Vino a Buenos Aires a negociar los derechos de distribución para nuestro país de su última película, o al menos eso me dijo en una primera instancia y como ambos somos un poco superhéroes me preguntó si había alguna carrera interesante este primer domingo de agosto para despuntar el vicio pues además de justiciero, Linterna Verde es destacado atleta.
Le hablé de la Merrell Pinamar que ya va por su duodécima edición, y enseguida me dijo que fuéramos. Íbamos en el auto a la hermosa localidad de la costa bonaerense cuando me contó y desveló el verdadero propósito de su viaje a la patria del tango y el bife de chorizo: Al UGLC (Universal Green Lanterns Congress) habían llegado noticias de mis denodados esfuerzos para defender a los desvalidos, arreglar la crisis económica mundial, rescatar princesas prisioneras en torres de castillos, paliar inundaciones en Pakistán, salvar refugiados en Libia y otras actividades mías en beneficio del bien público, y me votaron unánimemente como nuevo Linterna Verde para el planeta Tierra. Así, me dio el uniforme, el anillo y la lámpara para cargarlo. No bien llegamos al hotel me puse la pilcha –porque me dijo que tenía que correr con ella. Le pedí que nos sacáramos una foto juntos, si no mis amigos, le dije, que son unos escépticos incorregibles, no me creerán una palabra de todo esto. “Imposible” –me espetó en voz de mando- “desde ahora no podés sacarte más fotos. Preservar tu identidad es tu mayor obligación de aquí en más”. Así que la foto pal feisbuc queda pa´otra vez, vio.
Le pregunté al Linterna Verde que me estaba pasando el bastón de mando si el anillo no se podía cargar más fácil de un puerto USB, pero me miró con cara de no sé de qué me estás hablando, por lo que interpreté que la tecnología aún no ha llegado al UGLC, o sea son como la FIFA, digamos.
Yo había corrido Pinamar tres veces, la última hace ya algunos años y no recordaba cuanto tiempo había puesto. Así que no era fácil desarrollar una estrategia de “timing” y corrí a la que te criaste. El tiempo estaba impecable, nublado y sin viento lo que sumado a la belleza del paisaje y del terreno, auguraban una carrera memorable. Como además de los 27 km. regulares y que corríamos muchos, se corrían postas, había un total de 2300 corredores en la víspera, llenando los restaurantes de la localidad y comiendo fideos en todos ellos. La tribu corredora en pleno con todo el “charm” que la misma destila y del que yo tanto disfruto.
La jornada es particularmente cara para los fondistas argentinos. Porque fue un 7 de agosto en que Juan Carlos Zabala y Delfo Cabrera obtuvieron las únicas dos medallas de oro en maratón olímpico para nuestro país. El primero en Los Ángeles en 1932 y el segundo en Londres en 1948. Por esto hoy, 7 de agosto es considerado el “Día del Maratonista Argentino” y yo creo que con mucha mayor justificación que muchos otros días tontos, de índole totalmente comercial. El 7 de agosto nosotros no nos regalamos nada el uno al otro. Simplemente nos deseamos suerte en las próximas carreras y recordamos con respeto y cariño al “Indio” Zabala y a Delfo.
Comenzó la carrera puntualmente a las 10 del domingo. Se inicia con una media docena de km por la playa, que le permiten a uno sentir esa agradable sensación de hundir el pie en arena blanda como cuando corríamos just for the fun of it, como cuando éramos chicos y no sabíamos aún que aquel juego infantil se tornaría una obsesión adulta. Luego de un par de km de transición se toma la parte verdaderamente linda, destacada y dura de esta carrera, que son seis kilómetros de médanos, alguno de los cuales llega a tener 7 u 8 metros de altura, aunque la mayoría mucho menos. Una zona donde lo único que se ve es arena en las cuatro direcciones. Es aquí donde es posible obtener las mejores fotos de la carrera y momento en el cual uno lamenta estar vestido de corredor y no de fotógrafo porque la fila de atletas transpirando y corriendo por el filo de un médano como una columna de devotos guerreros camino a la batalla, conforman una postal muy fotogénica. Marcelo y yo le pusimos mucha atención a este tramo pues ya estamos inscritos para correr en abril de 2012 la Marathon des Sables en Marruecos: 251 km en el desierto del Sahara en donde encontraremos médanos como estos pero en cantidades mucho mayores, casi interminables.
Prosigue con un largo tramo de bosque de pinos, con piñas en el piso y olor a pinocha –esos pinos tan altos, ese olor a bosque de la infancia- para terminar con unos pocos km de senderos o calles de la localidad. Yo me sentía increíblemente fuerte y pasé corredores de a decenas, creo que en toda la segunda mitad de la carrera me pasó uno solo. Quería meter un podio, a qué negarlo y puse todo lo que tengo. Todos los poderes de mi nueva identidad de Linterna Verde desplegué con ese fin. Los otros corredores, al verme de uniforme de superhéroe, me miraban, se imagina Ud., con cara rara.
Entonces encontré la motivación que me faltaba. La hallé en el cielo, que aunque ligeramente nublado era celeste como la camiseta de la selección de mi país. Así que me dije, si los muchachos pudieron en Sudáfrica y en la Copa América, yo también puedo conseguir lo imposible. Y comencé a dedicarle cada corredor o grupo de corredores que pasaba, a un integrante de la selección. “Este va para vos, Suárez” me decía a mí mismo al dejar atrás al de remera violeta que me sirvió de liebre un tramo. “Este otro es tuyo, Ruso”, y así recibieron su dedicatoria Forlán, el Loco Abreu, Cavani, Lugano, Palito y todos los héroes de cuyos nombres me iba acordando.
Entonces llegaron los últimos dos km que vuelven a ser, como los primeros, de playa. Yo tenía GPS así que sabía exactamente cuánto faltaba. Seguía pasando gente. Quedan ahora 300 metros y se ve ya que hay que salir de la playa hacia la calle principal, donde, escasos metros adelante, está el arco que marca el final, el descanso, el abrazo con los colegas, la medalla, el camino a la ducha y a la comida. Tengo tres corredores delante y pondero las chances que tengo o no de pasarlos. Ellos optan por el camino más sencillo, de menor castigo para la vapuleada osamenta que es seguir por la arena dura y luego doblar en ángulo recto hacia el final. O sea, toman los catetos del triángulo rectángulo. Yo comprendo que la única chance de pasarlos es pegarle por la hipotenusa, pero esto implica correr sobre arena blanda, seca, y hacerlo tanto o más rápido que lo que corren ellos por arena firme. Y lo consigo y dedico dos de los tres corredores a cada una de las Sagradas Manos de Muslera y el último corredor que logré pasar fue, claro, para Ud., Maestro.
Terminé en 2.34.20, noveno de 105 en la categoría (Hombres de más de 50 años), o sea, 8,6 percentil. No estuvo mal pero no dio para podio ni de cerca. Muchas veces termino las competencias muy entero, la mayoría. Pero esta vez fue más que eso: quería seguir corriendo y faltando un km lamenté que la carrera no continuara tres o cuatro más pues al ritmo que venía pasando gente, hubiera sin duda mejorado mi posición en la general y quizás en la categoría. Atravesé la línea de llegada con los brazos abiertos y en alto como quien gana una etapa del Tour de Francia, sabiendo que me esperaba una gran foto. Con el rostro iluminado como un cielo de verano y las piernas firmes y fuertes, como el trueno de un tambor. “Flor de Murga”, que estrictamente hablando no es una murga sino una agrupación carnavalera (recuerde lector que los montevideanos nacimos entre murgas y tablados) alegró tanto la previa a la carrera como el “post”. Siempre están aquí y en Tandil, la otra igualmente hermosa carrera de la provincia de Buenos Aires. Con sus trajes multicolores, su música alegre y ritmos vivos, le ponen un toque de “pum para arriba” a todo el entorno.
Uno siempre antes de escribir estas líneas mira la clasificación a ver si hay algo que amerite ser comentado a los lectores. Cecilia Urtubey cuya edad no voy a desvelar aunque la conozco porque ante todo soy un shentelman, baste decir que corre en la categoría “Damas de 41 a 50” no sólo ganó en su categoría sino que lo hizo en la general. No recuerdo que esto se haya dado nunca antes en hombres, o sea, que un cuarentón gane en la general. Notable lo de Cecilia, chapeau pour elle.
De mis amigos corrieron Santiago Coria (que salió décimo sexto de casi mil hombres en la general y eso porque ocho de los que le ganaron acortaron por error, o sea, hicieron trampa, pero no queriendo), Nora Maggio, Marcelo Rodriguez, Daniel Minenna, Pablo Varán, Hernan Petruzzi, Carlos Etcheverry y Gabriel Szkolnik. Con Gabriel corrimos Pinamar en la que fue mi primera vez, hace muchos años. Tenemos una notable foto llegando juntos a la meta.
No hubo malhechores asaltando bancos ni abusando de viejitas, por lo que Linterna Verde pudo dedicarse exclusivamente al deporte. Volvimos con él al hotel, y mientras caminábamos me contó de las maratones de hasta 800 mil km –dos vueltas al ecuador de Júpiter- que ha corrido en el universo. Subimos las escalinatas del hotel abrazados, en silencio durante unos minutos, silencio que él rompió cuando me dijo lo más humano que le escuché en todo el fin de semana que pasamos juntos: “Amo este deporte y a él me entrego en cuerpo y alma como las pitonisas a su oráculo, como los amantes a su idilio. Amo este deporte y, como dice una canción de Gilda, no me arrepiento de este amor”.