Media maratón de Río de Janeiro - 20-08-2000

Día de San Bernardo, corrí la “Meia Maratona internacional do Río de Janeiro” en 1:53:53, (mi mejor tiempo en esta distancia era 1:50:20, posición en la faja etaria 58 percentil, el 16 de abril de 2000 en San Pablo, con algunos grados menos de temperatura y sin desnivel, la de Río tiene una subida de dos kilómetros aproximadamente), con una temperatura media de 26 grados. Salí en la posición 419 de 764 en mi faja etaria (40 a 44 años), o 55 percentil. O sea, aunque demoré más que en la media maratón de abril, mejoré la ubicación en la faja etaria, esta evaluación es más significativa porque independiza de desniveles y condiciones ambientales. Había 9700 participantes en total. El más veterano fue un corredor de 92 años que demoró apenas 2:08:40. Los ganadores fueron un keniano y una keniaba, para variar (1:03 el tiempo del ganador).
Partió de São Conrado, al lado del Fashion Mall y fue todo por la orilla de la bahía hasta el aterro (relleno) de Flamengo. Un recorrido similar hicimos años atrás –caminando- con Eduardo, una vez que el azar hizo que coincidiéramos en Río de Janeiro.
El día estaba espectacular y el paisaje motivaba. Yo corrí con la certeza que, como están las cosas en el trabajo, esta será la primera y última carrera en Río de Janeiro y una de mis últimas visitas a la ciudad. Así, corrí con un sentimiento difícil de comunicar por escrito (y aún más difícil de comunicar de alguna otra forma). Federico y Mauri distribuyeron agua a los corredores –había puestos de abastecimiento cada tres kilómetros- Estaban chochos de haber participado de esa forma.
Había un señor con una sola pierna y otro con la pierna totalmente rígida. Corrían con una pierna y una muleta. A uno de ellos lo pasé recién en el kilómetro once, casi en la entrada al Ponte Novo que comunica Copacabana a Botafogo. O sea que hasta allí consiguió correr más rápido que yo con las dos piernas. Estas carreras son así, están pobladas de un montón de atletas, y de un pequeño puñado de héroes.
Fuimos con Mary y los chicos y aprovechamos para pasar el fin de semana. Teníamos la intención de quedarnos también el lunes, pero un asunto de mi trabajo lo impidió.
Las playas estaban limpísimas, el cielo radiante, el mar impecable pese al maltrato a que lo ha sometido últimamente Petrobras (sólo había mal olor en el canal de Ala, que comunica la Laguna Freitas al mar, entre Ipanema y Leblón) y el fuerte patrullaje policial aseguraba calma en la rambla al menos. Los quioscos en la playa no tienen merchandising y siguen un estilo uniforme y playero. Los vendedores en la arena están impedidos de colocar estructuras permanentes –deben retirar todo a la noche- lo que asegura que a las seis de la mañana podés caminar por la arena fría y limpia sin ver nada ni nadie. Como desde hace ya algunos años las playas también tienen iluminación nocturna, es posible caminar por ellas de noche sin problema alguno. Así de mágica es la ciudad más maravillosa del mundo.
Yo camino las calles de Río como lo hago por las veredas de París: con la certeza de estar pisando suelo irrepetible. A Río sólo le falta que alguien le dedique un tango para ser perfecta. Tal vez un día debería dedicarme a salvar esta injusticia histórica.