Vivir para contarla (Carrera de 80 kms en el Cerro Champaquí, Córdoba, Argentina, Septiembre 2010)

La Misión es una carrera de aventura extrema cuya primera edición tuvo lugar en 2005 en la Patagonia argentina, en la zona de Villa La Angostura. Consta de aproximadamente 150 kms de montaña y tiene lugar en los primeros días de diciembre. Este año su organizador, procurando como es natural expandir la experiencia y ganar mercado, decidió hacer lo que en consumo masivo se llama crear una categoría a partir de un producto exitoso. O sea, hizo otras dos carreras que son llamadas “Mision trails”. (Vaya uno a saber de donde nos viene tanto anglicismo y lo que es peor, mal inglés pues en ese idioma “Mission” lleva doble ese), la primera de las cuales fue de 40 kms. en San Luis y que yo corrí con Rubén Costantino y la segunda, de 80 kms y 3031 metros de desnivel vertical acumulado (DVA en la jerga), tuvo lugar este fin de semana que pasó, arrancando el sábado 11 de agosto de 2010 a las 12 del mediodía en un pequeño pueblo cordobés llamado San Javier – Yacanto y que corrí con Marcelo Rodríguez.
Córdoba es un provincia dividida por una importante cadena de sierras que la atraviesan de norte a sur, dejando su capital, la mayor parte de la superficie y la gran mayoría de la “Córdoba turística” del lado este. Al otro lado está la zona llamada “Traslasierra”, poco visitada, tranquila y bastante aislada. Traslasierra es una región mucho más seca que lo que uno está acostumbrado a ver en la Córdoba habitual o turística, pero no por eso menos bella.
Marcelo y yo nos alojamos en el Hotel Yacanto, en cuyos jardines terminaba la carrera, lo que siempre es agradable pues luego de cruzar el arco de llegada, uno no quiere caminar ni un solo metro más. El hotel fue fundado por los ingleses en 1922 y desde hace 45 años lo maneja una familia. Nada o muy poco ha cambiado en el hotel en lo referente a mobiliario o ambientación. Los cuartos no tienen placares sino roperos, como los de nuestras abuelas, arañas y no plafones, azulejos color rosa en los baños y cisternas de inodoro externas de fundición inglesa con remaches pues no había soldadura en esos tiempos. Alguien podría pensar que el hotel necesita un “upgrade”. Tal vez. Pero seguramente perdería ese encanto de llevarlo a uno de vuelta a los tiempos de la antigua y señorial Córdoba, que es lo que el habitué de ese establecimiento seguramente busca. En este hotel se alojó una vez Manuel “Manucho” Mujica Lainez y en sus mesas escribió en un fin de semana sin interrupción, “Bomarzo”, seguramente su obra más importante.
La carrera comenzó en la plaza central de este pequeño y parsimonioso pueblo, donde desconocen términos como robos, piquetes y embotellamientos, y en el cual los policías matan el tiempo a fuerza de mate y charla. Apenas ocho kms de comenzada, comienza a subir muy fuertemente, partiendo de los 850 metros sobre el nivel del mar (msnm) de la plaza hasta los 2600 en el km 19. Desde muy al principio se unió a nosotros Pablo Shaw, buen caminante, con buen sentido de orientación y buena persona que permanecería toda la carrera con nosotros para nuestra suerte.
La subida es mortal y se produjeron aquí la mayoría de los abandonos de la carrera, que no fueron muchos, solo 13 o sea 5 %. Nosotros la hicimos “de un saque”, sin parar ni un instante ni para respirar. En esta etapa yo llevaba la punta, lo que produce un desgaste nada despreciable. Luego se continúa por un filo hasta un puesto en el km 23, donde se era posible comprar empanadas y gaseosas, de las que dimos buena cuenta. La parada no duró más de diez minutos y continuamos otra vez por el filo hasta la próxima parada, km 28 donde solo había agua. La tercera parada estaba en el km 38 pero se hizo inalcanzable, parecía que como el laguito de un oasis, se alejaba cada vez más. En este puesto, tercero y último, nos abrigamos, nos “clavamos” (argentinismo por “comimos con mucha hambre y disfrute”) más empanadas, nos hidratamos y sin mucha demora, otra vez a caminar. De aquí para adelante eran 17 kms de camino de auto, de ripio muy bueno, hasta la cima del cerro Champaqui, el punto más alto de las sierras cordobesas a 2790 msnm. Es claro que caminar por un trazado apto para autos es bastante más sencillo que hacerlo por senderos de montaña. Pese a ello, nos extraviamos tomando un desvío incorrecto lo que agregó cuatro kms y unos cuarenta minutos a nuestro trayecto. Hicimos cima en el Champaqui diez minutos pasada la medianoche y nos dijimos uno al otro, de ahora en adelante todo es bajada, bendito sea el Señor y su Santísimo Sacramento (dicho habitual de mi abuela).
Se retorna unos cuatro kms por el camino de autos, al cabo de los cuales uno sale del camino para tomar lo que se llama la “Cuesta de las Cabras”, una tremenda bajada que zigzaguea hacia el pueblo de San Javier, que nos tomó 3.15 horas, todas de noche, pues la oscuridad ya nos había alcanzado en el Puesto 3, justo antes de empezar el camino de autos. Esto fue muy bueno porque en un camino de ese tipo la luz no hace demasiada falta.
La Cuesta de las Cabras parecía no terminar nunca. Acá lideraba Pablo, seguido muy de cerca por Marcelo. Pablo tomaba la decisión de camino en el 95 % de los casos y cuando dudaba, opinaba Marcelo. Yo seguía pasivamente y acataba la decisión que ellos habían tomado. Como ambos iban más rápido que yo, de tanto en tanto paraban unos instantes para permitirme alcanzarlos, caso contrario hubiéramos rápidamente perdido contacto visual.
En el medio de este descenso percibimos una luz en un lugar donde no debía estar. Claramente era la linterna de cabeza de un corredor extraviado al que, obvio, no íbamos dejar allí. Así que le gritamos y lo esperamos hasta que nos alcanzó y retomó el camino marcado. Era un corredor de elite, que se había perdido y como no bajaba nadie con luces le pudiera mostrar el camino, había decidido dormir dos horas, de las que acababa de despertar
Terminada la Cuesta de las Cabras, quedaban unos 8 kms de ripio hasta el pueblo y luego dos más desde la plaza hasta el hotel. Llegamos a las 5.29 de la mañana, o sea, estuvimos en la montaña sin parar un instante durante 17 horas y media.
Ganó Gustavo Reyes, desde hace ya bastante tiempo dueño y señor de las carreras de aventura en Argentina. “Metió” (argentinismo por “hizo un tiempo extraordinario de…”) 9.33, ¡y se dio el lujo de sacar fotos durante el camino!
Segunda en la general fue una mujer, algo muy inusual: Tania Díaz, originaria de un pueblo cercano hizo 11.33. Lo que hace aún más notable la proeza de Tania es que vive del otro lado de la sierra y terminó su jornada laboral el viernes a las diez de la noche, hora en que descendió a San Javier por la Cuesta de las Cabras –que luego haría otra vez en la carrera- llegando al pueblo a las 3 de la mañana. Así y todo, ganó en damas y salió segunda en la general.
El pueblo de Tania se llama Yacanto de Calamuchita y a vuelo de pájaro, está a unos 40 kms de San Javier - Yacanto. Pero para ir en auto hay que rodar 300 kms vía Alta Gracia, por la presencia de la sierra ya mencionada. A mi me gusta esto de que la naturaleza aún ponga sus condiciones en ciertas áreas, que no todo sea vencible, asfaltable. Ojalá continúe siendo así por mucho tiempo
Marcelo Rodríguez llegó en la posición 76 (de 261 que largaron) en 17.29. Pablo Shaw y yo en la 77 con igual tiempo (unos segundos después pero esta carrera no toma fracción de minuto por motivos obvios, no tiene sentido)
Terminada la carrera, vivimos todos horas de angustia e incertidumbre. Cuatro corredores estaban extraviados en la montaña. Un grupo de tres apareció el lunes a la mañana sanos y salvos todos. El cuarto, Cristian Gorbea fue avistado por un helicóptero el mismo día a la tarde.
Su vivencia fue realmente excepcional. Descendiendo la Cuesta de las Cabras, perdió el sendero en algún momento. Cuando se dio cuenta, por lo agreste del terreno donde estaba y lo poco marcada que estaba la supuesta senda, que no podía ser la correcta, dio media vuelta con tan mala suerte que resbaló y cayó a un precipicio, perdiendo en la caída la linterna de cabeza.
El precipicio tiene unos 120 metros de profundidad pero Cristian tuvo la suerte de caer no más de tres metros y ver su caída detenida por una pequeña cornisa, en la que apenas cabía su cuerpo.
Segundo golpe de suerte, en la cornisa había un árbol que lo retuvo, caso contrario una superficie tan pequeña no habría conseguido impedir que su caída continuara hacia el abismo, solo le habría producido un golpe intermedio.
Tercer golpe de suerte o milagro, dejo el nombre a su criterio, estimado lector: de la cornisa salía un pequeño goteo de agua con lo cual pudo abastecerse de lo más precioso: agua
Cuarto golpe de suerte: la cornisa tenía un reparo que le protegía del viento, impidiendo que su cuerpo entrara en hipotermia
Cristian tiene 50 años y es corredor experimentado (Aconcagua, Eco Peugeot, Ironman y compañero de mil escaladas de Alberto Beunza, veterano de Sables, o sea, Cristian es cualquier cosa menos un novato). Esa experiencia le permitió darse cuenta de que si intentaba subir, era muy posible que fracasara y cayera al abismo, por lo que sabiamente se quedó a esperar que lo rescataran. Estuvo 42 horas en la cornisa, con dos barras de cereales, cuatro caramelos, un chocolate y agua que bajaba de la montaña.
El rescate se produjo de esta manera: el dueño de la estancia Constancia, Luis Dorado, viendo lo complejo de la situación y conociendo bien la zona, envió dos de sus empleados, baqueanos conocedores de cada palmo, a volver a revisar la zona que si bien ya había revisado policía y bomberos, era donde él presentía que podía estar. Así es que Gabo y Peco, tal el nombre de los dos baqueanos, se mandaron entre las grietas del cerro y escucharon los gritos de Cristian. Luego de ubicarlo dieron aviso a los bomberos quienes concurrieron munidos de cuerda y lo levantaron de lo que fue su pequeño hogar durante casi dos días. Como estaba entero físicamente no tuvieron problema en bajar caminando todos juntos hasta la Constancia donde se reencontró con su esposa y amigos.
Hubo dos helicópteros y un avión buscándolo pero no fueron ellos los que lo encontraron ¿significa que no sirvieron para nada estos medios aéreos? No necesariamente. El escuchar que lo buscaban dio ánimo a Cristian para seguir fuerte y sus gritos a los helicópteros fue lo que escucharon los baqueanos. Si no lo pudieron avistar, fue por la nula visibilidad que provocaba el bajo techo de nubes.
Y hasta es probable, por qué no pensarlo, que la fuerza que Ud. y yo y todos hicimos esos dos días haya servido. Y no hay que ser creyente en nada para pensar esto, yo no lo soy.
Una verdadera odisea que será contada por los corredores de aventura durante años y una odisea que tiene un antecedente en los EE UU.
El libro “In the zone” de Peter Potterfield narra una situación real muy parecida a la que le tocó vivir a Gorbea. Los hechos le ocurrieron al propio Potterfield, famoso periodista y escritor de montaña. Puede Ud. verificar los libros que ha escrito y lo que ha escalado en su sitio web http://www.peterpotterfield.com/. Que la tragedia le ocurriera a un profesional de la escritura, es lo que hizo que el texto sea tan atrapante. El autor es al mismo tiempo protagonista, algo que rara vez ocurre. John Krakauer y "Into thin air", en el que Krakauer narra la tragedia de 1996 en Everest es la única otra situación parecida que puedo recordar. Ese libro de Krakauer, dicho sea de paso, es probablemente el más vendido en la historia de los libros de montaña.
Un detalle habla de Potterfield. Su sitio web no menciona el accidente. El hombre no quiere recurrir a eso para vender sus libros. No hace marketing con la montaña o la tragedia. Me gusta esa gente.
La inolvidable experiencia vivida por Potterfield ocurrió en julio de 1988 y resumiendo, estuvo dos días (el mismo tiempo que estuvo Cristian) en una cornisa tan pequeña como la de Cristian, a 7 mil pies de altura (algo menos de 2500 metros, no mucho más alto que Cristian), en la cara sur (o sea la fría en el hemisferio norte) de Chimney Rock, una montaña en el estado de Washington, noroeste de los EEUU. En su rescate intervinieron cien voluntarios y dos helicópteros. Los rescatistas rapelearon desde la cima hasta la cornisa, lo pusieron en una litera, lo bajaron y luego descendieron ellos mismos. Desde allí, a hombro hasta el lugar más cercano donde podía aterrizar el helicóptero. Tuvo varias fracturas (porque tuvo que cortar una cuerda de 50 metros para caer en la cornisa desde cierta altura) y muy fuerte deshidratación. Felizmente el rescate de Cristian fue más sencillo (estaba a tres metros no a 55) y salió en óptimas condiciones.
Me saco ahora mi sombrero de corredor, que tanto me gusta, y me quito también el de narrador, que me gusta tanto como el anterior. Me pongo por un instante el de “cronista deportivo” y le cuento, técnicamente hablando, quien ganó qué, con cuanto mérito y qué debemos valorar primeramente en esta carrera:
Gustavo Reyes: Casi no dan ganas ni de decir nada de Reyes pues todo el mundo sabe todo sobre él. Solo puedo decir que Reyes en una carrera de aventura es como Gardel en un concurso de canto. Hizo un tiempo increíble y lo hizo sin la motivación de tener otro corredor que le pudiera ganar, que viniera peleando con él palmo a palmo. La sacó dos horas al segundo.
Tania Díaz: Que una mujer ocupa la segunda posición en la general no es habitual, aunque en este caso no se debió tanto a una proeza de Tania como a la ausencia de hombres en condición de acercarse a Reyes, es la distancia entre Tania y Gustavo fue razonable para la que se podía esperar entre el primer hombre y la primera mujer. Tania pinta con condiciones para tomar la posta de mejor corredora argentina de aventura que hoy tiene Florencia Gorchs, pero que algún día deberá tomar alguna otra mujer pues todo pasa. Claro que para que Tania pueda sacar patente de candidata seria a ese “puesto” debe mostrar un rendimiento similar en otra geografía. Esto era su “patio trasero”, el lugar donde vive, entrena y corre todos los días del año, lo que da mucha ventaja.
Ernesto Raffo y Enrique García: Con 50 años de edad, Ernesto salió quinto en la general y metió menos de 13 horas (12.59). Enrique con 13.09 llegó en la posición 12, apenas 10 minutos después de Ernesto. El tercero en esta categoría que es la de Marcelo y mía, llegó casi dos horas después (14.57), lo que hace del podio de Raffo y García algo tan contundente como la victoria de Reyes en la general, aunque se le preste menos atención.
Y dejo para el final los tres vencedores que yo considero más importantes que ningún otro, o al menos, aquellos cuya victoria uno disfruta como propia porque no solo son exitosos: ellos son ejemplo, son modelo. Casi diría, son leyenda o lo serán un día. Si fuéramos mexicanos, con ellos se habrían escrito ya corridos.
Con más de 60 años había solo tres corredores: Omar Mazzucca, de 61 que parece de 41, ganó en su categoría con 18.09. Segundo llegó Andrés “Andy” Pasman de 64 con 22.12. (Omar lo aventajó en 4 horas, la mayor diferencia en ninguna categoría) Andy tuvo una extracción de un tumor en la cabeza, que implicó sacarle también gran parte de un oído. Como consecuencia tiene problemas con el equilibrio, en particular de noche. Así y todo se hizo la Cuesta de las Cabras, de noche como todos, e hizo podio. Yo me caí veinte veces, imagine lo que debió pasar Andy.
Tercero fue Norberto González, de 68 y el de más edad de la competencia. digo de más edad porque algo en mí rechaza referirse a Norberto diciendo “el más viejo” porque de eso nada tiene. Norberto practica además bicicleta y como consecuencia de dos accidentes en ese deporte tiene un hueso en un brazo y uno en una pierna, con una gran cantidad de tornillos que le quedarán en forma permanente. Así y todo, a los 68 años corre barbaridades como esta y hace podio. Un error de la organización que seguramente corregirán en los próximos días, le privó del podio que se ganó en buena ley. Nadie en cambio, le quita lo bailado y el reconocimiento de la comunidad corredora.
Y aunque sea un lugar común, vencedores somos todos los 261 que nos paramos en la línea de largada. Inclusive los que abandonaron, porque todos tenemos una noche de impotencia (dicen) y nos toca abandonar en una carrera (de esto sí doy fe, nos pasa a todos alguna vez) y no por eso somos menos nada. Vencedores también son los que habiendo completado, no hicieron cumbre en el Champaqui (a los más lentos los hacían bajar derecho, sin permitirles ir a cumbre para que no llegaran demasiado tarde) pues hicieron más del 90 % del total. Vencedores son los que demoraron más de 24 horas y por ello no están en la página de Internet de la organización, porque ese corte es tan arbitrario como cualquier otro y la tarea la cumplieron que es lo que cuenta.
Hace ya mucho tiempo un inspirado periodista deportivo de La Nación dijo –o escribió mejor dicho- “este es el único deporte donde el primero recibe premios, y el último recibe aplausos”- Y así fue tal cual. Todos y cada uno de los que iban llegando recibían aplausos y abrazos de los que ya estábamos bañados y descansados como si fueran lo que en realidad son: campeones
Y termino, porque todo lo bueno alguna vez termina, terminan la carreras y terminan los textos que escribimos, (y los libros que leemos y las mujeres que amamos. La vida es tan solo una sucesión de finales) con una “remake” de un famosísimo poema de Lope de Vega, a quien sus admiradores llamamos “Lope” sin que nadie se confunda, por el mismo motivo que si yo a Ud. le digo “Haile”, ambos sabemos de quien hablamos. Yo usé el soneto “Desmayarse” del gran Lope que está dedicado al amor de pareja (no deje de leerlo en Internet, es memorable, por eso ha sobrevivido cuatro siglos) y los cambié en una oda a la carrera a pie.

Sediento, dolorido, hambriento, reventado,
con ampollas enormes maldecir su suerte.
Sentirse solo, vital, difunto, fuerte,
lesionado, valeroso, orgulloso y extenuado.

No hallar sin la carrera calma o respiro
Sentir que nunca estuvo uno más vivo
Verse el alma por dentro, encontrar el camino
Hallarse al fin completo, satisfecho, obsesivo.

No darse por vencido ante un calambre
Olvidar lo sensato, amar el daño.
De toda caída levantarse.

Creer que la vida en 42 k cabe
Dejar el chupi, los choris, la manada.
Ser corredor es esto. Quien lo probó lo sabe.

Nota del editor. Es cierto que Mujica Lainez se alojó una vez en el Hotel Yacanto, fue una de las cosas que le contó la dueña del establecimiento al autor de estas líneas y Ud. sabe como funciona su febril cabeza, todo lo que escucha, vive o lee, termina siendo usado para un texto. Así que tenga cuidado en contarle secretos, podrían los mismos terminar siendo materia para una novela ambientada en El Cairo y se enteraría hasta el Santo Padre..
Pero Mujica Lainez fue al hotel a pasarla bomba con tres jóvenes –caballeros todos- y no a escribir. “Bomarzo” no guarda relación alguna con el Hotel Yacanto. Vea todas las mentiras que nos puede contar Berni en sus textos. Aunque él no las llama mentiras, sino “licencias literarias” que inventa para hacer más atractivo un relato.
Y mire además la falta de ética de este señor. El título de este texto se lo robó a las memorias de García Márquez, y el de su página de Internet donde Ud. puede encontrar narraciones de tantas y tantas carreras (“Confieso que he corrido – mis memorias”) a las de Neruda. Es un plagio caminante este tipo, o mejor dicho, corriente.