También de derrotas está hecho un corredor (Maratón de Bs As. 12-10-2008)

Yo venía de correr la maratón de Punta del Este hace apenas cinco semanas, en dignos 3.33.54. Hace dos, había corrido con temperatura y en un tiempo también digno, la media maratón de Toulouse. La lógica indicaba abstenerse de correr hoy, 12 de octubre de 2008, la maratón de Buenos Aires. Pero a los adictos nos cuesta abstenernos. Gastón, mi entrenador, me había advertido de la inconveniencia de tal arriesgada apuesta.
Pero no pude resistir la tentación y hoy a las 7.30, con 18 grados de temperatura, garúa leve, nada de viento y 97 % de humedad ambiente, estaba parado junto a Rubén, Vicente y Gustavo en la línea de largada de la octava edición de la Maratón de Buenos Aires.
Hasta el km 22 venía bien. Pero allí sentí tirones en los isquiotibiales que es posible sentir en el km 39 o 40, nunca antes. Desde allí al 31 el dolor fue aumentando y se agregó dolor de “bazo” (lo pongo entre comillas porque mi amigo el “tordo” Delmonte me dijo que en realidad, no es el bazo lo que nosotros, el vulgo, denomina con ese nombre). En ese kilómetro me dio un calambre brutal, que me hizo caer el piso como si hubiera recibido un tiro en el pecho. Esto sólo me pasó una vez, en mi primera maratón hace lejanos nueve años. Felizmente se encontraba en las proximidades un profesor de los grupos de “running” de Nike que se ofreció a elongar mis doloridas piernas. Sus hábiles y profesionales manos si bien no hicieron milagros, consiguieron hacer que lo peor del dolor pasara y al menos, pudiera volver a ponerme en pie y esbozar un trote lento. Quedaban aún 11 kms en condiciones meteorológicas adversas, con un calambre brutal –insisto, no eran simples tirones- y con dolor ahora en los dos lados del estómago. Pensé por un instante en abandonar, cuando, como de la nada, apareció él.
MOY: Lo veo inusualmente deteriorado, Coronel, ¿qué ha ocurrido?
Berni: Lo que Ud. ve General, que a mis años se puede correr maratones, pero dos en cinco semanas, como que es un poco mucho. Estoy fundido y pronto para tomarme el primer taxi que pase rumbo a casa.
MOY: Debo haber oído mal seguramente, porque abandonar no es una opción en nuestro ejército, Coronel. Lleva Ud. 22 maratones sin contar ésta y no ha dejado de completar una sola. Ésta no será la primera. Antes que verlo convertido en un DNF, lo hago fusilar.
(Nota del Editor: “DNF” es la abreviación de “Did not finish” o sea “No completó” y es el fatídico rótulo que se pone en los países anglosajones al lado del nombre del corredor que tuvo que abandonar sin haber cruzado la línea de llegada. Para un corredor, es psicológicamente tan fuerte como tener una noche de impotencia)
Berni: Pero General, no tengo piernas, ni vientre. Quemé bielas, junta, cigüeñal y la homocinética.
MOY: Ud. ha escrito innumerables veces Coronel que un corredor de raza no corre con las piernas, sino con la cabeza.
Berni: Pero General, eso es una figura literaria, una licencia poética, no es para ser tomado literalmente.
MOY: ¿Una qué? No me venga con cojonerías para intelectuales, Coronel, nosotros somos soldados. Sus órdenes son dejar las piernas a un lado si es que ya no sirven y seguir corriendo.
Consciente de que convencer a MOY de cambiar de idea es aún más difícil que lograr que Rico Mac Pato le dé a uno un duro, me resigné a seguir corriendo, a puro huevo, con las manos hundiendo el o los bazos para dentro para morigerar el dolor y resistiendo el calambre con los dientes apretados.
Así, en humillantes 4.16.00 atravesé la línea de llegada, lo que representa 42 minutos más que lo que demoré en Punta del Este y mi segunda peor marca de todos los tiempos. Totalmente aniquilado, pero satisfecho de haber al menos completado la distancia madre de todas las distancias una vez más, y en condiciones terriblemente adversas.
Me acordé de lo que Sam Moussabini, el entrenador de Harold Abrahams, uno de los atletas ingleses retratados en “Carrozas de Fuego” le dice a Eric Liddell luego de que éste, en una carrera de 400 metros y después de haber sido enviado al suelo por un corredor torpe o mal intencionado, se levanta y, corriendo como una chita, rugiendo como un león, arrojando hacia atrás la cabeza como era su marca registrada, termina ganando. Moussabini en la película –que he visto más de veinte veces- lo toma de la cabeza cuando Lidell yace “muerto” instantes después de su increíble y hasta ahora jamás repetida victoria y le dice: “He visto carreras más elegantes, joven. Pero ninguna tan corajuda”
Rubén tuvo problemas similares a los míos y puso 4.10. Vicente terminó vomitando los dos últimos kilómetros pero así y todo puso dignos 3.40. Aún no sé qué tiempo hizo Gustavo. Hoy corrió Marcelo en Edinhoven, Holanda, donde puso exactamente el mismo tiempo que yo en Punta del Este, bajando su marca personal en la friolera de once minutos.
En resumen, ninguno de nosotros tres –Rubén, Vicente y yo- la tuvo fácil hoy. Pero seguiremos en esto hasta el último día de nuestras vidas, sabiendo que hay días buenos y malos en el deporte y en todos los demás aspectos de la vida y que uno no puede dejarse bajonear por los últimos.

Sabedores que la gloria se conquista.

Maratonistas.

Eso somos.