Para Paulo Belluschi y José Mostaza, jinetes del Apocalipsis
Lleva uno sobre los hombros y en el alma tantas carreras corridas como textos sobre carreras escritos. Y si bien uno disfruta de ambos se hace a veces difícil encontrar los recursos literarios para contar una carrera más, cuando se han narrado tantas. Más complicado se torna aún elaborar un texto medianamente interesante cuando todo ha salido bien. Es fácil escribir de fracasos y errores, muy difícil hacer líneas glamorosas de la eficiencia. Le voy a poner un ejemplo de esto que digo. Ud. conoce la historia de los exploradores Scott y Admunsen en su carrera a ser los primeros en alcanzar el Polo Sur a principios del siglo pasado. Para hacer una larga historia corta, como dicen los anglosajones y no extenderme en una carrera que no es el sujeto de estas líneas y sobre la que hay libros y libros ya escritos, digamos que Scott era un desastre planificando logística y como consecuencia perdió la carrera y no solo eso, también la vida en esa expedición. Admunsen era por el contrario “el organizador perfecto”. Hizo todo bien, ganó la carrera al Polo y volvió sano y salvo con todos sus hombres. Pero hay un solo libro de la gesta de Admunsen y decenas de la tragedia de Scott. Por lo que decía antes, la eficiencia “no vende” en términos literarios. Pero basta de poner excusas, Berni, pensá que los lectores “te pagan” para eso, a no quejarse y vaya despuntando el relato..
Deberán perdonar los viejos atletas argentinos, que conocen el “Cruce” en detalle, que comience con un breve párrafo recordando a mis lectores en general, las características de esta carrera. Se trata de correr unos 95 kms en las montañas de la Patagonia, comenzando en Argentina y terminando siempre en Chile, en tres etapas que transcurren en tres días sucesivos. Cada etapa tiene aproximadamente unos 32 kms y el desnivel de cada una es variable, por supuesto. En esta edición del Cruce estimo que en total sorteamos unos 2800 metros de desnivel vertical acumulado (DVA). Los paisajes son “alucinantes” (porteñismo por “muy bonitos”) como lo son en cualquier parte de esa maravillosa región del mundo, la última “Terra incógnita” que es la Patagonia chilena y argentina. Lagos color esmeralda rodeados de montañas tapizadas de araucarias y nieve, que amanecen cubiertos de bruma que va disipándose con las primeras luces del sol, conforman una vista única en el mundo e inolvidable (Secretaría de Turismo de la Patagonia, no olvidar mandarme el cheque por el chivo). Pero lo más lindo de esta competencia no son los paisajes. Queda mal que yo diga esto pero para mí, da igual en qué lago acampo, por qué montaña corro y si hay valles o riscos o laderas o pastizales. Yo solo miro los veinte metros que tengo adelante y me da igual correr en ese paisaje de ensueño o hacerlo en la colectora de la Panamericana en las afueras de Buenos Aires. Otros miran, disfrutan y sacan fotos. No es mi caso, yo soy el “corredor total” obsesionado por el resultado y nada más. Sé que esto no habla maravillas de mí, pero así soy yo.
Pero lo que yo disfruto es otra cosa, son los campamentos que cada día se realizan a orillas de un lago hermosísimo, luego de finalizada cada jornada. Allí, en 500 carpas atropelladamente levantadas unas al lado de la otra se dedican a restaurar su heridas de guerra y compartir mate y comida un millar de colegas, dementes, corredores, aventureros, soñadores, delirantes, ingenuos, desorientados, anormales, desquiciados. Un millar de gentes como uno, en resumen. Una ciudad de magia en el mundo loco en que vivimos, eso son los campamentos del Cruce. Y hay belgas y franceses y alemanes y mexicanos y venezolanos y chilenos y uruguayos y argentinos de todas las provincias y muchísimos brasileños y entonces alguien que como yo ama hablar hasta por los codos en la lengua que haga falta, se siente a sus anchas y conversa y conversa y conversa con todos de todo. Lo más cercanos al paraíso, eso es un campamento del Cruce. Un lugar donde reina la camaradería y la solidaridad, donde nadie roba nada y comparte todo. Hay que haberlos vivido esos campamentos para entender cabalmente lo que digo.
Yo suelo en mis relatos de ediciones anteriores del Cruce, mencionar a los conocidos que solían correrlo y no lo hicieron esta vez. Ya no más, pues son demasiado y sería aburrido. Haré al revés, mencionaré a los que sí estaban. Estaban allí Mariano Saldaña, Pablo Shaw, Pablo Varan, por supuesto Norberto González y su señora (lleva siete cruces como yo, estamos entre los más veteranos, aunque hay un matrimonio que ha corrido las diez ediciones que se han realizado) y los dos equipos con que nosotros participábamos, Oscar Andrade que corría con Rubén Costantino y mi equipo, Hermes, integrado por Marcelo Rodríguez y este servidor.
En los campamentos la organización provee comida, que era muy abundante, de buena calidad y muy variada (carne vacuna, pollo, cordero, chorizos, morcillas, pasta con dos salsas distintas y arroz, todo en la cantidad que uno quisiera)
El primer día fue de exigencia moderada y salimos terceros en la categoría. Rubén y Oscar, que corren en la misma categoría que nosotros (Caballeros C o sea, parejas que juntos suman de 101 a 110 años) estaban segundos. Primeros iban una pareja de uruguayos. El segundo día fue más duro, aunque pese a lo que muchos corredores creen, no fue ni remotamente la jornada más dura de todos los Cruces, ha habido peores. Tenía sí mucho DVA pero nada del otro mundo. Pero las cuestas tomaron cuenta de las piernas de muchos ese día. Yo tengo la teoría de que las cuestas son como los perros: si los mirás con temor, te muerden, pero si los encarás tranquilo, sabiendo qué ritmo de montada desplegar, llegás a la cumbre entero y con piernas para seguir. En esta segunda jornada nosotros caímos mucho pues Marcelo sintió fuertemente la etapa de subida (unos mil metros o algo más, ese día). Caímos a posición 102 en esa jornada y 85 en el ponderado de los dos primeros días. Yo pensé que nuestra posición en el podio había desaparecido pero quien iba cuarto sufrió el mismo colapso evidentemente, porque el primer día estaba a 15 minutos de nosotros y a ese mismo tiempo permanecía luego del segundo día. Pero la nota la dieron Rubén y Oscar que ahora estaban primeros, 18 minutos adelante de los uruguayos.
Llegó así el tercer día, nosotros con Marcelo bastante recuperado pero no a full, no como el primer día, y procurando ambos no caernos del podio, lo que ocurrió finalmente, pues entramos terceros. Otra vez la parte interesante se dio en la pelea por el primer puesto. Rubén y Oscar se perdieron y allí se patinaron ocho minutos. Además, debieron luego sufrir más tiempo de espera en tres cuellos de botella que se formaron en esa, la tercera jornada. Allí perdieron sin duda al menos diez minutos más que los uruguayos, que terminaron primeros por apenas 33 segundos en una carrera de 13 horas. Pero así son las cosas. Salud y chapeau a mis compatriotas que ganaron en buena ley. El segundo puesto que como dije fue un primero compartido, de Oscar y Rubén se agiganta aún más si se piensa que Oscar corría por primera vez una carrera de aventura y por primera vez una distancia arriba de 15 kms. Nadie podía imaginar tamaño desempeño en un debutante, pero lo hizo. Y un último punto para resaltar lo que ellos consiguieron: estuvieron a 33 segundos como dije del primero, o sea nada, pero le sacaron ¡una hora! Al tercero (o sea, a Marcelo y a mí)
Un párrafo aparte debo sin duda dedicar a los tres cuellos de botella que se produjeron en el último día. Nosotros esperamos en cola unos cinco minutos en cada uno, pero los corredores lentos esperaron arriba de una hora, muchos hasta dos horas. ¿Cómo se produjeron esos embotellamientos? ¿Tiene la organización responsabilidad por ellos?
Hombre, no me haga dos preguntas a la vez, que yo soy tipo simple, si no me confundo y no puedo responderle. Vamos de a una. Se produjeron porque en ciertos lugares existía una mínima dificultad técnica, que a su vez generaba un mínimo riesgo. Y los corredores que no tienen experiencia en montaña necesitan apoyar la totalidad de la planta del pie para sentirse seguros, mientras que los montañistas sabemos que podemos apoyar un 5 % y subimos rápido y sin temor. Titubeaban, dudaban, la pensaba cada uno diez veces donde poner el pie, de donde agarrarse y lo que para uno era un instante, ellos tomaban minutos por corredor para sortear el obstáculo. Así tres veces.
Voy pues a su segunda pregunta, de si la organización tiene o no responsabilidad. Sí, alguna tiene pues uno sabe que dos tercios de los corredores son lentos y carecen de habilidad de escalada y esto ocurrirá. Pero ¿cómo hacer para diseñar un circuito de montaña que todos los años sea distinto y que además no tenga el menor obstáculo técnico como para que alguien sin ninguna habilidad montañera no se atore? Admitamos que no es sencillo.
Así pues, digamos que fue responsabilidad tanto de la organización como de la inexperiencia de los corredores. En cual de los dos factores quiere Ud. descargar la mayor parte de la responsabilidad, es un asunto suyo. Yo soy cronista objetivo, vio, y le cuento la posta para que Ud. luego saque sus conclusiones.
El tercer día fue ente medio y liviano (diría “light” si no fuera un extranjerismo y no me gusta usarlos excesivamente) y terminamos en Icalma, en Chile, adentrándonos en el hermano territorio chileno no más de cincuenta metros. Muy amables las autoridades de ese país, que antes nos hacían el control migratorio en el medio de la carrera, haciéndonos parar –unos segundos- ahora lo hacen en la llegada, para lo cual funcionarios chilenos se desplazaron un domingo desde Temuco sin cobrar más que viáticos. Y entiéndase que Chile no recibe nada de este evento pues no hay turista que permanezca en ese país menos que los corredores del Cruce, que lo hacemos por no más de media hora, ni que gaste menos –nosotros no compramos nada de nada, solo comemos el almuerzo que la organización nos da al llegar-
Una anécdota de cierra. El año pasado una dama muy gentil nos sacó fotos al llegar y nos las mandó por mail –ella estaba esperando a su marido que también corría, pero más despacio-. Pues este año tuvo la amabilidad de avisarme que allí estaría de nuevo y nos volvió a fotografiar. Gracias a Nilda Fantini es que tenemos fotos de la llegada. Terminamos terceros en la categoría, por lo que a la noche pudimos darnos el placer de subir al podio en la ceremonia de premiación, de 30 equipos en total que había en la categoría. Oscar y Rubén como dije salieron segundos, pero desde cualquier punto de vista, ellos y los uruguayos empataron. En la general salimos en la posición 82 de 494 equipos que completaron la carrera. 89 equipos abandonaron.
Finalmente, una explicación de la dedicatoria. Este deporte de la carrera a pie, madre de todos los deportes sin duda por ser el más antiguo, deporte que nació el día en que un homo sapiens dejó de correr para cazar un bicho para hacerlo por placer, un día no identificado hace milenios en una estepa africana, este deporte, decía, me ha dado recuerdos y anécdotas inolvidables. Jornadas memorables. Pero la más emotiva de todas fue la última del Cruce de 2009 en que junto con los dos jinetes del Apocalipsis –así llamamos al cuarteto que ellos, Rubén y yo formamos ese año- y bajo la conducción y liderazgo de Pepe Mostaza obtuvimos una de las victorias más importantes de nuestras carreras deportivas. Hay muchos días hermosos en la vida de uno. Pero pocos días de gloria y ese fue uno de ellos.