The best race, is yet to come - Media maratón de Buenos Aires (Septiembre 2006)

Ayer se corrió la décimo octava edición de la media maratón de Buenos Aires. Esta es probablemente la única carrera urbana argentina que figura en el calendario internacional. Ya cuando yo vivía en Brasil, mis colegas de ese país expresaban a viva voz su deseo de correrla un día. La hermosa jornada de ayer contó con la presencia de muchos cientos de ciudadanos de ese país, que con sus remeras “verdeamarelas” y la simpática cadencia de su idioma, daban a la puesta en escena un encanto adicional.

Hay varios motivos, pienso, por lo cual la carrera tiene esa popularidad afuera del país, además de ser reconocida entre nosotros, claro. Una es que septiembre en Buenos Aires, es un poco al revés pero igual, que septiembre en París. Quiero decir, uno de los mejores meses para visitar la ciudad, con temperaturas siempre gratas. Además, el circuito por el que se corre, deambula, serpentea y transcurre por algunos de los más vistosos barrios de la ciudad: Plaza de Mayo, Puerto Madero, el centro viejo, la avenida 9 de Julio y el Obelisco son en términos generales los lugares que se visitan, si se le puede llamar visitar a pasar por ellos a 12 kilómetros por hora. El tercer motivo es que es una de las mejor organizadas y la gente afuera valora eso. En Buenos Aires, todo empieza tarde y las carreras no son excepción. Pero esta, como todas las que organiza Daniel Amaison, parecen británicas. Un amigo (Ruben) llegó tarde una vez a la Vuelta de Ituzaingó, también organizada por Amaison, por contar con el habitual retraso que suele producirse. El reloj de cuenta regresiva comenzó ayer a funcionar a las 8.20 para largar exactamente a las 8.30 como estaba previsto. Comenzar con puntualidad es respetar al corredor, algo de lo que Amaison sabe pues él fue corredor de elite en sus años mozos.

Éramos unos cinco mil “actores” en la “función” de ayer. Yo hablo de “actores” porque visualizo las carreras como una gran puesta en escena, donde hay un único protagonista –todos y cada uno de los corredores- y una enorme cantidad de extras. Yo venía de una cirugía –no dramática, pero cirugía al fin- apenas once días antes (aún tengo dos heridas abiertas, no me dieron puntos). El cirujano me había autorizado a correr precisamente a partir de ayer, aunque lo empecé a hacer una semana antes. Es cierto, la herida podía haberse perjudicado por lo que hice, pero si no corría, se perjudicaría seguro mi cabeza, así que para mi, la opción era clara.

A mis cábalas habituales que son persignarse a la manera tradicional católica, aunque soy agnóstico, hacerlo en una forma que yo llamo à l´agnostique y que consiste en tocar el suelo con los tres dedos centrales de la mano derecha y llevarlos luego a los labios, y finalmente, mirar al cielo a la distancia, con la vista a 45 grados y proferir en voz baja pero audible: “God, in your hands I commend my spirit” (Dios Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu) que fueron una de las últimas frase de Jesucristo, agregué una cuarta: si en San Francisco me sirvió para completar los 42.2 kms enfermo, el comer pasta en el bowl chino ornamentado con un dragón milenario en su fondo, decidí que repetiría. Y obviamente funcionó, así que de aquí en más, bowl con dragón en todas las vísperas de las carreras importantes.

Mi amigo Ruben Costantino, con quien correré el famoso Cruce de los Andes el próximo febrero, corría con su entrenador. Ambos lo hicieron a una excelente velocidad (4.21 minutos el km) así que yo decidí “prenderme”, o sea seguirlos y utilizarlos de “liebre”. Íbamos codo a codo hasta el 17, donde me sacaron 50 metros que mantendrían hasta el final –los 21.1 kms-. Yo completé en 1.33.13, siete segundos menos que mi mejor tiempo para esta distancia, obtenido en esta misma carrera el año pasado. Ruben lo hizo en 1.32.50.

La carrera termina en ese lugar de tanta importancia histórica para la ciudad y el país todo como es la Plaza de Mayo. Allí pude charlar con la barra de FC Max –una de las más antiguas y serias agrupaciones de corredores, coordinada por mi amigo Eduardo Barreiro, que también corrió-, del Gym 19 –que coordina otro colega y amigo, Gabriel Szkolnik con quien una vez tuve el honor de correr en equipo en Pinamar- que esta vez no corrió pero fue a acompañar a sus alumnos, alentarlos y tomarles fotos-. Gustavo Arias, Martín Calandra, Marcelo Rodríguez, Javier Tabakman, Alfredo Parada, Alex Foresti, Marcelo Vega y tantos otros amigos habían decidido hacer ocupar la mañana del domingo en ese placer que es correr. La carrera es nuestra misa pagana de los domingos.

Ud. me dirá que lo que bajé mi marca personal es muy poco, apenas siete segundos. Yo le retrucaré que eso es 600 por ciento más que el tiempo que diferencia el récord mundial de maratón –que posee Paul Tergat- del segundo mejor tiempo (apenas un segundo más que el tiempo de Tergat).

Por eso lo del título, nuestro mejor tiempo es siempre el de una carrera por venir. Es una alegría saber que todavía para este servidor, como para Dorian Gray, lo que envejece es el retrato en el desván.