Short Mision. mayo 2011

A Héctor Baccela, rosarino

Mi vida deportiva es como mi vida: un caos entrópico que siempre termina ordenándose sobre la marcha luego de varios cambios de planes. El sábado pasado iba a correr 80 k en Salta y no pude ir por problemas de laburo. Hoy debía correr otros 80 K en Sudáfrica (la famosa Comrades Marathon) y pasó lo mismo. Así que a Marcelo se le ocurrió correr la Short Mission (40 k de montaña en Potrero de los Funes, provincia de San Luis, que yo había corrido el año pasado con Ruben) y nos vinimos sin ninguna preparación especifica
Como siempre, había amigos por todos lados. Estaban Eduardo Gross y German Masut a quienes jamás terminare de devolverles un favor. También estaba Hernan Petruzzi.
Llovía al levantarnos pero como San Pedro es corredor -lo digo convencido- paró antes de la largada, exactamente lo mismo sucedió el año pasado. La mayoría salió de manga larga, calza ídem y mucho abrigo. Nosotros con ambas cosas cortas, sin guantes ni gorro de lana y nos bancamos el frío en la cumbre. Yo no solo no sufro del frío -siempre que no pase de menos 15 grados centígrados, tampoco soy oso polar-, más que eso, gozo con el sufrimiento que el frío produce. Si, soy masoquista. ¿no lo es un poco todo corredor de fondo?  Tanto frío hacía que "Guri" Aznares, el organizador, "mochó" una cumbre, lo que yo lamenté: se hubiera pasado aún más frío arriba.  Nos enganchamos con dos corredores más jóvenes con quienes hicimos casi toda la carrera juntos. Yo llevaba la punta, tarea que mucho me gusta porque en quien la ejerce cae la responsabilidad de mantener el ritmo del grupo y de estar atento a las marcas de diversos tipos que coloca la organización y sirven para reconocer la senda. No se puede titubear en esa tarea pues significaría bajar la velocidad, perder tiempo. Y una carrera de aventura no es un paseo para disfrutar del paisaje. Es una competencia y se trata de darlo todo para ganarle a tantos como sea posible. Eso precisamente es lo que hace Hermes (tal el nombre del equipo que formamos con Marcelo). Damos la vida en la carrera como también la da uno en el amor, la política o el laburo.  Es la tibiez lo abominable.
Tal vez ya sea hora de compartir con Ud. los resultados. Había 217 inscritos pero solo 129 se presentaron a la línea de largada. De ellos, 27 abandonaron, habiendo completado la carrera un total de 112. Cómo pudieron perderse tantos corredores es raro pues el circuito estaba muy pero muy señalizado. Tal vez debo decirle que no solo hicimos podio en la categoría, más aún, que salimos segundos (o segundo y tercero pues llegamos de la mano, sobre 21 en total).  Tal vez Ud. crea que esto es destacable o meritorio. Que vale algo. Seré sincero: yo también pensaba que valía algo un podio en una carrera donde, seamos honestos, no corre cualquiera. Hasta que hablé largo y tendido con Héctor Baccela, un rosarino de 60 anos que llegó apenas siete minutos después que nosotros (pusimos 5.58). El hombre había sido operado de un enorme cáncer de próstata hace apenas ocho meses. Corte hasta el ombligo pues el tumor todo eso ocupaba. Contó sin sentirse mal que en la carrera no podía evitar orinarse encima. Pero no por eso paraba. Ud. se preguntara como se tantas cosas de este señor cuando se sabe que corriendo no es fácil ser locuaz. Yo reconozco que soy un poco verborrágico (¿la extensión de este mail no es prueba de ello?) Pero también es cierto que los corredores hablamos sin hablar. No precisamos de tantas palabras como los sedentarios.
A este rosarino gigantesco van dedicadas estas líneas. Porque lo nuestro es nada a su lado. Pero sobre todo, porque es desde ahora una de las luces que iluminan nuestro diario y duro entrenamiento.