Maratón de Buenos Aires - 4 de noviembre 2007

Si este fuera otro relato de una maratón que corrí no tendría nada de inusual. Lo he hecho en casi todas las que he disfrutado por el mundo. Pero esta es la historia de una maratón que no corrí, o tal vez sí, vaya a saber.

Digo que tal vez la corrí porque Bárbara me dijo durante la mañana: “Hasta cuando no corrés, estás pendiente del clima y del devenir del tiempo como si estuvieras corriendo” Es que corrían mis amigos, que es casi como si yo mismo lo estuviera haciendo.

La noche anterior salí a cenar y un viento fuerte y arremolinado me hizo temer que mis amigos tuvieran condiciones adversas al día siguiente, pero felizmente, había cesado para la madrugada. Me levanté a las seis, para ver el tiempo por la ventana, salí a sentir la temperatura y enseguida llamé por celular a los amigos que pude encontrar. Para darles ánimo, para darles apoyo como ellos me dan a mí todos los domingos, cuando, con los unos o los otros, corremos sea en la Reserva de la Costanera Sur, en las afueras de la fábrica o alrededor del Hipódromo de San Isidro.

Ellos son muchos: Juan (Spósito), Juancito (Juan Buenanueva, lo llamamos así para distinguirlo de su compañero de trabajo y amigo común, Juan Spósito, también corredor), Martín (Calandra), José (Moya), Gustavo (Arias), Rubén (Spósito), Marcelo (Rodríguez), Gabriel (Carpenter). Aldo (Teodori) y Vicente (Dragobratovic). Puede parecerles raro que lo ponga a Vicente en la lista cuando, como yo, no corrió la maratón de Buenos Aires del domingo 4 de noviembre de 2007. Iba a correr en la víspera la K42, una maratón de montaña que tiene lugar en la Patagonia el mismo fin de semana pero por motivos personales no pudo hacerlo. A mi me pasó algo similar. Bajones varios, físicos y psicológicos, que se sumaron a una lesión de tendón de la cual no me recuperé del todo pese a una semana y media de kinesiología, me dejaron al margen. Pero Vicente corrió con su espíritu, como corrí yo. No preciso ni preguntárselo, lo sé. Los demás corrían todos con sus piernas. Les tocó un circuito complicado, con muchos kilómetros de una autopista que incluye o contiene un número excesivo de subidas y bajadas, desniveles que uno ni nota cuando la recorre en automóvil, pero que destruye las piernas cuando se trata de sobrellevarlas en una distancia de más de 42 kms.

Marcelo hizo 3.45 mejorando su PR. Gustavo 3.37 y también estableció una nueva marca personal. Martín, Juancito y José –que debutaba en esta carrera- establecieron notables 3.40. José era un “falso” debutante. Si bien es cierto que esta fue su primera maratón, ha dado tanta cantidad de señales de ser un corredor de raza en estos meses, que todos sabíamos que iba a hacer un tiempo como este. De hecho, yo le anticipé una marca muy cercana a la que concretó. Juan hizo 4.03 y si no quebró su marca personal esto es en gran medida debido a que la había mejorado tanto en los últimos dos años, que el continuar haciéndolo hubiera simplemente roto las leyes de la física.

Aldo –a quien conocimos con Rubén corriendo el Empalme de Lobos, una carrera de 30 kms sobre tierra, bajo el rajante sol de enero- hizo 3.21 y creo que es también nueva marca personal. Notable tiempo si se piensa que Aldo es de los pocos de nosotros que lleva algo más de medio siglo sobre el planeta (yo estoy por alcanzarlo pero por suerte, aún no he llegado). Otra enorme alegría me la dio Gabriel. Gabriel sí era un debutante con todas las letras. Dejó de fumar hace no mucho, tenía tan pocos fondos sobre los hombros, tan poco castigado el organismo, que yo llegué a decirle que llevara dinero para un taxi por si tenía que bajarse en la mitad. Claro, yo desconocía la fuerza que anida en el alma de Gabriel. Destruido luego de quebrar el “muro” en el 32, totalmente exhausto en el 38, veía los cuerpos de muchos corredores caminando o simplemente, tirados al costado del camino. Pero siguió. Y sacando inspiración del alma, algo que solo consigue hacer un corredor de raza como Gabriel dio pruebas de ser, atravesó la línea de llegada en heroicas 4 horas y 50 minutos que tal vez sea, lo más memorable de todo lo que he narrado. En nombre de todos los otros nombrados, Gabriel, bienvenido al Club de los que saben lo que es el esfuerzo máximo. De los que no precisan palabras para hacerse entender ni para transmitir emociones.

Rubén no pudo completar la maratón y abandonó en el 32. A quienes de esto poco entienden, puede parecerles que esto es un fracaso, que de alguna manera muestra que se equivocó en algo. Yo tengo una lectura totalmente diferente: muy por el contrario, para mí es muestra del profesionalismo de quien me acompañó en el último Cruce de los Andes y me acompañará en el próximo. Porque solo los aficionados corremos para completar carreras, no importa en qué tiempo. Ellos, los “pros” van por marca o por abandono. A ellos no les sirve en absoluto atravesar la línea de largada en un tiempo que olvidarán al día siguiente. No completaron maratones (o sea se transformaron en lo que en la jerga llamamos DNF o sea Did Not Finish) corredores de la talla de Bill Rodgers, Paavo Nurmi, Juan Carlos Zabala, Oscar Cortinez, Abebe Bikila y más recientemente Paula Radclife entre decenas de otros, pero para restringirme solamente a corredores mundialmente conocidos, los mejores de su país o el mundo en su momento. Ninguno dejó por ello de ocupar un lugar en la Historia de nuestro deporte.

Se pone el sol del domingo 4 de noviembre de 2007. Hoy yo corrí la K42 en la Patagonia aunque haya tenido que bajarme sobre el pucho de la maratón de Buenos Aires y este año no haya estado jamás en mis planes correr la K42. Hoy yo me quedé en casa y miraba el reloj y le decía a Bárbara cada veinte minutos: “en este momento Fulano está en el Km. tanto y Mengano ya está llegando”. Hoy yo hice marca personal, hoy yo no hice marca personal, hoy tuve que abandonar, hoy debuté. Hoy lloré por quedarme en casa, lloré por la victoria, y hoy también maldije el calambre que me hizo abandonar faltando 10 miserables kilómetros, el entrenamiento de un día “Light”.

Porque cuando corren mis amigos, yo corro en ellos.