La mision - Febrero 2014


Colegas escritores,

Quisiera preguntarles

Me urge tanto.

Qué tipo de expresiones, se deben usar

Para hacer

El relato de tanta entrega y valor

Un texto que honre

A cada corredor

Que emocione al lector

Y le invite a correr. (1)

 

Comencemos por recordar cual es el formato de La Misión. Se trata de una carrera de 160 km en montaña que ya va por la novena edición. En su mayoría tuvieron siempre lugar en Villa La Angostura (VLA), provincia de Neuquén, Argentina, aunque alguna que otra se desarrolló en otras localidades de la misma provincia. En el futuro sin embargo, ya se ha informado que tendrá siempre como base la apacible, alpina y turística localidad de VLA, más conocida como “la villa”.
A partir de este año tuvo versión de 80 km y también de 40. En esas dos distancias se inscribieron 95 colegas. Mi relato se centrará en la de 160 km que fue la que corrí. El desnivel vertical acumulado (DVA) es de 7700 m aproximadamente. Es una carrera non stop o sea de una etapa y se cuenta con un máximo de 76 h, una enormidad de tiempo que da para dormir como en casa. Hay quienes no duermen nada de nada, los corredores rápidos o de élite, los que  bajan las 40 h, hay quienes dormimos alguito, los que vamos de 40 a 55 y otros que duermen dos noches y hasta tres algunos corredores.
En una época era carrera de orientación y perderse era una posibilidad que solía ocurrir. Ya no, está totalmente señalizada, como siempre lo estuvo por ejemplo el Cruce de los Andes (aunque mis amigos y yo siempre nos arreglamos para perdernos igual, pa´ mantener el hábito, supongo, ya verá). La organización pone dos cantinas intermedias, a los 50 km la primera y a los 100 la segunda, donde hay comida e hidratación. Salvo en los ascensos a los cerros (Buol, O´Connor, Piedritas y Bayo) hay ríos en todas partes por lo que el agua no es problema.  El circuito fue alterado en el orden de ascenso de las montañas para evitar comenzar subiendo el Bayo por sendero pues estaba tan lleno de ceniza volcánica de la famosa explosión del volcán Puyehue en 2011 que subirlo por ese lado es imposible. Como se terminó corriendo se lo subió por camino de auto y se lo bajó por la ladera llena de ceniza lo que no solo no es difícil sino muy fácil.
Largamos 303 corredores el sábado 22 de febrero de 2014 a las 12 h. Terminaron abandonando 61, o sea exactamente el 20 %. Bastante menos que el 35 del año pasado y esto seguramente fue porque el clima fue muchísimo más benigno. Este año fue cálido sin ser un horno mientras que la edición inmediata anterior fue terriblemente fría. El cambio de temperatura media se produjo en buena medida por el cambio de fecha. Antes, esta carrera se corría a fines de noviembre o principios de diciembre,  época del año en que la meteorología en Patagonia es mucho más fría e inestable que en febrero.
Arranqué acompañado de mis dos sólidos compañeros como son Claudio Rosso y Sergio Moya. Con ellos corrimos La Misión anterior desde el primer kilómetro al último. Con Sergio también habíamos corrido la anterior a esa, o sea que llevamos dos con Claudio y tres con Sergio. Si no es récord de equipazo, le anda cerca. Se nos habían unido este año Marcelo Rodriguez, Francisco “Pachi” Somoza y en algún momento del primer día se sumó a nosotros Javier García, joven corredor andaluz.  A Marcelo lo perdimos en los filos del O´Connor hacia el final del primer día, se quedó atrás. A Pachi lo perdimos al final del segundo día pues él estaba más fuerte que nosotros y decidió no parar más de una hora en la Cantina 2, mientras que nosotros lo hicimos por tres horas y hasta dormimos.
El primer día subimos el Buol y luego el O´Connor. Como a diferencia del año anterior era de día cuando corrimos por los filos y la cumbre de este cerro y además no hacía nada de frío, disfrutamos del paisaje como nunca antes. Se divisan hermosos lagos patagónicos a ambos lados lo que es verdaderamente impresionante. En la Cantina 1 ya era de noche para nosotros. Comimos, nos hidratamos y tal como estaba previsto en nuestro plan de carrera, partimos de allí luego de una hora de permanencia. El segundo día nos vio subir el Cerro Piedritas (ahorro los valles y coles, que los hubo, por brevedad).  Fue antes de ascender este cerro que pese a la extraordinaria señalización que hubo en la carrera en todo momento, nos perdimos unos 20 min. Ocurrió por distraídos, por ponernos a hablar y perder foco en el trabajo que teníamos que hacer. Nada grave.
En la cima del Piedritas se despegó Pachi a quien nuestro ritmo le estaba resultando lento.  En ese lugar se divida el lago Traful, a cuyas orillas está la población de Traful y la Cantina 2. En esa parada, que es un hermoso gimnasio protegido de las inclemencias del tiempo (que este año eran inexistentes, pues como dije no hacía frío ni llovía y menos nevaba) nos cruzamos con Pachi que salió enseguida, Daniel Rearte y algún otro.
Exactamente a las 9.20 de la noche o sea luego de permanecer tres horas en Traful, de las cuales dormimos 1.30 y comimos durante tiempo parecido, partimos para el tercer y último día de carrera. Éramos cuatro entonces, Claudio Rosso,  Sergio Moya, Javier García y este servidor. Javier se bajó dos horas después pues sí o sí precisaba dormir. Javier es mucho más joven que nosotros y mucho más rápido pero tiene menos “millaje” o experiencia en ultras de varios días de duración. La falta de sueño, la comida precaria, minó sus fuerzas. Tiró su bolsa de dormir en el bosque y nosotros continuamos. Antes de dejarlo le dije en broma: “Como tú eres mucho más rápido que nosotros, cuando te despiertes recuperado correrás tan velozmente que nos terminarás alcanzando". Francamente, nunca pensé que esto fuera a ocurrir pues por lo general, quien se queda atrás es boleta. Cocodrilo que se duerme, es cartera como decimos aquí. Javier había resultado en excelente “compa” de carrera. Abogado gaditano (de Cádiz), como yo español, republicano y defensor de la unidad de España, teníamos muchos temas en común de la historia, política y cultura de nuestra patria común y durante horas viajamos por el tiempo y la geografía de España, de julio del 36 a Rajoy, de Finisterre a Algeciras. Siendo él gaditano como dije, era inevitable que habláramos de Paco de Lucía. Triste coincidencia, el más grande guitarrista de flamenco que el mundo ha dado y dará, fallecería un día después, como me enteraría al llegar a la ciudad. Recordé las veces que lo escuché en Buenos Aires y San Francisco, me produjo una enorme tristeza, pero por suerte, no influyó en la carrera.
El tercer día termina con la subida y descenso del Cerro Bayo. Cuando llegamos a su base hice rápidas cuentas y concluí que podíamos conseguir el objetivo con el que habíamos partido que era bajar las 50 h. Nuestro tiempo de la edición anterior había sido 52.40. Se lo comenté a Claudio y a Sergio y obviamente se prendieron. Sergio marcó a partir de allí un buen ritmo de subida al Bayo. Una vez arriba se corre un par de km por los filos y allí comienza el descenso final  hacia la villa.  Y ahora iba la carrera, en el breve kilometraje que le quedaba, a darle a mis dos amigos una oportunidad de mostrar su condición de pros, de corredores de raza. Pero cada uno de los dos lo hizo de una manera bien diferente. Sígame con atención, ¿vale?
Claudio cae y como consecuencia una rama le desgarra la calza de modo tal que queda a la vista una parte de su anatomía –trasera- que uno no suele mostrar en público. Nos dijo que de ninguna manera estaba dispuesto a entrar a la villa en esa condición por lo que iba a cambiarse de ropa. Sergio y yo no teníamos ninguna intención de sacrificar minutos que pusieran en riesgo el bajar las 50 h, una marca que es hito en La Misión, así que le dijimos que sorry, pero nosotros seguíamos. Yo veo aquí el profesionalismo de Sergio, que puso el objetivo deportivo por arriba de otras consideraciones. Pese a que habíamos corrido con Claudio toda esta Misión y toda la anterior. Y que los tres entrenamos juntos todos los domingos. Y ahora viene la demostración del profesionalismo de Claudio. Debe haber perdido no menos de 10 min y a partir de que lo dejamos Sergio y yo bajamos tan rápido como pudimos. Al salir del cerro se entra en los 3.5 km finales de camino de ripio que concluyen en el arco de llegada. Estábamos ya en ese tramo, diciéndonos uno al otro algo como: “Pena que Claudio no esté con nosotros, hubiera sido lindo tener una foto entrando los tres juntos como el año pasado, pero buá, así es la vida” cuando a nuestras espaldas se escucha… “hijos de puta, se pensaron que me iban a dejar atrás ¿no?”. Claudio no se concentró en putearnos cuando lo dejamos, como haría un no profesional.  Tuvo una reacción completamente distinta: se puso el cuchillo entre los dientes, bajó el Bayo como alma que la persigue el diablo y en apenas 3 o 4 km recuperó diez minutos, algo de antología. Cuando nos alcanzó, a unos 600 m dela llegada estaba emocionado, con el rostro casi desencajado de alegría. Nos dijo “yo no me creía capaz de tamaño esfuerzo” Nosotros tampoco y no nos creemos nosotros capaces de hacerlo francamente.
Pero no habían terminado aún las sorpresas. Faltando unos 300 m y cuando aún no habíamos alcanzado a salir de nuestro asombro por la súbita aparición de Claudio, se escucha un acento andaluz que desde atrás nos dice: “Tíos, aguardadme que ya estoy con vosotros”.  Era Javier que se sumaba al trío de mosqueteros en el rol de Dartagnan. Había dormido 5 h y desde su lugar de reposo a la meta nosotros pusimos 14. ¡O sea que en 14 h bajó 5! Así, los cuatro tomados de la mano atravesamos  de punta a punta la avenida principal de la villa, en velocidad y luego el arco de llegada en exactamente 49.09 h (posición 88 de 303). Nuestro tiempo –el de Claudio, Sergio y el mío- de la edición anterior había sido 52.22, o sea bajamos 3.13 h o lo que es lo mismo un 6 %.
Como saben muchos amigos y colegas que corrieron esta carrera y con quienes compartí mi tabla de tiempos, la misma daba 48.45, ¡lo que quiere decir un 0.8 % de error!  Si de esto Ud. concluye que mis planificaciones son perfectas, se equivoca. Solo hubo un número par de errores que se compensaron. Cuando uno modeliza algo tan etéreo como el tiempo de carrera en montaña, tan sujeto a mil variables imposibles de ser precedidas con precisión, si acierta no es talento. Es simplemente suerte.
En la línea de largada me estaba esperando Carina quien luego de fundirse en un interminable beso y abrazo conmigo, consiguió empanadas calientes para todos, algo que mis amigos y yo apreciamos sobremanera.
Voy ahora a contarle los resultados de algunos amigos y conocidos. No mencionaré a todos porque sería aburridísimo sino solo a aquellos que por un motivo u otro se destacaron especialmente. Ganó la carrera el norteamericano –y uruguayo de adopción- John Tidd, de 51 años, quien había salido segundo en la edición anterior y primero en la inmediata anterior. Puso 24.36.
De los 10 primeros clasificados en la general, tres tienen más de 50 años (Tidd, Glauco y Petersen) lo que da idea de la importancia de la experiencia en el ultramaratonismo.  También entre los diez primeros estuvo la primera mujer (Sofía Cantilo) que salió novena en la general. Sofía venía de correr el Cruce de los Andes hace no más de 10 días y hacer podio allí
Rodrigo Gerardin con increíbles 38.20 fue una de las grandes sorpresas. Pensemos que tres misiones atrás había hecho 71 h. Fruto de un fuerte entrenamiento, un notable entrenador y mucha perseverancia
Francisco “Pachi” Somoza, no tiene treinta y tantos como Rodri sino que “milita” en nuestra categoría (50+).  Con 44.51 dio el batacazo.  Pachi tiene el mismo entrenador que Rodri.  Pachi era un corredor lento pero la gran cantidad de ultras que ha corrido en los dos últimos años por el mundo lo han robustecido y acelerado en forma evidente. Yo ya pronostiqué esto en mi texto de Pacha Mama pues allí escribí: “Destaco lo de “Pachi Somoza” porque “Pachi” siempre fue considerado por mí y otros como un tipo que corría muchísima cantidad de carreras por año pero lento. Ha cambiado (llegamos de la mano) y esto a la vez me alegra y preocupa. Me alegra que los amigos mejoren y me preocupa tener otro competidor más en los podios de veteranos en el futuro”
Ambos corren en agosto el UTMB y era muy importante para los dos correr bien esta carrera por sus muchas semejanzas con el UTMB. Ninguno de nosotros tiene la menor duda ya de que completarán el UTMB, cuyos tiempos máximos y de corte son muy rigurosos.
Alfredo “Tornillo” Morán: el apodo se lo puso Marcelo Rodriguez a raíz del accidente que tuvo Alfredo hace dos años, cuando lo atropelló un colectivo, pasándole por arriba del pie y como consecuencia del cual le pusieron varios tornillos en el pie. Los médicos le dijeron que no volvería a correr y ha tenido ya tres intervenciones quirúrgicas reparadoras. No solo sí volvió a correr sino que lo hizo con la carrera más dura de la Argentina. Para mí, con independencia de su tiempo, es uno de los grandes héroes de La Misión 2014.
Norberto Gonzalez con 75.37 fue otro de los destacados de La Misión 2014. Cabe decir lo que casi todo el mundo sabe, que Norberto tiene la friolera de 72 años y sigue completando carreras de 160 km en una etapa.  Además, auxilia a los más lentos que suelen ser quienes decaen anímicamente, dándoles fuerza moral, compartiendo con ellos tiempo y comida.
Ahora bien, si Ud. es corredor –me leen algunos que no lo son,  por eso aclaro- sabe que nuestra tribu valora mucho más el esfuerzo y la entrega que el resultado. Quienes lo dieron todo aunque no hayan conseguido su objetivo son por nosotros altamente valorados. Ese fue el caso de Cristian Gorbea, que venía haciendo un tiempo extraordinario hasta la Cantina 2, pero a partir de allí sufrió de ampollas que faltando 10 km apenas lo dejaban caminar. Terminó no digo arrastrándose pero casi. Que la comunidad valoró su entrega lo prueba la forma en que aplaudieron todos en la charla posterior a la carrera, las imágenes en que Gorbea aparecía atravesando la línea de llegada  con dolor y esfuerzo infinitos.
Y unas líneas más para los DNF (Did Not Finish, como llamamos a los que abandonaron). Sé cómo se sienten, yo fui DNF tres veces, la última recientemente en el Monte Blanco, otra en esta misma carrera hace 5 años.  Chris Bonington, el gran montañista británico de los años 80 y 90, que cuenta en su haber con varias primeras cumbres y varias nuevas vías,  preguntado sobre este tema, los abandonos, dijo una vez: “Yo he abandonado varias cumbres. Cuando alguien me dice que no ha abandonado ninguna, a mí me gustaría preguntarle cuantas ha intentado”.  Le “traduzco” esta frase de Bonington al lenguaje porteño y callejero de Berni: A quien nunca lo rechazó una mina, es al que solo tuvo una desde la adolescencia al día de hoy. Así como tengo carreras abandonados, también tengo rechazos varios en la cuenta. Y caídas laborales y familiares, pero ninguna de estas cosas voy ahora a detallarle, porque Ud. no es mi analista, ¿qué se ha creído?  Erran los que hacen, Gustavo. Solo no tropiezan los que nunca andan, German. La esencia de ser ultrafondista es aceptar el riesgo del fracaso, no correr rápido. Y Uds. hicieron eso. Espero sinceramente que estas líneas les sirvan de algún apoyo pues ese es su propósito.
Le adelanté que esta carrera no solo estaba hecha de héroes, sino también de villanos. Hubo un solo corredor descalificado por la organización. Cuando me enteré supe que el susodicho debía haber hecho algo muy “grosso” pues el Guri Aznares –el organizador de la carrera- nunca ha descalificado a nadie por falta del equipamiento obligatorio, aunque debería hacerlo. Y así fue: el tramposo se subió a un auto para ir a un hotel en la cantina 2 o sea en Traful. Es claro que esto está totalmente prohibido. No voy a darle el nombre de este señor que corre –porque corredor no es- pero puede averiguarlo fácilmente mirando el sitio web de la carrera. Es el único que figura como “descalificado”.
Todo texto de una carrera debe hacer una evaluación de la organización. Las mesas de comida en las dos cantinas no eran las de Patagonia Run o el UTMB pero nadie esperaba tanto. Sin embargo, podían haber sido algo mejores, por ejemplo haber incluido sopa. En Cantina 1 el año anterior había una carpa, este año no estaba. Esto hizo que los que allí durmieron tuvieran que hacerlo a la intemperie. En la Cantina 2 el año anterior había mesas lo que permitía comer con dignidad, esta vez no había ninguna. En Cantina 2 también, la última edición había abundantes colchonetas, esta vez eran tan pocas que había que esperar que alguien se levantara para tomar una. Pero en términos generales, nada serio que criticarle a la organización.
Terminada ya la carrera, nos fuimos con Cari a pasar una tarde al lago Correntoso. Disfrutando de la tarde y el sol y mirando los filos y cumbres que bordean la inmensa belleza del lago yo me decía a mí mismo por dónde subiría tal o cual cumbre, dónde cambiaría de flanco, etc. Me entretenía siendo “armchair mountaineering” (montañista de sofá).  Pensé en cuanto amo los filos y las cumbres, los acarreos y los glaciares. El goce que me producen el cansancio infinito de las largas distancias y el esfuerzo interminable. Y por todo ello concluí que el convertirme en corredor de ultras no fue nunca una decisión que yo haya tomado.

Fue más bien un destino del corazón.
(1)    Paráfrasis con permiso de ese gran poeta que es Silvio Rodriguez (su tema “Playa Girón”)