Maratón de Buenos Aires, 9 de octubre de 2011

"Corré solo media maratón, porque venís de correr 65 kms de montaña en Champaqui hace cuatro semanas (quinto), de 20 k en Palmar hace dos (cuarto) y de 21 k en Zarate hace una (segundo) y eso es mucha paliza. " me dijo mi entrenador Gastón Aldave. Claro, es fácil decirlo, más difícil es hacerlo. Fue como darle una botella de vino a un borracho y pedirle que beba solo la mitad. No podía bajarme en la mitad. ¿What for? ¿Qué necesidad de volver tan rápido a ese mundo hostil de sedentarios que no entienden nada y te preguntan en la víspera si en caso de lluvia corrés con impermeable? ¿Dónde iba yo a estar mejor un domingo que rodeado de brasileños, colombianos, venezolanos, chilenos, peruanos, uruguayos, argentinos de todas las provincias que comparten la pasión por el más antiguo de todos los deportes? ¿Dónde me sentiría más a gusto que en el seno de la Gran Patria Corredora, en el seno de mi tribu? En parte alguna, sin duda. Así que seguí. Como el ritmo lo controlaba el GPS, yo puse velocidad crucero como se hace en el auto en autopista, saqué los pies del freno y del acelerador y a velocidad endemoniadamente constante, me dediqué a mirar una vez más la ciudad que amo, en la que vivo y de la que diariamente gozo. Sus calles céntricas, sus villas paupérrimas, su ostentoso Puerto Madero donde trabajo, su puerto, sus adoquines, sus esquinas. Sus mozos, sus chicas, sus turistas distraídos, sus familias en paseo. Hay un tango que dice: "..pues donde hay una milonga (lugar donde se baila tango) yo no puedo estar sin ir". Eso me pasa a mí con las carreras. Yo veo un arco de largada, un mesa de agua al costado y... cazo las zapas que tengo siempre en el auto y allá voy. Esté o no en mi plan de entrenamiento.
La maratón de Buenos Aires empezó puntualmente a las 7.30 con cielo nublado. Había llovido durante la noche y se anunciaba lluvia nuevamente a partir de las 9, o sea, "maso" en la mitad de la carrera. Esto no ocurrió, no cayó una gota, prueba si hacía falta de algo que siempre supe: Dios y San Pedro, son corredores. No seguí liebre ni estaba con amigo alguno para "tirar juntos". Pero tenía de vuelta mi gran amigo el Forerunner 405. Así que lo puse a 4.55 y simplemente, lo seguí toda la carrera. Así de simple. Terminé entero en 3.28.39. Hacía cuatro años que no bajaba las tres horas y media.
No alcancé mi PR, que es de 3.20.30 obtenido precisamente hace cuatro años en la hermosa capital catalana. Entonces contaba en los últimos kilómetros con la ayuda de mi sobrino Kim, que se encontraba estudiando en esa ciudad y me "llevó" hasta el final a 4.00 el km, lo que nunca habría conseguido sin él. Como lo extrañé hoy, pues de haber estado a mi lado como en Barcelona, tal vez hubiera hecho marca, tal vez. Y ahí sí, entrado en los libros.
Llegué no pidiendo agua ni "geito" ni comida ni masajes. LLegué pidiendo el km 43, quería seguir corriendo. Yo no sé por qué las carreas tienen que terminarse justo cuando uno empieza a divertirse, vicio que deriva de las ultras, supongo. LLegué solo, llorando como si hubiera sido mi primera maratón. Llorando de la emoción de, a los 53, poder correr maratones abajo de 3.30 y sin haber hecho un solo fondo previo de 30 como indica la norma
23 maratones urbanas en la bolsa (sin contar maratones de montaña ni ultramaratones, ni carreras de varias etapas) y 12 años en los que al menos he corrido una maratón urbana en cada uno de ellos (y a veces dos y tres).
Sabe, la raza de atletas está dividida en dos, los de calle y los de montaña que no se llevan del todo ni se frecuentan demasiado. Muchos de nosotros -en modo alguno creo ser el único- somos una especie de puente entre ambas comunidades, de vínculo, de link, de eslabón, que goza tanto de una ultra en los Andes como de un 10 k en las callecitas de Buenos Aires. Porque yo amo correr en las montañas, en el medio de la naturaleza. Pero siempre creeré que la verdadera medida de un corredor, son los 42 de calle. La Maratón es la madre de todas las carreras.