Los siete samuráis - Conociendo la Pacha Mama

Pacha Mama era para los incas la deidad que representaba a la tierra (no a la Tierra o tal vez también) y a la naturaleza en general. La creencia se expandió al Norte argentino con la conquista de esa región por parte de los incas y subsiste al día de hoy. Cuando los españoles tomaron el control de la región e impusieron sus creencias religiosas prohibiendo las originarias, los aborígenes pasaron a adorar a sus antiguos dioses bajo la forma de los nuevos. Las procesiones por la Virgen María eran para muchos indígenas un homenaje a la Pacha Mama que no iba a ser prohibido –es lo que se llama sincretismo-. Claro que el reemplazo terminó siendo al menos parcialmente genuino y vaya a saber si los que hoy participan de ese culto están rindiendo homenaje a la Virgen María, a la Pacha Mama o a ambas. Aunque esta disquisición religiosa tiene mucho interés para los antropólogos pero ninguno para los escritores ateos, tribu en la que milita el autor de estas líneas.

Buena parte de los senderos que usamos en la carrera son los que utiliza la procesión que anualmente lleva la imagen de la Virgen María (¿o de la Pacha Mama?) de pueblo en pueblo. Lo más notable es que cada cierta cantidad de km, en el medio de la nada el sendero atraviesa un portal de hierro, siempre distinto, junto al que hay un ermita. Cada uno de estos portales ha sido donado por una familia y así lo indica. Me decía a mí mismo que debería haber un libro de fotos con todos estos portales, y si alguien sabe de su existencia me avisa por favor.

Como todo lo “originario” hoy tiene “glamour” o atractivo en las grandes urbes, Sandro Del Rio, factótum de “Ecoatletas” la empresa organizadora de esta carrera, tomó este mito o creencia para bautizar una de sus competencias más importantes. La carrera transcurre en la Puna, o sea en el altiplano de la provincia de Jujuy que viene a ser el extremo sur del gran altiplano andino también llamado boliviano, porque aunque se extiende a Argentina como dije y también a Perú y Chile, es en Bolivia donde está su mayor parte. El corazón de la Puna es la Quebrada de Humahuaca, como se denomina al largo valle que corre de norte a sur y queda definido por el río Grande. La zona es siempre muy árida pero ahora tal vez más que lo habitual pues hace aproximadamente un año que no cae una lluvia que pueda portar el nombre de tal. Los cerros que limitan el valle son famosos por la variedad de colores de los distintos sedimentos que les han dado origen. La vegetación es escasa y desértica, siendo el cardón (pariente del cactus, pero diferente) el ícono que define a la Puna jujeña. Árboles bajos y escasos, laderas terrosas y marrones, rostros quemados y también marrones. Tejidos coloridos de camélidos varios que habitan la zona desde siempre y que los turistas compran en gran cantidad. Carne de llama, música de quena (antiguo instrumento de viento que es el corazón de la música de la región) y dulce de cayote terminan de conformar el entorno y universo en el que uno se sumerge al viajar a la Puna.

La cabeza de la competencia fue la ciudad o mejor dicho amable pueblo de Tilcara. El Raid de los Andes había tenido su cabecera en la más turística Purmamarca, a no más de veinte km de Tilcara, así que yo había visitado la zona recientemente. Compartíamos cuartos y hotel con Claudio Rosso, Sergio Moya, Marcelo Graffigna, Marcelo Seré, Francisco “Paco” Sosa y Marcelo Rodriguez. Imaginará Ud. la confusión que generaba tener tantos integrantes con igual nombre de pila. Era llamar a uno y que se dieran vuelta tres. En hotel cercano estaba el grupete de mi amigo Rodrigo Gerardin que incluía a Francisco “Pachi” Somoza, Jorge Arrigoni y Gustavo Weiss. También estaban Gustavo Tosco, Sebastián Raffo, Adriana Blesa y varios otros amigos.

Se corrían tres distancias. “25”, “50” y “100” km. Las pongo entre comillas porque ninguna tenía en rigor de verdad la distancia anunciada y la falta de precisión en muchas cosas es un tema del que hablaremos más adelante. La versión de “100” otorga 3 puntos de los que se requieren para poder uno inscribirse en el UTMB. Muchos vinieron con ese fin. No fue mi caso porque ya los tengo.

Algo realmente especial de este carrera es que se desarrolla entre los 2500 metros sobre el nivel del mar (msnm) hasta los 3899. O sea, es toda en altura, algo que ni yo ni la mayoría había hecho nunca. Yo había corrido 10 km a 3600 msnm en el Raid de los Andes, pero una sola vez y eran planos. Aquí había además un desnivel vertical acumulado (DVA) de 4029 m lo que da 56 m de DVA por km. Para tener una idea el Ultra Trail del Monte Blanco (UTMB) tiene prácticamente lo mismo (57) y es considerada con justicia una sierra de subidas y bajadas tremendas. Desde ya le adelanto que no me afectó en nada. Tal vez sí, en la velocidad de ascenso que seguramente fue menor a la que hubiera podido desarrollar a nivel del mar, pero ningún malestar.

La versión de “100” km que es en realidad de 72 km, consta de dos “loops” o rulos de modo tal de pasar muy cerca de Tilcara – a un kilómetro aproximadamente- en el km 40. Esto permite que quien sufra de apunamiento (mal de montaña o “soroche” por su nombre local) pueda abandonar allí sin necesidad de poner buses para llevarlos a Tilcara.

La carrera es de autosuficiencia, o sea, la antítesis del UTMB o de Patagonia Run por lo que se sabe que a uno no le darán comida alguna y hay que cargar reserva alimentaria o morir de inanición. Justo es reconocer, que en el km 40 había naranjas y bananas a discreción pese a que no estaban anunciadas. Una buena de la organización, creo que la única como verá a medida que avance en estas líneas. Y no me apure, oiga, para que llegue al final y a los resultados porque si yo puse algo así como un día para andar las montañas que dieron lugar a la experiencia de vida que ahora Ud. lee espero que con placer, bien puede Ud. poner una media hora, ¿no le parece?

Los paisajes fueron en todo momento de “arrepiar” (lusitanismo por “de poner la piel de gallina”, a mí me gusta usarlo porque es mucho más corto que decir “me puso la piel de gallina”). Cerros de múltiples variantes de colores ocre como el famoso de Purmamarca, valles y cañadones profundos surcados por ríos, inenarrable.

La carrera comenzó a las 7 de la mañana. En el primer tramo había una trepada muy dura que aniquiló la fuerza de muchos. Al llegar a su cima saqué uno de los dos refuerzos (mi madre uruguaya llamaba así a lo que hoy llamamos “sándwich”. A mí me gusta el término) de jamón crudo y queso que portaba. El queso estaba fundido por el calor del día y el de mi espalda transpirada por lo que parecía un tostado de confitería. Una delicia que entraba por mi paladar mientras yo cerraba los ojos y disfrutaba del placer del sabor y mi cuerpo de la energía recuperada. Sergio tiene en ocasiones intolerancia a los alimentos sólidos en carrera por lo que no comió el suyo allí. Mucho más tarde ya de noche, cuando llegó la hora de comer el segundo me dio uno porque no iba a comerlo. Yo sin problema me “clavé” (mandé a la panza) al suyo y el mío. Sergio es un gran compañero por varios motivos, porque corre bien, porque es buena persona y tenemos química y… ¡porque me regala refuerzos de crudo en el medio de las carreras!

Llegamos a las 15.40 con Marcelo Rodriguez y Sergio Moya al Puesto de Control (PC) del km 40 donde había un corte a las 9 horas de carrera o sea a las 16 horas. Esto quiere decir que lo pasamos sin problema. Déjeme que le diga que el corte es “tipo UTMB” en exigencia. Demasiado exigente para el corredor medio. Nosotros tres estamos normalmente por arriba de la media de los corredores y aquí llegamos “justonieli”. Muchos corredores perfectamente capaces de completar la carrera si se les dejaba pasar (estoy pensando en Gustavo Tosco entre otros que llegó al PC a las 9.30 horas de carrera) quedaron afuera. Apenas llegamos nosotros tres, arribaron también al puesto Rodrigo Gerardin y su tribu, que recuerde está formada por “Pachi” Somoza, Jorge Arrigoni y Gustavo Weiss. Volverán a jugar rol importante estos amigos al final de la carrera. El corte de las 9 horas terminó siendo flexibilizado a 9.20, una de las imprecisiones que mencionaré al final cuando evalúe a la organización. Si uno dice el corte es a tal hora, no puede ser un minuto antes ni uno después. Porque se daña la estrategia de los corredores y se cometen injusticias.

Luego del PC del km 40 había una segunda durísima subida hasta una cima o filo a 3899 msnm en el km 53 y luego uno podría decir que tenía la carrera en la bolsa pues el resto era mayormente descenso a Tilcara. En esta subida nos agarró la puesta de sol. Y aquí surgió un problema para nosotros. Estando muy próximos a la cima del km 53 pasamos por un PC a eso de las 20.30. Quien allí estaba no nos dijo claramente que el PC de la cumbre estuviera cerrado por lo que continuamos buscándolo. Tuvimos que desandar camino hasta que alguien nos comentó como eran las cosas. Esto nos representó un retraso de tres cuartos de hora. En ese momento se nos unió “Pachi” Somoza y un tiempo después hicieron lo propio Gustavo Weiss, Jorge Arrigoni y Rodrigo Gerardin. Seguiríamos los siete juntos –o casi- hasta el final.

Abandonamos la montaña faltando unos cinco km para la llegada en Tilcara. La carrera tenía un bono, o sea la posibilidad de hacer un recorrido adicional de 10 km. Para poder hacerlo había que llegar a Tilcara antes de transcurridas 18 horas de carrera. Pero el paso al bono se cerró al menos media hora antes si no una. Otra vez, un cambio de reglas de la organización sin comunicación ni explicación del motivo. “Seguridad jurídica” como se denomina a las reglas claras, mantenidas en el tiempo y conocidas por todos, es claramente algo que no hubo.

En ese corto trayecto plano de 5 o 7 km nos perdimos tal como Sergio Moya dijo que ocurriría si no “navegábamos” (usábamos los “tracks” de los GPSs para no andar a ciegas). No los usamos porque ninguno de los tres –Marcelo Rodriguez, Sergio y yo- se ocupó de que su GPS tuviera carga. Más grave esto para Marcelo y para mí que solo teníamos que cambiar pilas para poder usar los GPSs (el de Sergio no “vuelve a la vida” tan fácilmente). Así, siete grandulones supuestamente conocedores de estas cosas estaban a escasos km de la meta con media docena de GPSs y más perdidos que turkish in the fog (turco en la neblina).

De una u otra manera encontramos el camino y llegamos a las dos de la mañana luego de 19 horas de carrera, prácticamente juntos los siete samuráis con mínimas diferencias que surgieron simplemente en la caminata final pero que son irrelevantes en el total.

Jorge Arrigoni salió primero en su categoría (60+), “Pachi” Somoza, Sergio Moya y Marcelo Rodriguez segundo, tercero y cuarto respectivamente en la suya (50-54) y este servidor segundo en la que le correspondía (55-59). Así contado parece que copamos todos los podios pero la realidad es que Arrigoni salió primero porque no hubo otro corredor de más de 60 años que completara, yo segundo porque no hubo ningún otro de 55 a 59 que llegara y lo mismo para los que hicieron podio en la 50-54. Nuestro mérito si existe fue apenas llegar, nada más que eso. Rodrigo Gerardin fue, del grupete de siete amigos que llegamos juntos, el único que podía haber hecho mucho mejor tiempo. Pero se abocó a hacerle el aguante (argentinismo por “apoyar moralmente a quien lo necesita”) a Jorge Arrigoni y a Gustavo Weiss que no venían tan bien por momentos. El día que deje de ser tan amigo de sus amigos veremos su verdadero potencial que aquí no desplegó, estoy seguro.

Mi mayor alegría fue terminar sin el menor dolor muscular, en particular nada en los cuádriceps que tan a mal me llevaron en el UTMB como Ud. recordará. Yo tenía ese temor tan masculino: “si te pasa una vez, ok, pero si te pasa dos, tío, preocúpate porque ya es para siempre”. Por suerte no hubo segunda vez con el dolor de cuádriceps, que respondieron a satisfacción.

Corrieron 69 personas la carrera de “100” (que como dije eran 72) contando individuales y equipos. Llegamos a meta 42 lo que significa que un 39 % se quedaron sea por decisión propia (abandonos propiamente dichos) o fueron detenidos en el km 40 por haber llegado allí pasadas las 9.20 horas de carrera. Marcelo Sere, “Paco” Sosa y Claudio Rosso corrieron la de “100” como nosotros pero abandonaron en el PC del Km 40. Gustavo Tosco fue detenido allí por tiempo. Marcelo Graffigna completó exitosamente la de “50”.

Destaco lo de Jorge Arrigoni, por ser el único sexagenario que completó. Destaco lo de “Pachi Somoza” porque “Pachi” siempre fue considerado por mí y otros como un tipo que corría muchísima cantidad de carreras por año pero lento. Ha cambiado (llegamos de la mano) y esto a la vez me alegra y preocupa. Me alegra que los amigos mejoren y me preocupa tener otro competidor más en los podios de veteranos en el futuro. Destaco también lo de Marcelo Rodriguez porque venía de un año largo, tal vez más, de tiempos nada notables. Yo pensaba que ya no volvería a correr en mis tiempos. Pero evidentemente está de vuelta y ha cerrado ese período.

¿Qué puedo decir de la carrera de Sergio Moya o la mía? Nada. Sergio y yo somos viejos, fogueados, constantes. Sabíamos a qué veníamos, hicimos lo que sabemos hacer dentro de nuestras posibilidades, llegamos como pensábamos. Cero sorpresas damos nosotros en general.

Ganó Patricio Lamas con 13.12. La primera mujer en cruzar la meta fue Valentina Cha en 17.40.22. Valentina competía en equipo lo que da ventaja sobre mujeres individuales. La primera mujer en individual fue Natalia Suppa con 17.40.24, apenas dos segundos más y sin la ayuda de un varón coequiper. La segunda en mujeres fue Adriana Blesa con 18.49. Todo mi grupo de amigos, los siete samuráis, llegamos entre 24.56 y 25.02, o sea juntos. El “intríngulis matemático” que le propuse por mail hacía sentido cuando yo creí que mi grupo había sido el que había cerrado la carrera, todos últimos. Como salí segundo en la categoría hubiera sido segundo y último al mismo tiempo en una competencia de decenas de corredores. Pero finalmente no fuimos Farolito Rojo, pues llegaron cinco colegas detrás nuestro.

Los tiempos que se indican dan justa idea de prelación pero no de tiempo insumido. Todas las personas que menciono en el párrafo anterior hasta Adriana inclusive hicieron la cumbre y el bono. Los demás no la hicimos y la organización nos agrega tiempos arbitrarios para que las cosas sean comparables. Nuestro tiempo real fue de 19 horas sin cumbre ni bono.

Vamos a la evaluación de la organización:

1.      Cerrar prematuramente el puesto del km 53 sin comunicarlo claramente a los corredores en el PC anterior fue un error. Si un puesto se debe cerrar antes por razones imprevisibles de seguridad el custodio del puesto en su descenso debe avisar al puesto anterior que esta información sea comunicada a todos los corredores que allí lleguen de ahora en más. No sucedió en todos los casos. Muchos corredores fueron advertidos del cierre, nosotros no.

2.      Cerrar el bono antes de las 18 h que era lo pactado, sin motivo y sin comunicarlo es otro error

3.      Flexibilizar el corte de las 9 h, otro error.  Además, el corte de 9 horas es como dije, nivel UTMB. Demasiado estricto. Entre 10 y 12 horas es algo más razonable. La mejor prueba es Gustavo Tosco. Llegaba seguro a la meta.

4.      En la llegada no había fotógrafo para sacar fotos de los corredores llegando. Como era tarde, se había ido. Esto no ocurre en La Misión, siempre hay un fotógrafo aunque sea de madrugada.

5.      La carrera tiene 72 km y si se agrega el bono, 82. Esto es lo que marcaron todos los GPS. Entonces, si tiene 72 u 82 km según se mire, ¿Por qué le decimos a la gente que tiene 100?

6.      Faltaron cintas de las que se usan para marcar por donde va el camino. Es cierto que había instrucciones y mapa, pero esto no exime al organizador de colocar cintas. Distinto si fuera una carrera de orientación en las que se dice: “no habrá marca alguna, esto es orientación, aquí se navega”. Pero lo que no se puede hacer es poner unas pocas marcas y nada más. Yo estimo que no había ni un tercio de las que CDC o TMX hubieran colocado.

7.      No se chequeó el equipamiento obligatorio, ni siquiera algunos ítems a una muestra de corredores que es lo mínimo razonable. Tampoco se pidió el apto médico o el electrocardiograma pese a que eran requeridos.

8.      Last but not least, último pero no menos importante: La medalla que tan importante es para nosotros los corredores, era “genérica”, o sea, nada tenía grabado, era totalmente lisa y se le agregaba una etiqueta adhesiva (“sticker”) con el nombre de la carrera, distancia y fecha. Es obvio que Sandro Del Rio hace esto para disminuir costos usando la misma medalla para todas las cerreras pero es muy triste. Falta poco para que en vez de una medalla te mande un mail que diga “Terminaste, pegá este mail con un imán a la heladera”

P.D. “Los siete samuráis” es una notable película del mundialmente reconocido director japonés Akira Kurosawa, el más grande que diera ese país, protagonizada por el también mejor actor nipón que fue Toshiro Mifune. Es considerada una de las diez mejores películas de todos los tiempos y cuenta la historia de siete heroicos samuráis que deciden defender a un pueblo de campesinos del acoso y maltrato de un ejército de asesinos ladrones. No se la pierda. Como nosotros fuimos siete “guerreros” que llegamos juntos, me tomé el atrevimiento de robarle el título a mi admirado Kurosawa.