
“Praga es la capital mágica de la Europa antigua"
André Breton
"Praga no nos abandonará nunca. Esa madrecita tiene garras"
Franz Kafka en carta a Oscar Baum
Como saben mis "viejos" lectores, mis relatos de carreras nunca se han limitado a lo estrictamente deportivo. Siempre han incluido referencias a la ciudad donde he ido a correr, su idioma, su arquitectura -dos temas que me son muy caros-, así como a otros aspectos varios del entorno, su historia y su cultura. En el caso de la capital checa esto era aún más "obligatorio" porque Praga goza de una bien justificada fama como una de las ciudades más hermosas de Europa debido a un patrimonio arquitectónico único, tanto en su calidad como en su estado de preservación. Sucede que la odiosa bota nazi, al retirarse humillada por esa aplanadora que a partir de Stanlingrado fue el Ejército Rojo, decidió resistir con todas sus fuerzas en casi todas las capitales europeas. Esa resistencia no tenía sentido alguno pues la guerra ya estaba perdida para ellos, pero los nazis no eran normales, como ya sabemos. Como consecuencia de esa decisión sufrieron enormes pérdidas ciudades como Viena y Budapest que los soviéticos se vieron obligados a bombardear masivamente y peor aún, Varsovia. Pero para fortuna de la Humanidad ejercieron débil resistencia –sin llegar a declararlas ciudades abiertas- a las que probablemente sean las dos más lindas de Europa y del mundo: París y Praga. En toda la guerra, Praga solo sufrió la pérdida de un edificio debido a un incendio, y de un famoso reloj –bajo el cual hoy se amontonan multitudes de turistas- que se perdió parcialmente. Nada, comparado con las otras ciudades, lo que se puede perder en un día cualquiera en una ciudad aún sin mediar un conflicto bélico. Es más, el país se benefició con la guerra pues su estructura industrial estaba intacta y la aprovechó para alimentar de autos, máquinas herramienta y todo tipo de productos industriales, primero al bloque socialista y luego, al mundo todo. Apenas terminado el conflicto, Skoda, la automotriz entonces checa y hoy comprada por Volkswagen, ya producía 40 mil unidades por año.
Esto no quiere decir que Bohemia y Moravia –los nombres permanentes de las regiones que hoy forman la República Checa- no hayan sufrido con la ocupación nazi. Entre otras atrocidades, esta que les contaré fue probablemente la más increíble de todas. El 27 de mayo de 1942, la resistencia asesinó en una atentado a Reynhard Heydrich, General de las temibles SS y lugarteniente de Hitler para Bohemia y Moravia (“Protector”, fue el título que le dio Hitler, lo que no deja de tener una gran dosis de humor) uno de los más fríos asesinos de régimen. Él fue el autor intelectual e iniciador del genocidio que los nazis eufemísticamente denominaron “Solución final al problema judío” y que la Historia conoce como Holocausto o Soha, por su nombre en hebreo. Es muy probable que hubiera sido el sucesor de Hitler si no hubiera sido asesinado y los nazis hubieran ganado la guerra. Así de importante era Heydrich en el régimen que asolaba el mundo en esos años.
Hitler sintió tan profundamente la muerte de uno de sus colaboradores más cercanos que mandó arrasar –literalmente- una pequeña ciudad llamada Lídice donde sus investigadores encontraron que se habían refugiado los resistentes antes del atentado. Mataron a todas las mujeres y parte de los niños (los que parecían “arios” fueron enviados a Alemania para ser “reciclados” con familias “arias”) y los hombres fueron todos o asesinados in situ o enviados a campos de la muerte donde fallecieron luego de trabajos forzados. Sólo en el pueblo, murieron 1331 personas y muchos miles más en el resto del país esos días y en los campos luego. Todas las casas de Lídice fueron demolidas con topadoras y, este detalle pinta increíblemente bien el espíritu de los nazis, el pueblo de Lídice fue borrado del ctastro del país. Quienes tengan interés en estos hechos no deben dejar de ver una película notable que se llama “Siete hombres al amanecer” (Título original: Operación Daybreak, dirigida por Lewis Gilbert, 1975). Lamentablemente es inconseguible al menos en Argentina.
Checoslovaquia, que había nacido en 1918 al finalizar la Primera Guerra Mundial, volvió a la vida independiente al finalizar el segundo gran conflicto mundial que iniciaran los alemanes. Muchos alemanes que estaban radicados en ese país desde hacía mucho tiempo y nada tenían que ver con los nazis, fueron expulsados hacia Alemania enuna reacción checa que aunque se pueda comprender, no se puede justificar. Una "limpieza étnica" que no fue la primera en la región ni sería la última. En 1993, Checoslovaquia, siguiendo la tendencia de Europa Central y los Balcanes, se dividió en República Checa y Eslovaquia. Fue el único "divorcio" de la zona que se concretó sin violencia alguna. A partir de ese año los checos comprendieron el valor de la arquitectura de Praga, tanto en términos culturales como económicos a través del turismo y se dedicaron a restaurar edificios en gran forma. Hoy el centro viejo de Praga es una increíble, bella, inolvidable y única vuelta al pasado y a esto hace referencia la cita del padre del surrealismo con la que comienzan estas líneas. Lleno de callejuelas, iglesias, monumentos, esculturas, pasajes y detalles que hacen al goce de todo amante de la arquitectura. Lleno de cafecitos "sympa" (acogedores, armoniosos), como dicen mis amigos franceses -ya los voy a nombrar, pero mis compañeros de esta correría son todos galos esta vez- donde es un encanto sentarse a tomar una cerveza o un café mientras se lee el diario, se mira rodar la gente sobre los antiguos adoquines, y se imagina uno a un príncipe rescatando a una princesa en aquella ventana con dintel de piedra a la que le está dando el último rayo de sol del ocaso. La ciudad de las cien torres y las mil callejuelas, la llama alguna guía turística.
El país forma parte de Mitteleuropa, región que no puede delimitarse con total precisión pero que incluye países como Alemania, Polonia, Hungría, Suiza, Croacia y varios de los surgidos recientemente. A mí me gusta más que su traducción al castellano (Europa Central) pues mientras nuestro término refiere exclusivamente a la geografía, el vocablo alemán lleva implícita una cosa cultural, histórica, literaria, idiomática. Todo eso está encerrado en “Mitteleuropa”.
Amante de las lenguas como soy, siempre procuro interiorizarme sobre el idioma que se habla allá donde voy. El checo es un idioma hablado por unos diez millones de personas, que en épocas del imperio Austrohúngaro (entidad política que existió hasta la Primera Guerra Mundial) estuvo en riesgo de ser sustituido por el alemán. Más de la mitad de la población checa de entonces hablaba la lengua de Goethe y en las ciudades, particularmente en Praga, ciertos segmentos comenzaban a tener dificultades para expresarse en checo.
A partir de 1918 hubo un gran proceso de "reivindicación de los valores y cultura patrios", que le dio al idioma checo la salud vigorosa que hoy tiene. Un rol nada menor en este proceso cultural de vuelta a lo checo, le cupo a Alphonse Mucha, uno de los pilares o fundadores del Art Nouveau y sobre el que en Praga hay un museo bonito pero a mi juicio pobre, que hace escasa justicia a la vasta obra de Mucha. Mucha es un artista del que mucha gente no conoce su nombre, pero del que seguro conocen su obra. Uno muestra un afiche de Mucha y todos reconocen haberlo visto alguna vez. En ese museo compré una reproducción del afiche que Ud. puede ver a la izquierda de estas líneas. Es la propaganda de una obra de teatro que Sarah Bertrand estrenó en París sobre Medea, la bruja de la mitología griega.
Praga es lo que podríamos llamar una ciudad libertaria. Fue en su plaza Venceslao, que cumple aquí el rol de nuestra Plaza de Mayo, o sea es el lugar donde tienen lugar los grandes hechos políticos de masas, que en 1969 se inmoló quemándose como bonzo Ian Palach para protestar contra la invasión soviética que un año antes había ahogado la “Primavera de Praga” con la que los checos intentan crear un “socialismo con rostro humano” para usar una imagen creada entonces por los propios checos. Yo era muy chico en ese tiempo pero recuerdo haberle preguntado a mi padre qué cosa era un “bonzo”. Si bien este movimiento y este sacrificio fueron en el corto plazo infructuosos, fue exactamente en esa plaza que veinte años después, en noviembre de 1989 se produjeron las manifestaciones populares que pasaron a la Historia como "Revolución del Terciopelo" (por su carácter "suave" o sea pacífico), y que terminaron primero con la apertura de la frontera checa a Occidente y muy poco después, con la caída del impresentable Muro de Berlín y de todo el Imperio Soviético. Esa ola de libertad y aire puro que sopló por medio mundo y marcó el fin del siglo XX, nació en Praga. Algo de lo que con justicia, sus habitantes pueden sentirse orgullosos.
Praga es además origen de un sinnúmero de gente brillante que uno ha leído o escuchado. En el terreno de la literatura, donde yo me siento más a gusto, produjo hombres como Kafka o Kundera. Uno camina por adoquines que una vez, los vieron caminar a ellos y eso al menos a mí, me impresiona un tanto. Checo era también, aunque no praguense, Emil Zatopek, el más grande fondista de todos los tiempos, el único corredor que obtuvo medalla de oro en las tres distancias de fondo en una misma olimpíada (o aún en olimpíadas separadas, pues esto tampoco lo consiguió nadie).
El checo es un idioma indoeuropeo, o sea de misma familia que el español, francés, inglés, alemán y tantos otros. Es difícil creer esto por lo totalmente diferente que suena a nuestros oídos. Es muy parecido al eslovaco y pariente del ruso, o sea, es un idioma eslavo. Quienes han leído mi crónica de la maratón de Budapest tal vez recuerden que allí se habla magyar, que ese sí, no es "pariente" nuestro, o sea, no es un idioma indoeuropeo (de todos los idiomas que se hablan en Europa, y son muchos, solo cuatro no son de origen indoeuropeo siendo el vascuence es el más famoso de ellos) y por tanto aún más incomprensible a nuestros ojos y oídos. El alfabeto es, sin embargo, el latino, o sea, se escribe con las mismas letras que estoy usando para aburrirlo con estas líneas. Con MMF (como yo llamo a mi hermano, es la abreviación de Monsieur Mon Frère y esa era la forma en que mi admirado Napoleón Bonaparte se dirigía a su hermano, también llamado José igual que el mío) llegamos al aeropuerto de Praga tan simultáneamente -aunque él lo hacía desde Toulouse y yo desde Buenos Aires- que nos encontramos junto a la cinta transportadora donde se retira el equipaje. Pasamos los días como lo hacemos siempre: caminando lentamente por la ciudad, aprendiendo y aprehendiéndola, parando a tomar un café aquí y otro allá, leyendo El País de Madrid, cuya prosa nos causa gran placer –el mejor diario del mundo en mi opinión- en resumen haciendo poco y nada además de entrenar por las mañanas, claro.
Algunos días después llegaron el resto de los franceses -porque MMF lo es- que integraban nuestro equipo. Ellos son Bárbara, que venía de Toulouse -pero que no corre- y Patrick, que viene de Reims y que sí corrió con nosotros la maratón del domingo. Fue para mí una notable oportunidad para practicar mi francés, pues rara vez tengo oportunidad de usarlo todo el tiempo durante varios días. Con los locales no hay otra que entenderse en inglés, claro, pues aprender checo en una semana es imposible. Nos sorprendió sin embargo que en cuatro oportunidades, gente del común sin ninguna relación con el turismo, al escuchar que MMF y yo hablábamos en castellano, nos respondió en nuestra lengua con gran fluidez. No conseguimos entender como tanta gente llega a hablar bien español en un país que históricamente nunca tuvo vínculo con España.
Así llegamos al domingo 13 de mayo, día de la maratón, décimo octava carrera de esta distancia para mí. Hasta el día anterior, habíamos salido en nuestros diarios paseos abrigados con un pulóver y un polar liviano, dado que los días estaban en general frescos y a menudo garuaba o llovía. Pues para nuestro sufrimiento el día de la carrera se amaneció sin una nube y con un sol tropical que resulta maravilloso para quienes van a ver correr a sus seres queridos pero que se torna insufrible para los corredores. Internet anunció temprano en la mañana una máxima de 21 grados, pero fueron 24 y a la sombra, lo que hace perfectamente posible pensar que al sol, donde se corre, se soportaban no menos de 26. Esto hace de Praga la tercera maratón más calurosa que he corrido, luego de Boston y Madrid, donde Febo me castigó con 29 y 28 grados respectivamente.
La organización dice en su página de Internet respecto del pavimento que "hay poco más de un kilómetro de adoquines". Para mí, había unos tres kilómetros. En lo que tiene que ver con cuan plano o no es el trazado, yo clasifico a las maratones que he corrido en tres grupos: las decididamente montañosas que son Madrid, Boston, San Francisco y San Pablo, las verdaderamente planas, que son Berlín, Ámsterdam, Londres y Chicago, y las intermedias, que son todas las demás. Praga se ubica en este último grupo pues si bien no hay colinas espantosas, hay cuatro o cinco bajaditas y subidas que no existen en Berlín por ejemplo.
Yo quería superar o al menos igualar mi mejor marca personal (MP), que es de 3.20.30 obtenida en Barcelona en 2006. Venía como para lograrlo hasta el km 29 con un promedio de 4.46 por km pero allí vi un termómetro que, al indicar un guarismo tan alto para la columna mercurial, como dicen los periodistas, me golpeó sicológicamente. Allí me di cuenta con qué temperatura estaba corriendo y no pude mantener el ritmo. Caí tanto que mi último km fue a 5.45. Terminé en 3.32.20, lo que no está mal pero tampoco está bien. Patrick llegó apenas un minuto después y MMF hizo 4.10, algo muy meritorio pues desde temprano en la carrera tuvo un dolor de tobillos que casi lo hace abandonar y pese al cual siguió corriendo casi 30 Km más.
Llegué en la posición 540 de 3185 (17 percentil), Patrick en la 576 (18 percentil) y MMF en la 1668 (52 percentil). Si vamos a la ubicación en la categoría de cada uno, que es una medida más relevante, yo salí 62 de 348 (18 percentil), Patrick 60 de 313 (19 percentil) y MMF 171 de 313 (55 percentil)
Ganó la carrera el portugués Ornelas Helter con 2.11.49. Mi tiempo respecto del ganador, una medida que yo uso mucho pues independiza de la temperatura exterior y de los desniveles del circuito, fue 61 % mayor, contra 51 % en Barcelona, mi mejor tiempo hasta ahora.
Faltando cien metros miré al cielo y grité con toda mi fuerza: “Para vos Emil, para vos es esta línea de llegada”. Y crucé el arco final en exactamente la misma curiosa pose con que Emil Zatopek llegó en Helsinki 1952 en su tercera medalla de oro. En esa misma pose me sacaron una foto casi idéntica a la suya. Fue mi manera de homenajear en su tierra, al más grande de todos los tiempos.
Bárbara, que nos hizo de apoyo, sacó varias hermosas fotos de la carrera que pueden ser apreciadas en el vínculo correspondiente de mi blog ("Álbum de fotos", "Praga") junto a unas pocas fotos de la ciudad, seleccionadas entre las 880 que sacamos MMF y yo, y que espero darán una idea a los que no conocen la ciudad, de la enormidad de su belleza.
“Ver Napoli e poi morire” (Ver Nápoles y después morir) reza un antiguo decir que circuló durante siglos entre los marinos mediterráneos. Pues la afirmación le cabe perfectamente a Praga. Nadie debería dejar este Valle de Lágrimas sin posar sus ojos en ella.