Lobos al espiedo (11-1-2009)

Podría ser el nombre de un buen plato de carne de caza. Pero no lo es, no esta vez. Me refiero a la carrera del "Empalme Lobos", formalmente denominada "Unión de pueblos", pues hace precisamente eso, unir el pueblo de Lobos con el vecino de Zapiola. Dos años anteriores me quedé la víspera en Lobos. Pueblo cansino si los hay, carece de prácticamente todo hasta de un restaurante decente o una confitería ídem. Como contrapartida, goza de la calma de aquellos lugares que, precisamente por no tener nada que mostrar a viajero alguno, no son molestados por las hordas de turistas globalizados que arrasan con Praga o Florencia. Es probable que si no hubiera sido porque en Lobos nació Perón, la localidad sería totalmente ignorada hasta por los argentinos.
El "Empalme Lobos" es un clásico del circuito del Gran Buenos Aires y consta de 30 kms. en calle de tierra, donde no hay prácticamente nunca sombra de árbol alguno, en medio del enero porteño -30 grados esta vez-. Esto la pinta cabalmente. Yo me hice en ella de tres buenos amigos, Claudio Smetanka, Marcelo Vega y Aldo Teodori. Como olvidar la vuelta que con Claudio compartimos alojamiento y pastas en un monasterio cercano. Como olvidar el día increíble que con Rubén y Aldo la rompimos, literalmente, cuando hicimos un tiempo increíble que nunca podré repetir solo, gracias a que fuimos alternando la punta cada pocos kms, y todo sin haberlo planificado porque no nos conocíamos, salió solo, naturalmente. Pero ninguno de ellos fue de la partida hoy y yo sentí su ausencia, así como la de Vicente (Dragobratovic), otro habitué y gran e imprescindible amigo. A veces creo que la falta de los amigos que creo me voy a encontrar con seguridad en una carrera, me jode más que el calor sahariano que caracteriza a Empalme Lobos. Dicho sea de paso, alguien se estará preguntando por qué lo de "Empalme". Es que en ese lugar se unen dos vías férreas, esas que durante decenas de años llevaron el progreso por la provincia de Buenos Aires, hasta que el Turco terminó con los trenes y con tantas cosas.
Pero por suerte estaban Marcelo (Rodriguez) y Pepe (Mostaza). Marcelo la corría por primera vez y Pepe ya repetía. Para hacerles una larga historia corta, como dicen los anglosajones, los 30 grados, la calle de tierra y la ausencia de sombra nos pasaron la factura a todos. Pero Marcelo terminó en notables 2.40, Pepe 2.45 y yo 2.48.41.
Y ahora viene lo mejor, lo único que realmente justifica escribir unas líneas sobre esta carrera. Otro habitué de la misma es Rubén (Costantino), mi compañero de varios Cruces de los Andes. Yo sabía que Rubén no corría esta vez pues sufre una contractura y no quiere arriesgar precisamente el próximo "Cruce" que tiene lugar el mes que viene. Pues bien, si uno no va a correr ¿para qué pasar por el sacrificio de levantarse a las seis de la mañana y manejar una hora y media? Pero apenas arrancó la carrera lo vimos a Rubén arriba de su bici, con dos caramañolas de Gatorade. Había venido solamente a "hacernos el aguante", como decimos en estas tierras. Así, un rato con uno, otro con otro, nos iba dando "geito" y aliento. Pero lo inolvidable comenzó en el km 25. Hasta ahí yo venía con Pepe pero en ese lugar y en ese momento me quedé sin piernas. Iba a empezar a caminar, francamente, con todo lo frustrante que esto es, pero no daba más. Pero Rubén desde la bici me pasó todo tipo de mensajes motivadores, sin parar un segundo casi, desde el 25 hasta el 30 y aunque pasé de 5.20 a 7.10 el km, Rubén consiguió el milagro, evitar que caminara. Y no solo a mí, levantó otros tres "cadáveres" que venían caminando, dos de los cuales pincharon luego pero uno siguió conmigo hasta el final. Unos minutos luego de haber llegado, ya distendidos, ese corredor vino emocionado a agradecerle. Le ofreció una remera de regalo, no sabía como mostrar su gratitud. En toda la segunda mitad de la carrera me pasaron solo dos corredores y pese a mi caída de tiempos, yo pasé muchos más. O sea, yo estaba fundido, pero todos los demás también.
Por absoluto azar de la vida, solo porque yo compito en una categoría más arriba que Pepe y Marcelo, yo obtuve trofeo al salir quinto en la categoría pese a que ellos claramente corren mejor, son mejores corredores ya, es un hecho que debo empezar a aceptar aunque no me será fácil, va a requerir mucho sicoanálisis. Las ventajas de ser viejo, supongo. Además, por estar en el ingreso de la categoría, corro con ventaja respecto de todos los demás en mi categoría, que tienen dos años y medio mas que yo en promedio (porque las categorías reúnen un rango de edad de cinco años), o sea, tenía handicap a mi favor. Por ultimo, aún con todo esto yo no puedo sacar un trofeo en Lobos ni por error, así que he concluido que la explicación es la obvia: seguramente había solo cinco corredores en mi categoría.
Fuere como fuere, lo que quedará en la historia del alma de la raza corredora, es lo de Rubén. Que no solo se levantó temprano y manejó horas, además se sometió al sufrimiento de ver correr a otros sin poder correr. Para que los no corredores se hagan una idea, esto es para un corredor, es como para una persona "normal" ver a una pareja hacer el amor y no poder tomar parte, si se me perdona la metáfora algo subida de
tono.

Medio siglo, y seguimos dando batalla y eso reconforta.

Media copa, Rubén, si el plástico mal pintado de oro pudiera partirse, es tuya.

Las grandes jornadas que nos da este deporte, que los no corredores nunca comprenderán cabalmente.