Buena
parte de los senderos que usamos en la carrera son los que utiliza la procesión
que anualmente lleva la imagen de la Virgen María (¿o de la Pacha Mama?) de
pueblo en pueblo. Lo más notable es que cada cierta cantidad de km, en el medio
de la nada el sendero atraviesa un portal de hierro, siempre distinto, junto al
que hay un ermita. Cada uno de estos portales ha sido donado por una familia y
así lo indica. Me decía a mí mismo que debería haber un libro de fotos con
todos estos portales, y si alguien sabe de su existencia me avisa por favor.
Como
todo lo “originario” hoy tiene “glamour” o atractivo en las grandes urbes, Sandro
Del Rio, factótum de “Ecoatletas” la empresa organizadora de esta carrera, tomó
este mito o creencia para bautizar una de sus competencias más importantes. La
carrera transcurre en la Puna, o sea en el altiplano de la provincia de Jujuy
que viene a ser el extremo sur del gran altiplano andino también llamado
boliviano, porque aunque se extiende a Argentina como dije y también a Perú y
Chile, es en Bolivia donde está su mayor parte. El corazón de la Puna es la
Quebrada de Humahuaca, como se denomina al largo valle que corre de norte a sur
y queda definido por el río Grande. La zona es siempre muy árida pero ahora tal
vez más que lo habitual pues hace aproximadamente un año que no cae una lluvia
que pueda portar el nombre de tal. Los cerros que limitan el valle son famosos
por la variedad de colores de los distintos sedimentos que les han dado origen.
La vegetación es escasa y desértica, siendo el cardón (pariente del cactus,
pero diferente) el ícono que define a la Puna jujeña. Árboles bajos y escasos,
laderas terrosas y marrones, rostros quemados y también marrones. Tejidos
coloridos de camélidos varios que habitan la zona desde siempre y que los
turistas compran en gran cantidad. Carne de llama, música de quena (antiguo
instrumento de viento que es el corazón de la música de la región) y dulce de
cayote terminan de conformar el entorno y universo en el que uno se sumerge al
viajar a la Puna.
La
cabeza de la competencia fue la ciudad o mejor dicho amable pueblo de Tilcara.
El Raid de los Andes había tenido su cabecera en la más turística Purmamarca, a
no más de veinte km de Tilcara, así que yo había visitado la zona
recientemente. Compartíamos cuartos y hotel con Claudio Rosso, Sergio Moya,
Marcelo Graffigna, Marcelo Seré, Francisco “Paco” Sosa y Marcelo Rodriguez.
Imaginará Ud. la confusión que generaba tener tantos integrantes con igual
nombre de pila. Era llamar a uno y que se dieran vuelta tres. En hotel cercano
estaba el grupete de mi amigo Rodrigo Gerardin que incluía a Francisco “Pachi”
Somoza, Jorge Arrigoni y Gustavo Weiss. También estaban Gustavo Tosco, Sebastián
Raffo, Adriana Blesa y varios otros amigos.
Se
corrían tres distancias. “25”, “50” y “100” km. Las pongo entre comillas porque
ninguna tenía en rigor de verdad la distancia anunciada y la falta de precisión
en muchas cosas es un tema del que hablaremos más adelante. La versión de “100”
otorga 3 puntos de los que se requieren para poder uno inscribirse en el UTMB.
Muchos vinieron con ese fin. No fue mi caso porque ya los tengo.
Algo
realmente especial de este carrera es que se desarrolla entre los 2500 metros
sobre el nivel del mar (msnm) hasta los 3899. O sea, es toda en altura, algo
que ni yo ni la mayoría había hecho nunca. Yo había corrido 10 km a 3600 msnm
en el Raid de los Andes, pero una sola vez y eran planos. Aquí había además un
desnivel vertical acumulado (DVA) de 4029 m lo que da 56 m de DVA por km. Para
tener una idea el Ultra Trail del Monte Blanco (UTMB) tiene prácticamente lo
mismo (57) y es considerada con justicia una sierra de subidas y bajadas
tremendas. Desde ya le adelanto que no me afectó en nada. Tal vez sí, en la
velocidad de ascenso que seguramente fue menor a la que hubiera podido
desarrollar a nivel del mar, pero ningún malestar.
La
versión de “100” km que es en realidad de 72 km, consta de dos “loops” o rulos
de modo tal de pasar muy cerca de Tilcara – a un kilómetro aproximadamente- en
el km 40. Esto permite que quien sufra de apunamiento (mal de montaña o
“soroche” por su nombre local) pueda abandonar allí sin necesidad de poner
buses para llevarlos a Tilcara.
La
carrera es de autosuficiencia, o sea, la antítesis del UTMB o de Patagonia Run
por lo que se sabe que a uno no le darán comida alguna y hay que cargar reserva
alimentaria o morir de inanición. Justo es reconocer, que en el km 40 había
naranjas y bananas a discreción pese a que no estaban anunciadas. Una buena de
la organización, creo que la única como verá a medida que avance en estas
líneas. Y no me apure, oiga, para que llegue al final y a los resultados porque
si yo puse algo así como un día para andar las montañas que dieron lugar a la
experiencia de vida que ahora Ud. lee espero que con placer, bien puede Ud.
poner una media hora, ¿no le parece?
Los
paisajes fueron en todo momento de “arrepiar” (lusitanismo por “de poner la
piel de gallina”, a mí me gusta usarlo porque es mucho más corto que decir “me
puso la piel de gallina”). Cerros de múltiples variantes de colores ocre como
el famoso de Purmamarca, valles y cañadones profundos surcados por ríos,
inenarrable.
La
carrera comenzó a las 7 de la mañana. En el primer tramo había una trepada muy
dura que aniquiló la fuerza de muchos. Al llegar a su cima saqué uno de los dos
refuerzos (mi madre uruguaya llamaba así a lo que hoy llamamos “sándwich”. A mí
me gusta el término) de jamón crudo y queso que portaba. El queso estaba
fundido por el calor del día y el de mi espalda transpirada por lo que parecía
un tostado de confitería. Una delicia que entraba por mi paladar mientras yo
cerraba los ojos y disfrutaba del placer del sabor y mi cuerpo de la energía
recuperada. Sergio tiene en ocasiones intolerancia a los alimentos sólidos en
carrera por lo que no comió el suyo allí. Mucho más tarde ya de noche, cuando
llegó la hora de comer el segundo me dio uno porque no iba a comerlo. Yo sin
problema me “clavé” (mandé a la panza) al suyo y el mío. Sergio es un gran
compañero por varios motivos, porque corre bien, porque es buena persona y
tenemos química y… ¡porque me regala refuerzos de crudo en el medio de las
carreras!
Llegamos
a las 15.40 con Marcelo Rodriguez y Sergio Moya al Puesto de Control (PC) del
km 40 donde había un corte a las 9 horas de carrera o sea a las 16 horas. Esto
quiere decir que lo pasamos sin problema. Déjeme que le diga que el corte es
“tipo UTMB” en exigencia. Demasiado exigente para el corredor medio. Nosotros
tres estamos normalmente por arriba de la media de los corredores y aquí
llegamos “justonieli”. Muchos corredores perfectamente capaces de completar la
carrera si se les dejaba pasar (estoy pensando en Gustavo Tosco entre otros que
llegó al PC a las 9.30 horas de carrera) quedaron afuera. Apenas llegamos
nosotros tres, arribaron también al puesto Rodrigo Gerardin y su tribu, que
recuerde está formada por “Pachi” Somoza, Jorge Arrigoni y Gustavo Weiss. Volverán
a jugar rol importante estos amigos al final de la carrera. El corte de las 9
horas terminó siendo flexibilizado a 9.20, una de las imprecisiones que
mencionaré al final cuando evalúe a la organización. Si uno dice el corte es a
tal hora, no puede ser un minuto antes ni uno después. Porque se daña la
estrategia de los corredores y se cometen injusticias.
Luego
del PC del km 40 había una segunda durísima subida hasta una cima o filo a 3899
msnm en el km 53 y luego uno podría decir que tenía la carrera en la bolsa pues
el resto era mayormente descenso a Tilcara. En esta subida nos agarró la puesta
de sol. Y aquí surgió un problema para nosotros. Estando muy próximos a la cima
del km 53 pasamos por un PC a eso de las 20.30. Quien allí estaba no nos dijo claramente
que el PC de la cumbre estuviera cerrado por lo que continuamos buscándolo. Tuvimos
que desandar camino hasta que alguien nos comentó como eran las cosas. Esto nos
representó un retraso de tres cuartos de hora. En ese momento se nos unió
“Pachi” Somoza y un tiempo después hicieron lo propio Gustavo Weiss, Jorge
Arrigoni y Rodrigo Gerardin. Seguiríamos los siete juntos –o casi- hasta el
final.
Abandonamos
la montaña faltando unos cinco km para la llegada en Tilcara. La carrera tenía
un bono, o sea la posibilidad de hacer un recorrido adicional de 10 km. Para
poder hacerlo había que llegar a Tilcara antes de transcurridas 18 horas de
carrera. Pero el paso al bono se cerró al menos media hora antes si no una.
Otra vez, un cambio de reglas de la organización sin comunicación ni
explicación del motivo. “Seguridad jurídica” como se denomina a las reglas
claras, mantenidas en el tiempo y conocidas por todos, es claramente algo que
no hubo.
En
ese corto trayecto plano de 5 o 7 km nos perdimos tal como Sergio Moya dijo que
ocurriría si no “navegábamos” (usábamos los “tracks” de los GPSs para no andar
a ciegas). No los usamos porque ninguno de los tres –Marcelo Rodriguez, Sergio
y yo- se ocupó de que su GPS tuviera carga. Más grave esto para Marcelo y para
mí que solo teníamos que cambiar pilas para poder usar los GPSs (el de Sergio
no “vuelve a la vida” tan fácilmente). Así, siete grandulones supuestamente
conocedores de estas cosas estaban a escasos km de la meta con media docena de
GPSs y más perdidos que turkish in the
fog (turco en la neblina).
De
una u otra manera encontramos el camino y llegamos a las dos de la mañana luego
de 19 horas de carrera, prácticamente juntos los siete samuráis con mínimas
diferencias que surgieron simplemente en la caminata final pero que son irrelevantes
en el total.
Jorge
Arrigoni salió primero en su categoría (60+), “Pachi” Somoza, Sergio Moya y
Marcelo Rodriguez segundo, tercero y cuarto respectivamente en la suya (50-54)
y este servidor segundo en la que le correspondía (55-59). Así contado parece
que copamos todos los podios pero la realidad es que Arrigoni salió primero
porque no hubo otro corredor de más de 60 años que completara, yo segundo
porque no hubo ningún otro de 55 a 59 que llegara y lo mismo para los que
hicieron podio en la 50-54. Nuestro mérito si existe fue apenas llegar, nada
más que eso. Rodrigo Gerardin fue, del grupete de siete amigos que llegamos
juntos, el único que podía haber hecho mucho mejor tiempo. Pero se abocó a
hacerle el aguante (argentinismo por “apoyar moralmente a quien lo necesita”) a
Jorge Arrigoni y a Gustavo Weiss que no venían tan bien por momentos. El día
que deje de ser tan amigo de sus amigos veremos su verdadero potencial que aquí
no desplegó, estoy seguro.
Mi
mayor alegría fue terminar sin el menor dolor muscular, en particular nada en
los cuádriceps que tan a mal me llevaron en el UTMB como Ud. recordará. Yo
tenía ese temor tan masculino: “si te pasa una vez, ok, pero si te pasa dos,
tío, preocúpate porque ya es para siempre”. Por suerte no hubo segunda vez con
el dolor de cuádriceps, que respondieron a satisfacción.
Corrieron
69 personas la carrera de “100” (que como dije eran 72) contando individuales y
equipos. Llegamos a meta 42 lo que significa que un 39 % se quedaron sea por
decisión propia (abandonos propiamente dichos) o fueron detenidos en el km 40
por haber llegado allí pasadas las 9.20 horas de carrera. Marcelo Sere, “Paco” Sosa
y Claudio Rosso corrieron la de “100” como nosotros pero abandonaron en el PC
del Km 40. Gustavo Tosco fue detenido allí por tiempo. Marcelo Graffigna
completó exitosamente la de “50”.
Destaco
lo de Jorge Arrigoni, por ser el único sexagenario que completó. Destaco lo de
“Pachi Somoza” porque “Pachi” siempre fue considerado por mí y otros como un
tipo que corría muchísima cantidad de carreras por año pero lento. Ha cambiado
(llegamos de la mano) y esto a la vez me alegra y preocupa. Me alegra que los
amigos mejoren y me preocupa tener otro competidor más en los podios de
veteranos en el futuro. Destaco también lo de Marcelo Rodriguez porque venía de
un año largo, tal vez más, de tiempos nada notables. Yo pensaba que ya no
volvería a correr en mis tiempos. Pero evidentemente está de vuelta y ha
cerrado ese período.
¿Qué
puedo decir de la carrera de Sergio Moya o la mía? Nada. Sergio y yo somos
viejos, fogueados, constantes. Sabíamos a qué veníamos, hicimos lo que sabemos
hacer dentro de nuestras posibilidades, llegamos como pensábamos. Cero
sorpresas damos nosotros en general.
Ganó
Patricio Lamas con 13.12. La primera mujer en cruzar la meta fue Valentina Cha
en 17.40.22. Valentina competía en equipo lo que da ventaja sobre mujeres
individuales. La primera mujer en individual fue Natalia Suppa con 17.40.24,
apenas dos segundos más y sin la ayuda de un varón coequiper. La segunda en
mujeres fue Adriana Blesa con 18.49. Todo mi grupo de amigos, los siete
samuráis, llegamos entre 24.56 y 25.02, o sea juntos. El “intríngulis
matemático” que le propuse por mail hacía sentido cuando yo creí que mi grupo
había sido el que había cerrado la carrera, todos últimos. Como salí segundo en
la categoría hubiera sido segundo y último al mismo tiempo en una competencia
de decenas de corredores. Pero finalmente no fuimos Farolito Rojo, pues
llegaron cinco colegas detrás nuestro.
Los
tiempos que se indican dan justa idea de prelación pero no de tiempo insumido.
Todas las personas que menciono en el párrafo anterior hasta Adriana inclusive
hicieron la cumbre y el bono. Los demás no la hicimos y la organización nos
agrega tiempos arbitrarios para que las cosas sean comparables. Nuestro tiempo
real fue de 19 horas sin cumbre ni bono.
Vamos
a la evaluación de la organización:
1.
Cerrar prematuramente el puesto del
km 53 sin comunicarlo claramente a los corredores en el PC anterior fue un
error. Si un puesto se debe cerrar antes por razones imprevisibles de seguridad
el custodio del puesto en su descenso debe avisar al puesto anterior que esta
información sea comunicada a todos los corredores que allí lleguen de ahora en
más. No sucedió en todos los casos. Muchos corredores fueron advertidos del
cierre, nosotros no.
2.
Cerrar el bono antes de las 18 h que
era lo pactado, sin motivo y sin comunicarlo es otro error
3.
Flexibilizar el corte de las 9 h, otro
error. Además, el corte de 9 horas es
como dije, nivel UTMB. Demasiado estricto. Entre 10 y 12 horas es algo más
razonable. La mejor prueba es Gustavo Tosco. Llegaba seguro a la meta.
4.
En la llegada no había fotógrafo para
sacar fotos de los corredores llegando. Como era tarde, se había ido. Esto no
ocurre en La Misión, siempre hay un fotógrafo aunque sea de madrugada.
5.
La carrera tiene 72 km y si se agrega
el bono, 82. Esto es lo que marcaron todos los GPS. Entonces, si tiene 72 u 82
km según se mire, ¿Por qué le decimos a la gente que tiene 100?
6.
Faltaron cintas de las que se usan
para marcar por donde va el camino. Es cierto que había instrucciones y mapa,
pero esto no exime al organizador de colocar cintas. Distinto si fuera una
carrera de orientación en las que se dice: “no habrá marca alguna, esto es
orientación, aquí se navega”. Pero lo que no se puede hacer es poner unas pocas
marcas y nada más. Yo estimo que no había ni un tercio de las que CDC o TMX
hubieran colocado.
7.
No se chequeó el equipamiento
obligatorio, ni siquiera algunos ítems a una muestra de corredores que es lo
mínimo razonable. Tampoco se pidió el apto médico o el electrocardiograma pese
a que eran requeridos.
8.
Last but not least, último pero no menos importante: La medalla que tan importante es para
nosotros los corredores, era “genérica”, o sea, nada tenía grabado, era
totalmente lisa y se le agregaba una etiqueta adhesiva (“sticker”) con el
nombre de la carrera, distancia y fecha. Es obvio que Sandro Del Rio hace esto
para disminuir costos usando la misma medalla para todas las cerreras pero es
muy triste. Falta poco para que en vez de una medalla te mande un mail que diga
“Terminaste, pegá este mail con un imán a la heladera”
P.D. “Los siete samuráis” es una notable película del mundialmente
reconocido director japonés Akira Kurosawa, el más grande que diera ese país, protagonizada
por el también mejor actor nipón que fue Toshiro Mifune. Es considerada una de
las diez mejores películas de todos los tiempos y cuenta la historia de siete heroicos
samuráis que deciden defender a un pueblo de campesinos del acoso y maltrato de
un ejército de asesinos ladrones. No se la pierda. Como nosotros fuimos siete
“guerreros” que llegamos juntos, me tomé el atrevimiento de robarle el título a
mi admirado Kurosawa.