no tengas la menor duda, fue la más dura de las diez”) Pero hasta aquí es solo la opinión de este servidor y la del Guri, insuficiente para una conclusión seria. Hay dos argumentos más que aportan. Uno es el tiempo que un mismo corredor de élite haya puesto este año y el anterior. La única persona en haber corrido ambas ediciones fue Sofía Cantilo. Pues Sofía demoró 1.10 ha más o exactamente 3.6 % más. No es mucho y por tanto la supuesta mayor dificultad de este año no queda demostrada con esto. Otro argumento es el número de abandonos. Estos del 20 % el año pasado y del 30 % este año. Aquí sí, un punto a favor de que este año fue más difícil.
Yo demoré un 11 % más (49.10 el año pasado, 54.35 este año) Terminé 16 de 64 en la categoría (25 percentil) y 90 de 315 en la general (29 percentil).
Detallar los tiempos de todos mis amigos sería narrativamente aburrido por lo extenso y requeriría una tabla para brindar la información de manera inteligible. ¿Ud. vio una tabla en algún texto de Borges? Así que me limitaré a comentar los que para mí son de muy lejos los más impresionantes. Me refiero a los 46.29 de Sergio Moya y a los 48.15 de Francisco “Pachi” Somoza. Los otros 313 corredores hicimos tiempos mejores o peores que antes, nada que entre en los libros de nadie. Ellos dos sí tienen un logro para encuadrar y es el haber cumplimentado cabalmente un mandato bíblico que Dios nos ha dado a todos los corredores: el de darlo todo en una carrera y alcanzar el máximo absoluto del potencial posible de cada uno.
El corredor más senior del pelotón, el entrañable Norberto Gonzalez, abandonó por primera vez una Misión. Sucede que bajando el Oconnor se desvió y cayó en una ladera, varios metros por debajo del nivel en que se estaba corriendo. Algo parecido a lo de Gorbea en Champaquí, pero sin cornisa, quedó en una ladera. Tuvo que salir por sus medios de esa encrucijada y el hacerlo le tomó tiempo y mucho esfuerzo, entre otras cosas porque sus bastones no tenían pulsera y debía agarrarlos con las manos lo que a su vez limitaba la acción que las mismas podían realizar para sacarlo de allí. Cuando logró salir y llegar a Corral Redondo, estaba agotado por la odisea y decidió abandonar.

El día después de terminada la batalla, unos 20 de nosotros hicimos un cordero a la parrilla. El evento bien regado con la sangre de la tierra nos llevó como ocho horas en las que disfrutamos de la compañía de los colegas y honramos nuestra amistad. A veces pienso que siendo la carrera algo hermoso, no es más que un preámbulo necesario para lo verdaderamente valioso: el culto argentino de la amistad que en esta tierra se cuece e vino lento y asado tierno.

La carrera perfecta –TDS, Chamonix, agosto de 2014

“Ud. nunca habría llegado siquiera a escuchar mi nombre de no haber sido por mi equipo”
Rafael Nadal, en una entrevista a El País

La carrera que conocemos como “TDS” es una de las de la familia de carreras del Monte Blanco que se corren alrededor de esta famosa montaña, la más alta de Europa Occidental, aunque su cumbre está aproximadamente a la altura del campamento base del Aconcagua, lo que da una idea relativa de las alturas que alcanzan los Alpes y los Andes.
Todas estas carreras tienen lugar en los últimos días del mes de agosto y primeros días de septiembre. Todas tienen como base la localidad francesa de Chamonix, capital europea de los deportes de invierno y ciudad desde la que partieron quienes escalaron por primera vez el Monte Blanco en el siglo XIX. Chamonix tiene una larga tradición montañera. La más famosa y dura de este grupo de carreras es el UTMB (Ultra Trail du Mont Blanc) que con 168 km y 9600 m de DVA da toda la vuelta al macizo que contiene el Monte Blanco en su centro pasando por tres países (Francia, Italia, Suiza y luego Francia otra vez). La TDS es la segunda, con 119 km y 7250 m de DVA. Luego viene una de 100 km llamada CCC y otra de 53 km, la OCC. Hay también una de 295 km, llamada PTL, que se corre en equipo en varios días. Pero la PTL no es competitiva en el sentido que lo son todas las demás, por lo que es un poco “animal de otro corral”.
TDS quiere decir “Sur les traces des Ducs de Savoie”, o sea “sobre las huellas de los duques de Saboya”. Saboya fue un ducado independiente durante unos 300 años, entre el siglo XV y XVIII, para terminar absorbido por la Francia e Italia actuales. La TDS es una de las carreras con mayor DVA/Km, el del UTMB es de 57 m/km mientras que el de la TDS es de 61. La Misión tiene 48 y Patagonia Run 45. Además, es la única carrera de la familia que tiene bajadas técnicas, con cuerdas. Tampoco quiero exagerar en este punto. Si se me pregunta si las cuerdas que ponen son imprescindibles diré que no, que lo mismo se puede bajar sin ellas. Pero el hecho es que la organización no considera necesario colocarlas en el UTMB, carrera que no requiere usar las manos en ningún momento. De esto no debe concluirse, en mi opinión, que la TDS sea más difícil que el UTMB, no lo es. Los 49 km más que tiene esta última y los adicionales 2300 m de DVA, la hacen sin duda la “madre de todas las carreras” del Monte Blanco.
Este fue mi tercer viaje a Chamonix, lugar que se me está tornando familiar y en el que me siento cada año más cómodo. El primer año corrí el UTMB y lo completé, pero fueron solo 108 km ya que por clima muy adverso el recorrido fue modificado y acortado. El segundo año intenté nuevamente el UTMB pero abandoné en el km 110. El tercer año, que fue éste o sea 2014, no salí sorteado para el UTMB y por eso me pasé a la TDS. En los dos años anteriores, así como en este, me acompañó y me hizo el aguante mi hermano Manolo que me dio siempre apoyo afectivo y logístico insuperable. Este año mi equipo de apoyo creció y llegó al óptimo, pues se agregó Lan, la esposa de Manolo, que es eximia cocinera y enfermera, y el amorcito de mi vida, Carina que es… pues eso, el amor de mi vida.
Fui sin duda el corredor con el mejor equipo de apoyo y por eso inicié estas líneas con una cita del gran Nadal en la que el mallorquín indica con claridad cuán importante es para un deportista su equipo. Cari y Lan cocinan excepcionalmente bien y mi hermano (mi “brader” como le digo yo) si bien no alcanza esos niveles, se defiende con toda dignidad entre ollas y sartenes. Así, yo que soy nulo en estas lides, un tipo para el cual el pan con manteca es plato gourmet, alimentándome con la obra de sus manos me sentía como un hincha del Barça: cuidado por Neymar, Messi y Suarez.
Pero mi equipo iba finalmente a tener un integrante más, y uno fundamental. Me refiero a Matías Vukasovic, con quien corrí toda la carrera de la línea de salida a la de llegada. Y que resultó un compañero ideal por varios motivos que iré contando a medida que avance este texto. Creo que ambos fuimos fundamentales para que los dos pudiéramos completar la TDS y solo Dios sabe si lo hubiéramos conseguido en solitario. No es seguro.
La TDS parte de Courmayeur, al otro lado del Monte Blanco respecto de Chamonix, o sea que Courmayeur está en Italia. Desde allí avanza en sentido horario hacia Chamonix, en cuya plaza central todas las carreras terminan. La organización permite a los acompañantes de los corredores verlos en los puestos de control, para lo cual los lleva de uno a otro en ómnibus. Claro que esto significa un tremendo sacrificio para el acompañante que, además de levantarse a las cuatro de la mañana como el corredor y acompañarlo en bus a través del famoso túnel del Monte Blanco hasta Courmayeur, bancar con él allí la hora hasta la largada y luego ir tomando transportes que le dejarán en los puestos de control muchas horas antes de que pase su corredor. Carina esperó cuatro horas en dos de los tres lugares donde me vio. Y en uno de ellos, como era de noche, tuvo que gritar “¿Berni?” un millón de veces durante esas cuatro horas hasta que un corredor, reconociendo su encantadora voz, le respondió: “Sí, Cari, aquí estoy”. Todo eso para ver al corredor cinco minutos, darle un abrazo o ni eso –hay puestos donde el acompañante puede entrar pero en varios no se le permite hacerlo-. Yo tuve tres encuentros con Cari y uno con mi brader, por eso digo que fui y soy, un privilegiado. La mayoría no tienen ninguno, yo en cambio siempre sentí una voz de afecto, un abrazo reconfortante a mi lado.
La TDS tiene una cuesta de 2000 m que es la más monstruosa que a mí me haya tocado subir nunca en una carrera, la mayor de todas las cuestas de todas las carreras que giran alrededor del Monte Blanco y una de las más impresionantes del mundo. Tras esta cuesta viene la bajada técnica con cuerdas, al cabo de la cual hay un puesto de control. A esa altura ha transcurrido algo más de la mitad de la carrera. Es en ese punto de control que se producen la mayoría de los abandonos de esta carrera (que este año fueron 32 % contra 35 % en el UTMB también de este año) por lo que si uno lo supera y sale de ese puesto corriendo, pues siente como que ha superado un hito o mojón. En ese lugar Mati tuvo un bajón anímico, como el que todo corredor tiene o puede tener en una carrera tan larga y tan exigente. Como consecuencia, quería abandonar. A lo que yo le dije que no teniendo ni lesiones ni calambres ni problemas gástricos, de hacerlo se arrepentiría en el futuro, que no tenía sentido. Felizmente me hizo caso y poco tiempo después de abandonar ese control, había recuperado su fuerza y su voluntad de completar la carrera.
La víspera de la carrera había llovido todo el día, por lo que había bastante barro y la bajada técnica se complicaba un poco más de lo habitual. Nada sin embargo, que este servidor no haya ya visto en tanto kilómetro patagónico y por tanto, nada que me quitara el sueño.
Hablando de sueño, en otro momento Mati sintió que el sueño se estaba apoderando de él. Yo conozco esta sensación y sé lo terrible que es. También sé por experiencia en La Misión que una siesta breve soluciona este problema y que es mejor encarar la pausa pues nadie puede correr dormido. Así que paramos 20 min en los cuales él durmió y yo aproveché para descansar. Al volver a la marcha era un hombre nuevo.
Hubo al menos dos circunstancias en que Matías mostró la clase de corredor que es. En la primera bajada posterior al puesto donde había considerado abandonar, y cuando ya habían transcurrido entre una y dos horas desde que nos habíamos ido de allí, decidí “poner quinta” y ver si aguantaba. No perdió paso en toda la bajada. La otra circunstancia se dio sobre el final. Llegados al km 85 hicimos cuentas y vimos que si no mejorábamos el ritmo, corríamos riesgos de quedar afuera en el último control, escasos km antes de la meta. Así que fuimos corriendo a buen ritmo del km 85 al 95 donde nos esperaba Manolo. Desde ese punto al último control yo corrí a full con un noruego pues razonablemente no iba a poner en riesgo la carrera por nada del mundo. Llegué a pensar que quizás Mati se había quedado, que no había podido seguirnos. Faltando 500 metros para el último puesto, estaba detrás de mí. Me dio la misma alegría que Claudio Rosso nos diera a Sergio Moya y a mí en La Misión 2014. Por esta capacidad suya de no aflojar, de recuperarse de su bajón, de levantarme el ánimo cuando yo decaía (“Dale Berni, lideraste muy bien esta subida, fíjate la gente que nos siguió sin dar la menor señal de que quisieran pasarnos”) es que fue el compañero ideal. A un ultrafondista, aún a uno que ha corrido bastante como este servidor, le alcanzan los dedos de una mano para contar los compañeros, cuates, hermanos de sendero con los que ha corrido carreras de 100 km o más, codo a codo desde la línea de largada a la de llegada. Yo solo puedo poner en ese grupo para mí de mucha estima, a Claudio Rosso, Sergio Moya, Marcelo Rodriguez y ahora, Matías Vukasovic.
Así llegamos a las afueras de Chamonix, sabiendo para entonces que la teníamos adentro, pero no en el sentido moderno y maradoniano de esta expresión, que es algo grosero, sino en el que ha tenido siempre, que quiere decir que uno ya puede enorgullecerse del logro pues nada puede impedir ya alcanzarlo, que tiene la carrera en la bolsa o en el currículum. Faltando unos 600 m vemos a lo lejos a Carlos Sanchez y a Rodrigo Gerardín, que se nos unieron. Rodrigo gritaba eufórico motivándonos y juro que pensé que seguramente se lo podía escuchar en Buenos Aires. Enseguida se acopló también Pablo Lapaz y luego Carina, mi brader y Lan mi cuñada. Pablo me dio a mí la bandera uruguaya y Carina a Matías la argentina, por lo que llegamos en gran despliegue rioplatense. Pablo nos hizo entonar varias veces el “vamos vamos… Argentina…” y por todo esto fuimos, a decir de Carina que pasó horas viendo llegar gente, la llegada más “quilombera” que tuvo la TDS.
A los ya mencionados se sumaron en la línea de llegada Francisco “Pachi” Somoza, Carina Wainstein, su mujer, Jorge Arrigoni y su hermana. Pachi, Rodrigo, Jorge y Carlos correrían dos días después el UTMB y de eso hablaremos a continuación. Por ese motivo estaban en Chamonix. Yo era absolutamente consciente de que nunca en lo que me resta de vida tendría tanto cariño a mi alrededor, tanta gente querida recibiéndome. Pachi me dio un abrazo tan tremendo que mi caramañola “explotó” el agua que le quedaba hacia el cielo por la presión, mojándonos a ambos y confundiéndose con mis lágrimas. Entonces brotó de mis entrañas el grito “de guerra” de mi tribu y de mi tierra, ese grito que nace en la popular del Estadio Centenario y que llevado por el viento de la Rambla montevideana es reproducido por tres millones de gargantas, de Rocha a Colonia, del Cerro a Bella Unión: “¡Uruguay que no ni no!, ¡Uruguay pa´todo el mundo, carajo!” que puede oírse en este video.
Nuestra alegría, la de Mati y la mía, era total. No solo estábamos terminando en tiempo (32.17 h para un máximo permitido de 33 h) enteros, sin lesiones –y en mi caso sin ampollas ni uñas perdidas, nada de nada- sino que además no había amigos que hubieran abandonado, ya que de nuestro grupo de corredores amigos solo corríamos la TDS nosotros dos. El abandono de un amigo, por más que uno no lo diga, siempre tiñe el logro de los que llegan de una pátina de inevitable congoja. No fue ese nuestro caso por lo que estallamos en goce y alegría. Andy Warhol dijo una vez que todo hombre tiene derecho a diez minutos de gloria en su vida. Esta carrera fue tanto para Mati como para mí, la más dura de nuestras vidas. Esos veinte minutos en la línea de llegada –afortunadamente luego de nosotros hubo un hueco en el que no llegó nadie, después retomó-, al sol, rodeados de tanto afecto y con una cerveza fría en la mano –otra previsión de mi equipo, como tantas- fueron esos warholianos minutos en que ambos tocamos la gloria. Yo sabía, sé, que nunca en la vida me volverá a ocurrir algo así y por eso me emocioné hasta las lágrimas.
Este video muestra esos minutos de gloria
He comenzado todas las carreras que he corrido desde que empecé en este deporte, hace más de 15 años, mirando al cielo instantes antes del pistoletazo de largada (una manera de hablar, no se usan pistolas para esto hace años) y diciendo en voz audible: “Señor, en tus manos encomiendo mi espíritu”. Es una de las últimas frases de Jesucristo. Esta vez en la llegada miré al cielo y dije para mis adentros: “Gracias Señor, por no haberme abandonado”.
Como dije, un par de días después se corría el UTMB. Rodrigo corrió casi toda la carrera con Carlos Sánchez, con quien había entrenado duramente muchos meses, pero sobre el final Carlos empezó a sentir mucho dolor en los pies y terminó abandonando en La Flégère, el último puesto de control en el km 160 a solo 8 km de la meta. Rodrigo metió 44.58 h que hubieran podido ser dos horas menos pero le hizo el aguante a Carlos en toda la medida que pudo, parando tres veces una hora cada vez, cuando yo sé aunque no me lo dijo, que le hubieran bastado 15 min en cada una. Estuvo absolutamente a la altura de su fama, la de ser Amigo de sus amigos. El corte final de esta carrera es de 46 h.
Marcelo Tordomar terminó en 45.12. Pablo Lapaz completó su segundo UTMB –el primero fue el año pasado- mejorando notablemente su marca. Bajó las 40 h (39.24) algo solo alcanzable por un corredor de élite. Pachi dejó la carrera en Les Chapieux km 50, Adrián Gerace lo hizo en Lac Combal km 65, Luis Barco en Col Chécroiut km 75, Jorge Arrigoni en Arnuva km 95. Carlos Sánchez, como dije, en La Falguére km 160. A qué negarlo, los abandonos de Pachi y Carlos fueron lo que más nos dolió a todos, el primero por prematuro, nadie espera un abandono apenas empezada la carrera, y el de Carlos por producirse tan cerca del final, con el 95 % de la carrera completada en tiempo y forma, sin haber fallado un puesto de control y cuando solo quedaban 8 km en bajada. Pero las ultras de montaña tienen estas cosas. Norberto González corría la OCC (53 km) pero fue retirado en uno de los controles por no llegar a tiempo.
Algunos de ellos abandonaron por decisión propia al llegar a un puesto de control, con tiempo, pero muy fatigados. Otros fueron quitados de la carrera por llegar tarde a un control. Un tercer grupo tuvo lesiones o problemas gástricos no menores.  Otro año, alguno se fracturó.  Hay quien hace diferencia entre estas cosas, pero para mí todo es igual. En una ultra uno puede ser una de dos cosas: finisher o DNF (“retirado de la carrera” para usar la expresión de la organización del UTMB) y nada más que una de estas dos cosas.

Aterrizado en Ezeiza solo pensé en dos cosas. En escribir este texto y empezar a preparar Chamonix 2015. Ya renové contrato con todo mi “Supporting team” que me pidió más plata que Di María a Florentino Pérez, pero valen todo el oro del mundo. Nadal y este humilde servidor, lo sabemos bien.

Empalme Lobos - 12 de enero de 2014


El clásico del verano tuvo lugar ayer. Fue mi séptima Lobos sin discontinuidad alguna desde que arranqué. Lejos de los 40 grados que alguna vez nos propinó y aún de los 35 que tuvimos el año pasado., la temperatura no debe haber superado entre las 9.15 que comenzó y el mediodía cuando habíamos terminado muchos, los 25 grados estimo. Viento escaso e inclusive la lluvia de hace unos días, a la que siguió un sol fuerte dejó la tierra del camino sobre el que se corre muy dura. Casi no volaba polvo o tierra, algo que en otros años le llenaba a uno la boca y el pelo de… de tierra, de qué va a ser. Tan “mild” o suaves fueron las condiciones que un poco en broma mi amigo Rodrigo Gerardin me dijo: “¿no habíamos venido a sufrir? ¿Ahora qué hacemos?”
La organización mejoró en la hidratación. No solo había cada cinco km sino que un cuatriciclo completaba aquí y allá. Un señor particular, con caramañolas ofrecía agua a todos los corredores, no solo a sus amigos. Mi amada Carina hizo lo propio con Gatorade helado (lo llevaba en una mini conservadora en la mochila, ella iba en bicicleta). Además, y debido a que muchas personas el año pasado tuvieron problemas gástricos (Ud. me entiende…) por el agua de Lobos, que parece contener muchas sales, este año la trajeron de un municipio cercano. No hubo reportes de urgentes y multitudinarias corridas al baño. Que conste en actas para los que nunca la han corrido, que la hidratación no es en elegantes botellitas con marca porque Lobos es reducto de “pros”, aquí no hay marcas de vestimenta deportiva o de sofisticados complementos nutricionales que pongan guita. El agua viene en bolsitas de plástico que los organizadores llenan a mano. Con dedicación y amor al deporte.
Una de cal y otra de arena para la organización: el sitio web no estuvo actualizado nunca antes de la carrera, seguía anunciando la edición 2013 y hoy, a más de un día de finalizada la misma, sigue igual. Probablemente nunca coloquen los resultados.  La carrera siempre terminó en la calle, que es lo lógico. Pues este año lo hizo dentro del club Rivadavia, que la organiza. Yo apuesto a que fue por comprensibles quejas de los vecinos, pero es molesto porque uno entra del sol rajante a un lugar cerrado y literalmente no se ve nada, se corre a ciegas.
Me gustaría completar esta crónica con los tiempos de los ganadores pero dado que no están los resultados, sepa obviar este “detalle”. Sé que ganó un ruso, ruso de Rusia, con 1.55. Joder que ese quia vuela más que el viento siberiano.

La mision - Febrero 2014


Colegas escritores,

Quisiera preguntarles

Me urge tanto.

Qué tipo de expresiones, se deben usar

Para hacer

El relato de tanta entrega y valor

Un texto que honre

A cada corredor

Que emocione al lector

Y le invite a correr. (1)

 

Comencemos por recordar cual es el formato de La Misión. Se trata de una carrera de 160 km en montaña que ya va por la novena edición. En su mayoría tuvieron siempre lugar en Villa La Angostura (VLA), provincia de Neuquén, Argentina, aunque alguna que otra se desarrolló en otras localidades de la misma provincia. En el futuro sin embargo, ya se ha informado que tendrá siempre como base la apacible, alpina y turística localidad de VLA, más conocida como “la villa”.
A partir de este año tuvo versión de 80 km y también de 40. En esas dos distancias se inscribieron 95 colegas. Mi relato se centrará en la de 160 km que fue la que corrí. El desnivel vertical acumulado (DVA) es de 7700 m aproximadamente. Es una carrera non stop o sea de una etapa y se cuenta con un máximo de 76 h, una enormidad de tiempo que da para dormir como en casa. Hay quienes no duermen nada de nada, los corredores rápidos o de élite, los que  bajan las 40 h, hay quienes dormimos alguito, los que vamos de 40 a 55 y otros que duermen dos noches y hasta tres algunos corredores.
En una época era carrera de orientación y perderse era una posibilidad que solía ocurrir. Ya no, está totalmente señalizada, como siempre lo estuvo por ejemplo el Cruce de los Andes (aunque mis amigos y yo siempre nos arreglamos para perdernos igual, pa´ mantener el hábito, supongo, ya verá). La organización pone dos cantinas intermedias, a los 50 km la primera y a los 100 la segunda, donde hay comida e hidratación. Salvo en los ascensos a los cerros (Buol, O´Connor, Piedritas y Bayo) hay ríos en todas partes por lo que el agua no es problema.  El circuito fue alterado en el orden de ascenso de las montañas para evitar comenzar subiendo el Bayo por sendero pues estaba tan lleno de ceniza volcánica de la famosa explosión del volcán Puyehue en 2011 que subirlo por ese lado es imposible. Como se terminó corriendo se lo subió por camino de auto y se lo bajó por la ladera llena de ceniza lo que no solo no es difícil sino muy fácil.
Largamos 303 corredores el sábado 22 de febrero de 2014 a las 12 h. Terminaron abandonando 61, o sea exactamente el 20 %. Bastante menos que el 35 del año pasado y esto seguramente fue porque el clima fue muchísimo más benigno. Este año fue cálido sin ser un horno mientras que la edición inmediata anterior fue terriblemente fría. El cambio de temperatura media se produjo en buena medida por el cambio de fecha. Antes, esta carrera se corría a fines de noviembre o principios de diciembre,  época del año en que la meteorología en Patagonia es mucho más fría e inestable que en febrero.
Arranqué acompañado de mis dos sólidos compañeros como son Claudio Rosso y Sergio Moya. Con ellos corrimos La Misión anterior desde el primer kilómetro al último. Con Sergio también habíamos corrido la anterior a esa, o sea que llevamos dos con Claudio y tres con Sergio. Si no es récord de equipazo, le anda cerca. Se nos habían unido este año Marcelo Rodriguez, Francisco “Pachi” Somoza y en algún momento del primer día se sumó a nosotros Javier García, joven corredor andaluz.  A Marcelo lo perdimos en los filos del O´Connor hacia el final del primer día, se quedó atrás. A Pachi lo perdimos al final del segundo día pues él estaba más fuerte que nosotros y decidió no parar más de una hora en la Cantina 2, mientras que nosotros lo hicimos por tres horas y hasta dormimos.
El primer día subimos el Buol y luego el O´Connor. Como a diferencia del año anterior era de día cuando corrimos por los filos y la cumbre de este cerro y además no hacía nada de frío, disfrutamos del paisaje como nunca antes. Se divisan hermosos lagos patagónicos a ambos lados lo que es verdaderamente impresionante. En la Cantina 1 ya era de noche para nosotros. Comimos, nos hidratamos y tal como estaba previsto en nuestro plan de carrera, partimos de allí luego de una hora de permanencia. El segundo día nos vio subir el Cerro Piedritas (ahorro los valles y coles, que los hubo, por brevedad).  Fue antes de ascender este cerro que pese a la extraordinaria señalización que hubo en la carrera en todo momento, nos perdimos unos 20 min. Ocurrió por distraídos, por ponernos a hablar y perder foco en el trabajo que teníamos que hacer. Nada grave.
En la cima del Piedritas se despegó Pachi a quien nuestro ritmo le estaba resultando lento.  En ese lugar se divida el lago Traful, a cuyas orillas está la población de Traful y la Cantina 2. En esa parada, que es un hermoso gimnasio protegido de las inclemencias del tiempo (que este año eran inexistentes, pues como dije no hacía frío ni llovía y menos nevaba) nos cruzamos con Pachi que salió enseguida, Daniel Rearte y algún otro.
Exactamente a las 9.20 de la noche o sea luego de permanecer tres horas en Traful, de las cuales dormimos 1.30 y comimos durante tiempo parecido, partimos para el tercer y último día de carrera. Éramos cuatro entonces, Claudio Rosso,  Sergio Moya, Javier García y este servidor. Javier se bajó dos horas después pues sí o sí precisaba dormir. Javier es mucho más joven que nosotros y mucho más rápido pero tiene menos “millaje” o experiencia en ultras de varios días de duración. La falta de sueño, la comida precaria, minó sus fuerzas. Tiró su bolsa de dormir en el bosque y nosotros continuamos. Antes de dejarlo le dije en broma: “Como tú eres mucho más rápido que nosotros, cuando te despiertes recuperado correrás tan velozmente que nos terminarás alcanzando". Francamente, nunca pensé que esto fuera a ocurrir pues por lo general, quien se queda atrás es boleta. Cocodrilo que se duerme, es cartera como decimos aquí. Javier había resultado en excelente “compa” de carrera. Abogado gaditano (de Cádiz), como yo español, republicano y defensor de la unidad de España, teníamos muchos temas en común de la historia, política y cultura de nuestra patria común y durante horas viajamos por el tiempo y la geografía de España, de julio del 36 a Rajoy, de Finisterre a Algeciras. Siendo él gaditano como dije, era inevitable que habláramos de Paco de Lucía. Triste coincidencia, el más grande guitarrista de flamenco que el mundo ha dado y dará, fallecería un día después, como me enteraría al llegar a la ciudad. Recordé las veces que lo escuché en Buenos Aires y San Francisco, me produjo una enorme tristeza, pero por suerte, no influyó en la carrera.
El tercer día termina con la subida y descenso del Cerro Bayo. Cuando llegamos a su base hice rápidas cuentas y concluí que podíamos conseguir el objetivo con el que habíamos partido que era bajar las 50 h. Nuestro tiempo de la edición anterior había sido 52.40. Se lo comenté a Claudio y a Sergio y obviamente se prendieron. Sergio marcó a partir de allí un buen ritmo de subida al Bayo. Una vez arriba se corre un par de km por los filos y allí comienza el descenso final  hacia la villa.  Y ahora iba la carrera, en el breve kilometraje que le quedaba, a darle a mis dos amigos una oportunidad de mostrar su condición de pros, de corredores de raza. Pero cada uno de los dos lo hizo de una manera bien diferente. Sígame con atención, ¿vale?
Claudio cae y como consecuencia una rama le desgarra la calza de modo tal que queda a la vista una parte de su anatomía –trasera- que uno no suele mostrar en público. Nos dijo que de ninguna manera estaba dispuesto a entrar a la villa en esa condición por lo que iba a cambiarse de ropa. Sergio y yo no teníamos ninguna intención de sacrificar minutos que pusieran en riesgo el bajar las 50 h, una marca que es hito en La Misión, así que le dijimos que sorry, pero nosotros seguíamos. Yo veo aquí el profesionalismo de Sergio, que puso el objetivo deportivo por arriba de otras consideraciones. Pese a que habíamos corrido con Claudio toda esta Misión y toda la anterior. Y que los tres entrenamos juntos todos los domingos. Y ahora viene la demostración del profesionalismo de Claudio. Debe haber perdido no menos de 10 min y a partir de que lo dejamos Sergio y yo bajamos tan rápido como pudimos. Al salir del cerro se entra en los 3.5 km finales de camino de ripio que concluyen en el arco de llegada. Estábamos ya en ese tramo, diciéndonos uno al otro algo como: “Pena que Claudio no esté con nosotros, hubiera sido lindo tener una foto entrando los tres juntos como el año pasado, pero buá, así es la vida” cuando a nuestras espaldas se escucha… “hijos de puta, se pensaron que me iban a dejar atrás ¿no?”. Claudio no se concentró en putearnos cuando lo dejamos, como haría un no profesional.  Tuvo una reacción completamente distinta: se puso el cuchillo entre los dientes, bajó el Bayo como alma que la persigue el diablo y en apenas 3 o 4 km recuperó diez minutos, algo de antología. Cuando nos alcanzó, a unos 600 m dela llegada estaba emocionado, con el rostro casi desencajado de alegría. Nos dijo “yo no me creía capaz de tamaño esfuerzo” Nosotros tampoco y no nos creemos nosotros capaces de hacerlo francamente.
Pero no habían terminado aún las sorpresas. Faltando unos 300 m y cuando aún no habíamos alcanzado a salir de nuestro asombro por la súbita aparición de Claudio, se escucha un acento andaluz que desde atrás nos dice: “Tíos, aguardadme que ya estoy con vosotros”.  Era Javier que se sumaba al trío de mosqueteros en el rol de Dartagnan. Había dormido 5 h y desde su lugar de reposo a la meta nosotros pusimos 14. ¡O sea que en 14 h bajó 5! Así, los cuatro tomados de la mano atravesamos  de punta a punta la avenida principal de la villa, en velocidad y luego el arco de llegada en exactamente 49.09 h (posición 88 de 303). Nuestro tiempo –el de Claudio, Sergio y el mío- de la edición anterior había sido 52.22, o sea bajamos 3.13 h o lo que es lo mismo un 6 %.
Como saben muchos amigos y colegas que corrieron esta carrera y con quienes compartí mi tabla de tiempos, la misma daba 48.45, ¡lo que quiere decir un 0.8 % de error!  Si de esto Ud. concluye que mis planificaciones son perfectas, se equivoca. Solo hubo un número par de errores que se compensaron. Cuando uno modeliza algo tan etéreo como el tiempo de carrera en montaña, tan sujeto a mil variables imposibles de ser precedidas con precisión, si acierta no es talento. Es simplemente suerte.
En la línea de largada me estaba esperando Carina quien luego de fundirse en un interminable beso y abrazo conmigo, consiguió empanadas calientes para todos, algo que mis amigos y yo apreciamos sobremanera.
Voy ahora a contarle los resultados de algunos amigos y conocidos. No mencionaré a todos porque sería aburridísimo sino solo a aquellos que por un motivo u otro se destacaron especialmente. Ganó la carrera el norteamericano –y uruguayo de adopción- John Tidd, de 51 años, quien había salido segundo en la edición anterior y primero en la inmediata anterior. Puso 24.36.
De los 10 primeros clasificados en la general, tres tienen más de 50 años (Tidd, Glauco y Petersen) lo que da idea de la importancia de la experiencia en el ultramaratonismo.  También entre los diez primeros estuvo la primera mujer (Sofía Cantilo) que salió novena en la general. Sofía venía de correr el Cruce de los Andes hace no más de 10 días y hacer podio allí
Rodrigo Gerardin con increíbles 38.20 fue una de las grandes sorpresas. Pensemos que tres misiones atrás había hecho 71 h. Fruto de un fuerte entrenamiento, un notable entrenador y mucha perseverancia
Francisco “Pachi” Somoza, no tiene treinta y tantos como Rodri sino que “milita” en nuestra categoría (50+).  Con 44.51 dio el batacazo.  Pachi tiene el mismo entrenador que Rodri.  Pachi era un corredor lento pero la gran cantidad de ultras que ha corrido en los dos últimos años por el mundo lo han robustecido y acelerado en forma evidente. Yo ya pronostiqué esto en mi texto de Pacha Mama pues allí escribí: “Destaco lo de “Pachi Somoza” porque “Pachi” siempre fue considerado por mí y otros como un tipo que corría muchísima cantidad de carreras por año pero lento. Ha cambiado (llegamos de la mano) y esto a la vez me alegra y preocupa. Me alegra que los amigos mejoren y me preocupa tener otro competidor más en los podios de veteranos en el futuro”
Ambos corren en agosto el UTMB y era muy importante para los dos correr bien esta carrera por sus muchas semejanzas con el UTMB. Ninguno de nosotros tiene la menor duda ya de que completarán el UTMB, cuyos tiempos máximos y de corte son muy rigurosos.
Alfredo “Tornillo” Morán: el apodo se lo puso Marcelo Rodriguez a raíz del accidente que tuvo Alfredo hace dos años, cuando lo atropelló un colectivo, pasándole por arriba del pie y como consecuencia del cual le pusieron varios tornillos en el pie. Los médicos le dijeron que no volvería a correr y ha tenido ya tres intervenciones quirúrgicas reparadoras. No solo sí volvió a correr sino que lo hizo con la carrera más dura de la Argentina. Para mí, con independencia de su tiempo, es uno de los grandes héroes de La Misión 2014.
Norberto Gonzalez con 75.37 fue otro de los destacados de La Misión 2014. Cabe decir lo que casi todo el mundo sabe, que Norberto tiene la friolera de 72 años y sigue completando carreras de 160 km en una etapa.  Además, auxilia a los más lentos que suelen ser quienes decaen anímicamente, dándoles fuerza moral, compartiendo con ellos tiempo y comida.
Ahora bien, si Ud. es corredor –me leen algunos que no lo son,  por eso aclaro- sabe que nuestra tribu valora mucho más el esfuerzo y la entrega que el resultado. Quienes lo dieron todo aunque no hayan conseguido su objetivo son por nosotros altamente valorados. Ese fue el caso de Cristian Gorbea, que venía haciendo un tiempo extraordinario hasta la Cantina 2, pero a partir de allí sufrió de ampollas que faltando 10 km apenas lo dejaban caminar. Terminó no digo arrastrándose pero casi. Que la comunidad valoró su entrega lo prueba la forma en que aplaudieron todos en la charla posterior a la carrera, las imágenes en que Gorbea aparecía atravesando la línea de llegada  con dolor y esfuerzo infinitos.
Y unas líneas más para los DNF (Did Not Finish, como llamamos a los que abandonaron). Sé cómo se sienten, yo fui DNF tres veces, la última recientemente en el Monte Blanco, otra en esta misma carrera hace 5 años.  Chris Bonington, el gran montañista británico de los años 80 y 90, que cuenta en su haber con varias primeras cumbres y varias nuevas vías,  preguntado sobre este tema, los abandonos, dijo una vez: “Yo he abandonado varias cumbres. Cuando alguien me dice que no ha abandonado ninguna, a mí me gustaría preguntarle cuantas ha intentado”.  Le “traduzco” esta frase de Bonington al lenguaje porteño y callejero de Berni: A quien nunca lo rechazó una mina, es al que solo tuvo una desde la adolescencia al día de hoy. Así como tengo carreras abandonados, también tengo rechazos varios en la cuenta. Y caídas laborales y familiares, pero ninguna de estas cosas voy ahora a detallarle, porque Ud. no es mi analista, ¿qué se ha creído?  Erran los que hacen, Gustavo. Solo no tropiezan los que nunca andan, German. La esencia de ser ultrafondista es aceptar el riesgo del fracaso, no correr rápido. Y Uds. hicieron eso. Espero sinceramente que estas líneas les sirvan de algún apoyo pues ese es su propósito.
Le adelanté que esta carrera no solo estaba hecha de héroes, sino también de villanos. Hubo un solo corredor descalificado por la organización. Cuando me enteré supe que el susodicho debía haber hecho algo muy “grosso” pues el Guri Aznares –el organizador de la carrera- nunca ha descalificado a nadie por falta del equipamiento obligatorio, aunque debería hacerlo. Y así fue: el tramposo se subió a un auto para ir a un hotel en la cantina 2 o sea en Traful. Es claro que esto está totalmente prohibido. No voy a darle el nombre de este señor que corre –porque corredor no es- pero puede averiguarlo fácilmente mirando el sitio web de la carrera. Es el único que figura como “descalificado”.
Todo texto de una carrera debe hacer una evaluación de la organización. Las mesas de comida en las dos cantinas no eran las de Patagonia Run o el UTMB pero nadie esperaba tanto. Sin embargo, podían haber sido algo mejores, por ejemplo haber incluido sopa. En Cantina 1 el año anterior había una carpa, este año no estaba. Esto hizo que los que allí durmieron tuvieran que hacerlo a la intemperie. En la Cantina 2 el año anterior había mesas lo que permitía comer con dignidad, esta vez no había ninguna. En Cantina 2 también, la última edición había abundantes colchonetas, esta vez eran tan pocas que había que esperar que alguien se levantara para tomar una. Pero en términos generales, nada serio que criticarle a la organización.
Terminada ya la carrera, nos fuimos con Cari a pasar una tarde al lago Correntoso. Disfrutando de la tarde y el sol y mirando los filos y cumbres que bordean la inmensa belleza del lago yo me decía a mí mismo por dónde subiría tal o cual cumbre, dónde cambiaría de flanco, etc. Me entretenía siendo “armchair mountaineering” (montañista de sofá).  Pensé en cuanto amo los filos y las cumbres, los acarreos y los glaciares. El goce que me producen el cansancio infinito de las largas distancias y el esfuerzo interminable. Y por todo ello concluí que el convertirme en corredor de ultras no fue nunca una decisión que yo haya tomado.

Fue más bien un destino del corazón.
(1)    Paráfrasis con permiso de ese gran poeta que es Silvio Rodriguez (su tema “Playa Girón”)

Terma Adeventure Race, Pinama

Yo había salteado la edición 2012 de esta carrera que vengo corriendo un año sí y otro no desde hace ya nueve años, así que decidí sin dudarlo viajar a Pinamar para disfrutarla. El circuito no ha cambiado nada en todos estos años y ninguna necesidad existe de alterar nada pues es uno de los más lindos que se pueden correr en la Pcia. de Buenos Aires, a una distancia “manejable” de la Capital Federal. El otro de similar distancia y belleza es Tandil, que se corre en marzo.  Ambos muy hermosos pero totalmente diferentes. Pinamar se parece mucho a lo que es correr en el Sahara, en versión reducida. Cuando uno se enfrenta a esas dunas, alguna de las cuales alcanza estimo 15 m de altura, el recuerdo del gran desierto africano vuelve inevitable. Desde algún aspecto es hasta más impresionante pues la visión del Océano Atlántico desde el filo de una duna es algo conmovedor. Pero no todo son dunas, una parte se corre en la playa y otra en bosques, lo que hace que el suelo sea en un 80 %, arena, algo que distingue a esta carrera de cualquier otra. Esta variedad de paisaje añade aún mayor atractivo a la competencia.

Corrimos 2500 personas en tres modalidades: individual, equipos (ambos corrían la distancia completa, o sea 27 km) y postas –de cuatro corredores-. La meteorología acompañó como siempre lo hace con esta carrera, con un sol grato que acaricia sin agobiar y que permite, luego de la carrera, un “after race” extenso, charlando con los colegas de nuestras sensaciones, nuestras carreras futuras, etc. Como suele ocurrir, comenzó puntualmente y en los lugares de recambio de las postas había adecuada hidratación y alguna fruta. No resultaba necesario cargar hidratación propia –ni era requerido- aunque muchos lo hicieron más como entrenamiento para el Columbia Cruce de los Andes, me parece, que por necesidad. Había también adecuada cantidad de baldes de pintura oficiando de cestos para depositar alí geles u otros embalajes de alimentos.

Se produjo una paradoja en la definición del ganador de la carrera. El Club de Corredores toma el tiempo bruto y no el neto –como claramente debe ser, como se toma en todas las carreras en EE UU y en Europa- y esto causó que quien ayer recibió el primer premio –Juan Carlos Rodriguez- no fue quien menos demoró en correr la distancia, pues Santiago Coria le ganó por nada menos que 62 segundos (una eternidad a este nivel) aunque fue considerado segundo. Es necesario cuanto antes cambiar el criterio de brutos y netos pues si no seguirán produciendo injusticias como esta. Rara vez este criterio implica un cambio nada menos que en el ganador, pero esta vez ocurrió. Ojalá se haga justicia con Coria, como estoy seguro es el deseo también de Juan Carlos Rodriguez.

En damas no hubo discusión alguna. Por “paliza” inapelable ganó en la general damas Cecilia Urtubey que cuenta con algunos añitos más que muchas de sus competidoras. Nos abstendremos por razones obvias de decir cuantos…

Pocas horas después de la carrera ya se habían retirado todas las vallas y carpasusados en la carrera. Temprano en la mañana del lunes las cuadrillas de la municipalidad dejaban todo impecable – nivel de barrer la calle como yo no barro mi casa-.Esto es importante para que los vecinos no generen rechazo a la carrera.

Hubiera sido una gran fiesta de no habernos enterado que un colega falleció en la línea de llegada. Creo que es la primera muerte en una Carrera del Club de Corredores y algo inevitable estadísticamente hablando. Un día iba a ocurrir, pese a que se exige Apto Médico para la inscripción.

Una jornada hermosa que finalmente, nos dejó un sabor amargo.

Los siete samuráis - Conociendo la Pacha Mama

Pacha Mama era para los incas la deidad que representaba a la tierra (no a la Tierra o tal vez también) y a la naturaleza en general. La creencia se expandió al Norte argentino con la conquista de esa región por parte de los incas y subsiste al día de hoy. Cuando los españoles tomaron el control de la región e impusieron sus creencias religiosas prohibiendo las originarias, los aborígenes pasaron a adorar a sus antiguos dioses bajo la forma de los nuevos. Las procesiones por la Virgen María eran para muchos indígenas un homenaje a la Pacha Mama que no iba a ser prohibido –es lo que se llama sincretismo-. Claro que el reemplazo terminó siendo al menos parcialmente genuino y vaya a saber si los que hoy participan de ese culto están rindiendo homenaje a la Virgen María, a la Pacha Mama o a ambas. Aunque esta disquisición religiosa tiene mucho interés para los antropólogos pero ninguno para los escritores ateos, tribu en la que milita el autor de estas líneas.

Buena parte de los senderos que usamos en la carrera son los que utiliza la procesión que anualmente lleva la imagen de la Virgen María (¿o de la Pacha Mama?) de pueblo en pueblo. Lo más notable es que cada cierta cantidad de km, en el medio de la nada el sendero atraviesa un portal de hierro, siempre distinto, junto al que hay un ermita. Cada uno de estos portales ha sido donado por una familia y así lo indica. Me decía a mí mismo que debería haber un libro de fotos con todos estos portales, y si alguien sabe de su existencia me avisa por favor.

Como todo lo “originario” hoy tiene “glamour” o atractivo en las grandes urbes, Sandro Del Rio, factótum de “Ecoatletas” la empresa organizadora de esta carrera, tomó este mito o creencia para bautizar una de sus competencias más importantes. La carrera transcurre en la Puna, o sea en el altiplano de la provincia de Jujuy que viene a ser el extremo sur del gran altiplano andino también llamado boliviano, porque aunque se extiende a Argentina como dije y también a Perú y Chile, es en Bolivia donde está su mayor parte. El corazón de la Puna es la Quebrada de Humahuaca, como se denomina al largo valle que corre de norte a sur y queda definido por el río Grande. La zona es siempre muy árida pero ahora tal vez más que lo habitual pues hace aproximadamente un año que no cae una lluvia que pueda portar el nombre de tal. Los cerros que limitan el valle son famosos por la variedad de colores de los distintos sedimentos que les han dado origen. La vegetación es escasa y desértica, siendo el cardón (pariente del cactus, pero diferente) el ícono que define a la Puna jujeña. Árboles bajos y escasos, laderas terrosas y marrones, rostros quemados y también marrones. Tejidos coloridos de camélidos varios que habitan la zona desde siempre y que los turistas compran en gran cantidad. Carne de llama, música de quena (antiguo instrumento de viento que es el corazón de la música de la región) y dulce de cayote terminan de conformar el entorno y universo en el que uno se sumerge al viajar a la Puna.

La cabeza de la competencia fue la ciudad o mejor dicho amable pueblo de Tilcara. El Raid de los Andes había tenido su cabecera en la más turística Purmamarca, a no más de veinte km de Tilcara, así que yo había visitado la zona recientemente. Compartíamos cuartos y hotel con Claudio Rosso, Sergio Moya, Marcelo Graffigna, Marcelo Seré, Francisco “Paco” Sosa y Marcelo Rodriguez. Imaginará Ud. la confusión que generaba tener tantos integrantes con igual nombre de pila. Era llamar a uno y que se dieran vuelta tres. En hotel cercano estaba el grupete de mi amigo Rodrigo Gerardin que incluía a Francisco “Pachi” Somoza, Jorge Arrigoni y Gustavo Weiss. También estaban Gustavo Tosco, Sebastián Raffo, Adriana Blesa y varios otros amigos.

Se corrían tres distancias. “25”, “50” y “100” km. Las pongo entre comillas porque ninguna tenía en rigor de verdad la distancia anunciada y la falta de precisión en muchas cosas es un tema del que hablaremos más adelante. La versión de “100” otorga 3 puntos de los que se requieren para poder uno inscribirse en el UTMB. Muchos vinieron con ese fin. No fue mi caso porque ya los tengo.

Algo realmente especial de este carrera es que se desarrolla entre los 2500 metros sobre el nivel del mar (msnm) hasta los 3899. O sea, es toda en altura, algo que ni yo ni la mayoría había hecho nunca. Yo había corrido 10 km a 3600 msnm en el Raid de los Andes, pero una sola vez y eran planos. Aquí había además un desnivel vertical acumulado (DVA) de 4029 m lo que da 56 m de DVA por km. Para tener una idea el Ultra Trail del Monte Blanco (UTMB) tiene prácticamente lo mismo (57) y es considerada con justicia una sierra de subidas y bajadas tremendas. Desde ya le adelanto que no me afectó en nada. Tal vez sí, en la velocidad de ascenso que seguramente fue menor a la que hubiera podido desarrollar a nivel del mar, pero ningún malestar.

La versión de “100” km que es en realidad de 72 km, consta de dos “loops” o rulos de modo tal de pasar muy cerca de Tilcara – a un kilómetro aproximadamente- en el km 40. Esto permite que quien sufra de apunamiento (mal de montaña o “soroche” por su nombre local) pueda abandonar allí sin necesidad de poner buses para llevarlos a Tilcara.

La carrera es de autosuficiencia, o sea, la antítesis del UTMB o de Patagonia Run por lo que se sabe que a uno no le darán comida alguna y hay que cargar reserva alimentaria o morir de inanición. Justo es reconocer, que en el km 40 había naranjas y bananas a discreción pese a que no estaban anunciadas. Una buena de la organización, creo que la única como verá a medida que avance en estas líneas. Y no me apure, oiga, para que llegue al final y a los resultados porque si yo puse algo así como un día para andar las montañas que dieron lugar a la experiencia de vida que ahora Ud. lee espero que con placer, bien puede Ud. poner una media hora, ¿no le parece?

Los paisajes fueron en todo momento de “arrepiar” (lusitanismo por “de poner la piel de gallina”, a mí me gusta usarlo porque es mucho más corto que decir “me puso la piel de gallina”). Cerros de múltiples variantes de colores ocre como el famoso de Purmamarca, valles y cañadones profundos surcados por ríos, inenarrable.

La carrera comenzó a las 7 de la mañana. En el primer tramo había una trepada muy dura que aniquiló la fuerza de muchos. Al llegar a su cima saqué uno de los dos refuerzos (mi madre uruguaya llamaba así a lo que hoy llamamos “sándwich”. A mí me gusta el término) de jamón crudo y queso que portaba. El queso estaba fundido por el calor del día y el de mi espalda transpirada por lo que parecía un tostado de confitería. Una delicia que entraba por mi paladar mientras yo cerraba los ojos y disfrutaba del placer del sabor y mi cuerpo de la energía recuperada. Sergio tiene en ocasiones intolerancia a los alimentos sólidos en carrera por lo que no comió el suyo allí. Mucho más tarde ya de noche, cuando llegó la hora de comer el segundo me dio uno porque no iba a comerlo. Yo sin problema me “clavé” (mandé a la panza) al suyo y el mío. Sergio es un gran compañero por varios motivos, porque corre bien, porque es buena persona y tenemos química y… ¡porque me regala refuerzos de crudo en el medio de las carreras!

Llegamos a las 15.40 con Marcelo Rodriguez y Sergio Moya al Puesto de Control (PC) del km 40 donde había un corte a las 9 horas de carrera o sea a las 16 horas. Esto quiere decir que lo pasamos sin problema. Déjeme que le diga que el corte es “tipo UTMB” en exigencia. Demasiado exigente para el corredor medio. Nosotros tres estamos normalmente por arriba de la media de los corredores y aquí llegamos “justonieli”. Muchos corredores perfectamente capaces de completar la carrera si se les dejaba pasar (estoy pensando en Gustavo Tosco entre otros que llegó al PC a las 9.30 horas de carrera) quedaron afuera. Apenas llegamos nosotros tres, arribaron también al puesto Rodrigo Gerardin y su tribu, que recuerde está formada por “Pachi” Somoza, Jorge Arrigoni y Gustavo Weiss. Volverán a jugar rol importante estos amigos al final de la carrera. El corte de las 9 horas terminó siendo flexibilizado a 9.20, una de las imprecisiones que mencionaré al final cuando evalúe a la organización. Si uno dice el corte es a tal hora, no puede ser un minuto antes ni uno después. Porque se daña la estrategia de los corredores y se cometen injusticias.

Luego del PC del km 40 había una segunda durísima subida hasta una cima o filo a 3899 msnm en el km 53 y luego uno podría decir que tenía la carrera en la bolsa pues el resto era mayormente descenso a Tilcara. En esta subida nos agarró la puesta de sol. Y aquí surgió un problema para nosotros. Estando muy próximos a la cima del km 53 pasamos por un PC a eso de las 20.30. Quien allí estaba no nos dijo claramente que el PC de la cumbre estuviera cerrado por lo que continuamos buscándolo. Tuvimos que desandar camino hasta que alguien nos comentó como eran las cosas. Esto nos representó un retraso de tres cuartos de hora. En ese momento se nos unió “Pachi” Somoza y un tiempo después hicieron lo propio Gustavo Weiss, Jorge Arrigoni y Rodrigo Gerardin. Seguiríamos los siete juntos –o casi- hasta el final.

Abandonamos la montaña faltando unos cinco km para la llegada en Tilcara. La carrera tenía un bono, o sea la posibilidad de hacer un recorrido adicional de 10 km. Para poder hacerlo había que llegar a Tilcara antes de transcurridas 18 horas de carrera. Pero el paso al bono se cerró al menos media hora antes si no una. Otra vez, un cambio de reglas de la organización sin comunicación ni explicación del motivo. “Seguridad jurídica” como se denomina a las reglas claras, mantenidas en el tiempo y conocidas por todos, es claramente algo que no hubo.

En ese corto trayecto plano de 5 o 7 km nos perdimos tal como Sergio Moya dijo que ocurriría si no “navegábamos” (usábamos los “tracks” de los GPSs para no andar a ciegas). No los usamos porque ninguno de los tres –Marcelo Rodriguez, Sergio y yo- se ocupó de que su GPS tuviera carga. Más grave esto para Marcelo y para mí que solo teníamos que cambiar pilas para poder usar los GPSs (el de Sergio no “vuelve a la vida” tan fácilmente). Así, siete grandulones supuestamente conocedores de estas cosas estaban a escasos km de la meta con media docena de GPSs y más perdidos que turkish in the fog (turco en la neblina).

De una u otra manera encontramos el camino y llegamos a las dos de la mañana luego de 19 horas de carrera, prácticamente juntos los siete samuráis con mínimas diferencias que surgieron simplemente en la caminata final pero que son irrelevantes en el total.

Jorge Arrigoni salió primero en su categoría (60+), “Pachi” Somoza, Sergio Moya y Marcelo Rodriguez segundo, tercero y cuarto respectivamente en la suya (50-54) y este servidor segundo en la que le correspondía (55-59). Así contado parece que copamos todos los podios pero la realidad es que Arrigoni salió primero porque no hubo otro corredor de más de 60 años que completara, yo segundo porque no hubo ningún otro de 55 a 59 que llegara y lo mismo para los que hicieron podio en la 50-54. Nuestro mérito si existe fue apenas llegar, nada más que eso. Rodrigo Gerardin fue, del grupete de siete amigos que llegamos juntos, el único que podía haber hecho mucho mejor tiempo. Pero se abocó a hacerle el aguante (argentinismo por “apoyar moralmente a quien lo necesita”) a Jorge Arrigoni y a Gustavo Weiss que no venían tan bien por momentos. El día que deje de ser tan amigo de sus amigos veremos su verdadero potencial que aquí no desplegó, estoy seguro.

Mi mayor alegría fue terminar sin el menor dolor muscular, en particular nada en los cuádriceps que tan a mal me llevaron en el UTMB como Ud. recordará. Yo tenía ese temor tan masculino: “si te pasa una vez, ok, pero si te pasa dos, tío, preocúpate porque ya es para siempre”. Por suerte no hubo segunda vez con el dolor de cuádriceps, que respondieron a satisfacción.

Corrieron 69 personas la carrera de “100” (que como dije eran 72) contando individuales y equipos. Llegamos a meta 42 lo que significa que un 39 % se quedaron sea por decisión propia (abandonos propiamente dichos) o fueron detenidos en el km 40 por haber llegado allí pasadas las 9.20 horas de carrera. Marcelo Sere, “Paco” Sosa y Claudio Rosso corrieron la de “100” como nosotros pero abandonaron en el PC del Km 40. Gustavo Tosco fue detenido allí por tiempo. Marcelo Graffigna completó exitosamente la de “50”.

Destaco lo de Jorge Arrigoni, por ser el único sexagenario que completó. Destaco lo de “Pachi Somoza” porque “Pachi” siempre fue considerado por mí y otros como un tipo que corría muchísima cantidad de carreras por año pero lento. Ha cambiado (llegamos de la mano) y esto a la vez me alegra y preocupa. Me alegra que los amigos mejoren y me preocupa tener otro competidor más en los podios de veteranos en el futuro. Destaco también lo de Marcelo Rodriguez porque venía de un año largo, tal vez más, de tiempos nada notables. Yo pensaba que ya no volvería a correr en mis tiempos. Pero evidentemente está de vuelta y ha cerrado ese período.

¿Qué puedo decir de la carrera de Sergio Moya o la mía? Nada. Sergio y yo somos viejos, fogueados, constantes. Sabíamos a qué veníamos, hicimos lo que sabemos hacer dentro de nuestras posibilidades, llegamos como pensábamos. Cero sorpresas damos nosotros en general.

Ganó Patricio Lamas con 13.12. La primera mujer en cruzar la meta fue Valentina Cha en 17.40.22. Valentina competía en equipo lo que da ventaja sobre mujeres individuales. La primera mujer en individual fue Natalia Suppa con 17.40.24, apenas dos segundos más y sin la ayuda de un varón coequiper. La segunda en mujeres fue Adriana Blesa con 18.49. Todo mi grupo de amigos, los siete samuráis, llegamos entre 24.56 y 25.02, o sea juntos. El “intríngulis matemático” que le propuse por mail hacía sentido cuando yo creí que mi grupo había sido el que había cerrado la carrera, todos últimos. Como salí segundo en la categoría hubiera sido segundo y último al mismo tiempo en una competencia de decenas de corredores. Pero finalmente no fuimos Farolito Rojo, pues llegaron cinco colegas detrás nuestro.

Los tiempos que se indican dan justa idea de prelación pero no de tiempo insumido. Todas las personas que menciono en el párrafo anterior hasta Adriana inclusive hicieron la cumbre y el bono. Los demás no la hicimos y la organización nos agrega tiempos arbitrarios para que las cosas sean comparables. Nuestro tiempo real fue de 19 horas sin cumbre ni bono.

Vamos a la evaluación de la organización:

1.      Cerrar prematuramente el puesto del km 53 sin comunicarlo claramente a los corredores en el PC anterior fue un error. Si un puesto se debe cerrar antes por razones imprevisibles de seguridad el custodio del puesto en su descenso debe avisar al puesto anterior que esta información sea comunicada a todos los corredores que allí lleguen de ahora en más. No sucedió en todos los casos. Muchos corredores fueron advertidos del cierre, nosotros no.

2.      Cerrar el bono antes de las 18 h que era lo pactado, sin motivo y sin comunicarlo es otro error

3.      Flexibilizar el corte de las 9 h, otro error.  Además, el corte de 9 horas es como dije, nivel UTMB. Demasiado estricto. Entre 10 y 12 horas es algo más razonable. La mejor prueba es Gustavo Tosco. Llegaba seguro a la meta.

4.      En la llegada no había fotógrafo para sacar fotos de los corredores llegando. Como era tarde, se había ido. Esto no ocurre en La Misión, siempre hay un fotógrafo aunque sea de madrugada.

5.      La carrera tiene 72 km y si se agrega el bono, 82. Esto es lo que marcaron todos los GPS. Entonces, si tiene 72 u 82 km según se mire, ¿Por qué le decimos a la gente que tiene 100?

6.      Faltaron cintas de las que se usan para marcar por donde va el camino. Es cierto que había instrucciones y mapa, pero esto no exime al organizador de colocar cintas. Distinto si fuera una carrera de orientación en las que se dice: “no habrá marca alguna, esto es orientación, aquí se navega”. Pero lo que no se puede hacer es poner unas pocas marcas y nada más. Yo estimo que no había ni un tercio de las que CDC o TMX hubieran colocado.

7.      No se chequeó el equipamiento obligatorio, ni siquiera algunos ítems a una muestra de corredores que es lo mínimo razonable. Tampoco se pidió el apto médico o el electrocardiograma pese a que eran requeridos.

8.      Last but not least, último pero no menos importante: La medalla que tan importante es para nosotros los corredores, era “genérica”, o sea, nada tenía grabado, era totalmente lisa y se le agregaba una etiqueta adhesiva (“sticker”) con el nombre de la carrera, distancia y fecha. Es obvio que Sandro Del Rio hace esto para disminuir costos usando la misma medalla para todas las cerreras pero es muy triste. Falta poco para que en vez de una medalla te mande un mail que diga “Terminaste, pegá este mail con un imán a la heladera”

P.D. “Los siete samuráis” es una notable película del mundialmente reconocido director japonés Akira Kurosawa, el más grande que diera ese país, protagonizada por el también mejor actor nipón que fue Toshiro Mifune. Es considerada una de las diez mejores películas de todos los tiempos y cuenta la historia de siete heroicos samuráis que deciden defender a un pueblo de campesinos del acoso y maltrato de un ejército de asesinos ladrones. No se la pierda. Como nosotros fuimos siete “guerreros” que llegamos juntos, me tomé el atrevimiento de robarle el título a mi admirado Kurosawa.

Ultra Trail del Monte Blanco (UTMB) 30 y 31 agosto 2013

A Monsieur Mon Frère, por una semana de asistencia perfecta, y 55 años de hermandad ídem.
“La derrota tiene una dignidad que la victoria no conoce”
Jorge Luis Borges
¿Es el Ultra Trail del Monte Blanco (UTMB) la carrera más difícil del mundo? Con seguridad que no, porque al menos Badwater y el Espartatlón son más duras. Pero estas dos carreras son de calle, por lo que podría pensarse que el UTMB es la más difícil de lo que se ha dado en llamar “trail running”, o sea, carreras en senderos de montaña. Yo no me atrevería a hacer tal afirmación pues hay cientos de carreras de esta modalidad en el mundo, cada día surge una nueva, y muchas de ellas son también de gran dificultad. Fuere como fuere y dejando de lado un ranking tan imposible como innecesario y absurdo, lo que sí puede asegurarse es que el UTMB está entre las más duras carreras de trail running del mundo, que es a decir de muchos la más bella de Europa y que se ha convertido en una especie de meca o “aspiracional” para todo corredor de esta modalidad en el mundo. “LA” carrera que todos los corredores de aventura queremos tener en el currículum.
Comienza y termina en el pueblo alpino francés de Chamonix, circunvalando en sentido antihorario todo el macizo montañoso del que es rey indiscutible el Monte Blanco (4810 msnm), la montaña más alta de Europa Occidental. Fue en el valle de Chamonix donde se desarrolló como deporte el montañismo durante el siglo XVIII. Es precisamente por el lugar de origen de este deporte que usamos hoy indistintamente las palabras “alpinismo” y “montañismo” para denominarlo. La cima del Monte Blanco fue alcanzada por primera vez en 1786 y desde entonces Chamonix se ha convertido en la “capital” de los deportes de montaña de Europa o al menos con certeza, del lado occidental de los Alpes.
La carrera consta de 168 km y 9600 metros de desnivel vertical acumulado (DVA), lo que en buen romance quiere decir que uno debe subir esa cantidad de metros, casi diez kilómetros, además, claro, de andar la distancia horizontal mencionada. Pasa por tres países -Francia, Italia, Suiza para volver a Francia- y debe ser completada en un máximo de 46 horas, lo que no permite dormir a casi nadie. A los corredores de élite les sobra tiempo para dormir pero no lo hacen pues ellos lo completan en poco más de 20 h (el récord del circuito es 20.30 h) y dormir sería un desperdicio de tiempo. Para la mayoría de los demás que demoran arriba de 40 horas, dormir sería arriesgar no llegar a tiempo. Si se duerme, puede que sean 20 minutos a lo sumo por lo que esta competencia implica también un dominio del sueño o de la vigilia, según se lo quiera mirar.
Partimos 2300 corredores el viernes 30 de agosto a las 16.30. El pronóstico del tiempo era excelente, óptimas condiciones, lo que fue una bendición pues el tiempo había sido muy malo los últimos tres años seguidos. En 2012 yo completé la carrera pero precisamente por el mal tiempo fue acortada de 168 a 108 km, eliminándose también varios coles (puertos) y cumbres. Yo no corría con nadie aunque felizmente contaba con la ayuda y asistencia de mi hermano Manolo, que además de cocinarme en el apartamento que alquilamos, alquiló un auto para verme y darme apoyo en los puntos intermedios en que esto está permitido.
La asistencia provista por la organización es de primera. En todos los puestos hay comida y bebida en abundancia, fría y caliente, dulce y salada. En todos hay baños con papel y médicos También masajes en varios de ellos. Imposible pedir más a una organización. Yo tuve un problema con mis cuádriceps, problema que inicialmente atribuí a las rodillas. Pero no fue este el caso, lo que es una suerte pues una fatiga muscular se cura con reposo y tiempo, un problema de rodillas a los cincuenta y tantos, suele requerir cirugía. El problema o lesión muscular que sufrí me impidió correr a partir de aproximadamente el km 40. Comencé a perder posiciones pues desde ese punto hasta el km 110 donde abandoné, sólo pude caminar. Ni trotar podía. Cada puesto de comida es a la vez un puesto de control y hay una hora máxima a la que debe ser alcanzado, caso contrario, si uno llega al puesto pasada esa hora, lo sacan de la carrera. Iba llegando a la hora de cierre cada vez con menos margen hasta que en La Fouly, Suiza, km 110 llegué con menos de un minuto de atraso y me dejaron afuera. Yo tenía mal seteado el GPS y pensaba que eran las 20.42 cuando en realidad eran las 20.45, la hora de corte en La Fouly. Estaba a cinco metros del puesto y no me apuré en parte porque no podía hacerlo y en parte porque pensaba que me quedaban tres minutos. Cuando llego me dice el “portero”: “lo lamento, está cerrado”. Pero cómo, le digo, si faltan tres minutos. Pues mira me dice y me muestra su celular que marcaba aún 20.45 y que mientras yo lo miraba pasó a 20.46. Yo había llegado tarde una fracción de minuto, menos de 60 segundos. Y quedaba afuera por tanto. Había completado 110 de 168 km y 6500 de 9600 m de DVA. Cuando me empezaron a molestar o doler los cuádriceps me dije que no abandonaría por decisión mía. Que si quedaba afuera sería porque la organización me sacaba al no poder cumplir los tiempos mínimos. Así fue.
Ahora bien ¿sería yo justo y honesto si dijera que por eso no pude terminar el UTMB 2013? No, no lo sería. Pues la realidad es que yo era el último de la carrera, el “lanterne rouge” (Farolito rojo) como llaman al último en el Tour de France. Era de noche, estaba andando solo, no tenía nadie detrás que pudiera darme una mano en caso de problemas, lo que se venía en la siguiente etapa incluye un largo trecho en precipicio según me contaría luego Sergio Moya y no había ya nadie en el puesto de Le Fouly a quienes pudiera sumarme para no ir solo. Todos habían ya partido.
¿Qué pudo haberme provocado el problema muscular que sufrí? Probablemente el hecho de que no bajé la carga (km de entrenamiento semanales) los últimos 30 días como es de rigor sino faltando apenas 15. Y que faltando 12 días, solo 12 días, corrí en velocidad un 10 km en Puerto Madero, lo que es insensato. Tan rápido corrí que fue mi segundo mejor “age grading” ever (lo que como Ud. sabe no quiere ni remotamente decir que haya sido mi segundo mejor tiempo de 10 km, para nada). Error que me he prometido no repetir en futuras competencias de esta envergadura.
Vamos ahora a lo que pasó en la punta, en el pelotón de potenciales ganadores. Terminó ganando el francesito –digo así por lo joven, tiene 24 años- Xavier Thevenard lo que fue una sorpresa pues nadie lo daba por favorito. El norteamericano Anton Krupicka (el chaleco de hidratación que muchos usamos como mochila se llama “AK” en su homenaje) era uno de los favoritos, pero terminó abandonando por problemas físicos. El español Miguel Heras fue segundo y el abandono de Krupicka puso en el podio al también ibérico Javier Dominguez. Sebastien Chaigneau, dos veces podio en el UTMB, también se contó entre los abandonos, que sumarían o sumaríamos un 32 % de los 2300 corredores que comenzamos la competencia. Thevenard se impuso con 20.34.57, menos de cinco minutos arriba del récord del circuito que como dije es 20.30.
De 12 argentinos, cinco completaron el recorrido. De dos uruguayos, lo hizo uno solo (mi amigo Pablo Lapaz). El porcentaje de abandono rioplatense fue por tanto de 57 %, bastante superior al global de la carrera (32 % como dije).
¿Hubo otros ganadores además de Thevenard? Destaco fundamentalmente a tres: John Tidd, norteamericano radicado en Uruguay, quien con 52 años salió noveno en la general. Para que nos hagamos una idea, el siguiente corredor de la categoría de John -o sea, de 50 a 55 años de edad- entró en la posición 94.
Y sin duda es también muy destacable lo realizado por la norteamericana Rory Bosio quien con 22.37.26 hizo un nuevo récord femenino del circuito y salió séptima en la general. Es la primera vez que una mujer se mete entre los diez primeros en la general.
Y el tercero que quiero mencionar es un corredor cuyo nombre y nacionalidad desconozco. El hombre tiene un problema de cintura por el cual su parte superior está siempre a 45 grados respecto sea de la horizontal como de la vertical. Así, completamente “chanfleado” completó el UTMB, lo que yo no pude hacer. Chapeaux y eterna admiración al colega.
Una buena idea de lo que es siempre y fue este año el UTMB la da el video oficial sito en:
Pero sería injusto no hacer ninguna referencia a las otras dos carreras hermanas que también tienen lugar en la región el mismo fin de semana, a cargo de la misma organización. Ellas son la TDS, o “Sur les Traces des Ducs de Savoie” (“Sobre las huellas de los duques de Savoya) por su nombre completo. La TDS consta de 119 kms, 7250 metros de DVA -Ud. ya sabe qué quiere decir esto- y un máximo permitido de 33 horas. Completa la terna la CCC (Courmayeur Champex Chamonix, o sea toma su nombre de los tres puntos principales por los que pasa, pues comienza en Courmayer y finaliza en Chamonix). La CCC tiene 100 km y 26 h de máximo tiempo permitido. El furor que ha generado lo extremo del UTMB, su fama y aureola mítica han injustamente hecho creer a muchos corredores que estas dos competencias no justifican el viaje. Nada de eso. La CCC es muy parecida a Patagonia Run versión 100 km y nadie considera a esta carrera un paseo por el parque. Es la carrera ideal para iniciarse en los Alpes. La TDS, aunque más corta que el UTMB transcurre por terrenos más técnicos por lo que algunos la consideran un desafío de similar jerarquía al del UTMB.
“I shall return”
General Douglas MacArthur en 1942 al abandonar las islas Filipinas expulsado por los japoneses en la Segunda Guerra Mundial. Tal como prometió, volvió dos años más tarde a reconquistarlas y poner las cosas en su lugar.