A pampa traviesa – Maratón de Santa Rosa, La Pampa Marzo 2005


Convengamos una cosa Ud. y yo desde el principio. Yo no soy Gabo, ¿ok? que puede escribir en forma cautivante sea sobre la real Aracataca o la ficticia Macondo –ambas poco más que cuatro ranchos de adobe y otras tantas calles de tierra- como si estuviera hablando de Praga o Paris. Así que si yo tengo que hablar de la ciudad de Santa Rosa, capital de la provincia de La Pampa, no pretenda que sea capaz de producir páginas tan cautivantes como las que mi pluma dio al mundo cuando corrí en Ámsterdam, París, Chicago, Boston o tantos otros lugares.
Hecha esta salvedad, déjeme decirle que ayer corrí nuevamente una maratón - o sea 42,195 kms.- en la mencionada ciudad argentina, ubicada a unos 650 kilómetros al sur de Buenos Aires.
Santa Rosa tiene apenas 113 años y ni un solo edificio histórico. Su centro cívico es obra del arquitecto argentino Clorinda Testa, un hombre muy famoso pero que para mí puso allí lo que menos me gusta de Niemeyer, el arquitecto brasileño que tiene obras en casi todas las ciudades de su país, las más conocidas de las cuales están en Brasilia. Santa Rosa tiene un enorme casino, cuya arquitectura es tan chabacana y de mal gusto, que para describirla diré que es una mezcla de lo peor de la estética menemista, mezclada con un aire de Las Vegas. Se van haciendo una idea, me imagino.
Quien no ha andado nunca por la famosa pampa argentina, tendrá dificultad en visualizar lo que aspiro a describirles. Es una inmensidad plana, sin una sola loma o cierra o desnivel. La Pampa, ahora me refiero a la provincia, en los tiempos de las primeras presidencias de Perón llevaba el nombre de "Eva Duarte de Perón", sí, la famosa Evita. Así como la provincia de Santiago del Estero llevaba el nombre del mismísimo General Perón. Así de megalómano y absurdo era el culto a la personalidad que regía en la Argentina a mediados del siglo XX en aquellos años que no pueden ser llamados de otra cosa que dictadura, mal que le pese a los peronistas que aun existen. La provincia tiene casi el área de Uruguay (143 mil kilómetros cuadrados contra 187 mil que tiene el Uruguay), pero mientras que Uruguay tiene 3 millones de habitantes -y es un país vacío, para estándares europeos- La Pampa tiene tan solo 300 mil, la décima parte. Su densidad de población -2.1 habitantes por kilómetro cuadrado- es de las más bajas del país, solo superada por Chubut y Santa Cruz, no sorprendentemente, ubicadas también en el aislado y agreste sur argentino.
Tiene sólo tres ciudades, la mayor de las cuales es Santa Rosa, su capital, donde viven cien mil almas y donde correríamos el domingo nuestra carrera. La provincia está formada por dos zonas o áreas geográficas claramente diferenciadas: el sur improductivo -sólo hay salares- y el norte, que cuenta con alguna de las mejores tierras del país, lo que no es poco decir. Es la zona que hace mucho era la Pampa Seca, luego pasó a ser por décadas la fértil Pampa Húmeda y hoy lamentablemente se está transformando en la Pampa Inundada. Ha llovido en exceso y la tierra no consigue dar cuenta de tanta agua. Se han formado lagos y lagunas permanentes por todo el territorio de la provincia. Hay muchos latifundios, varios de ellos de políticos y sindicalistas famosos, obtenidos, claro, no de la maneras más limpias que uno pueda imaginar.
Los habitantes de la provincia son afectos a la pesca y la caza -no hay mucho más para hacer- y abundan los cotos privados de caza, donde se crían ciervos, pumas y jabalíes, para que europeos de buena posición económica disfruten cazándolos. Los buenos cazadores, los que cazan en campo abierto, dicen que cazar en un coto es como pescar en una pileta... pero el hecho es que esta actividad trae buenos recursos a las arcas del estado y sus pobladores.
En la estación de tren de la ciudad, que no tiene hoy en día uso alguno pues en los años ochenta, en que quisimos ser Primer Mundo, bajo el gobierno del tristemente célebre Carlos Saúl Menem, los mismos fueron desactivados en todo el país. En la sede ferroviaria, decía, hay una columna fea y de estética similar a la Pirámide de Mayo, que recuerda el hecho histórico que la Historia oficial argentina conoce como la Conquista del Desierto y la Historia revisionista como el genocidio de las tribus indígenas que entonces habitaban el territorio argentino. Estamos hablando de fines del XIX y el general a cargo fue Julio Argentino Roca, luego varias veces presidente electo de la Nación. Yo no juzgo moralmente el hecho de armas pues siempre me ha parecido tonto juzgar algo de hace más de un siglo con los ojos y la moral de hoy en día. El hecho es que los indios asolaban con ataques llamados malones a las poblaciones próximas inclusive a Buenos Ares y no eran percibidos como habitantes genuinos ni con derecho a nada. Roca armó al Ejército Argentino y arrasó con todos los indios hasta el mismísimo extremo sur del país, eliminando el riesgo que los aborígenes representaban y, claro está, eliminando también a miles de ellos. Si no lo hubiera hecho Roca, lo habría hecho Chile y hoy todo sería igual, pero la Patagonia sería chilena.
Los revisionistas siempre quieren llevar todo al extremo y hace poco pretendían sacar la estatua de Roca que hay en Buenos Aires, que es como si en México eliminaran todas las referencias a Cortez.
Llegamos el viernes a la tarde para tener el sábado para ambientarnos y pasear. La carrera comenzó puntualmente el domingo a las 8.00 de la mañana, luego de una tormenta que castigó la ciudad del sábado por la noche y eliminó el riesgo de lluvia para el domingo. La carrera tiene el nombre comercial de “A Pampa traviesa”, expresión que al menos a oídos argentinos evoca cabalgatas, gauchos, libertad, salvajismo, todo eso en alguna dosis y medida.
La temperatura era de 12 grados al inicio y 24 al final de la carrera. La maratón de Santa Rosa es una de las más famosas de la Argentina y donde corre la elite. Allí estaban, en la línea de largada, los tres hombres más rápidos del país, Oscar Cortinez, Pablo Simbrón y José Luna. Simbrón, que se alojaba en mi hotel, había ganado las dos ediciones anteriores y quería ser el primero en ganar tres seguidas, algo que no pudo lograr pues ya en el kilómetro once tuvo que abandonar por una tendinitis. Ganó Oscar Cortinez con 3.19.40. Esta maratón es la que define el campeonato argentino así que desde ayer ha vuelto a ser campeón argentino de maratón el oriundo de Morón, Oscar Cortinez, lo que me alegra mucho porque lo conozco. (de habérmelo cruzado alguna vez en una línea de largada, nada más que eso). Éramos apenas 713 atletas y una muestra de lo selecta que es esta maratón, la da el hecho de que el tiempo máximo permitido es de 4 horas 30 –contra 6 horas en casi todo el mundo- . Pasadas las cuatro horas, levantan los cortes de calles, las ambulancias, la policía y arreglate como puedas si no terminaste.
Yo no había entrenada como lo hice para mi última maratón, la de Ámsterdam, en octubre del 2004, por lo que no podía esperar alcanzar los mismos tiempos. Además, en Ámsterdam la temperatura fue menor, lo que es muy bueno, y el circuito era totalmente plano. Quien dijo que Santa Rosa es plana, no la corrió. No es Madrid ni Boston ni Lisboa, pero no es plana como Berlín o Ámsterdam.
En el kilómetro 21 me llega el aliento de Ruben Olivera, nuestro hombre de ventas en esa ciudad. Parece mentira lo que puede un grito de aliento. Ese kilómetro fue el más rápido hasta ese momento, como pude luego comprobar el mirar mi reloj que registra todo.
Kilómetro 30, me acompaña vaya a saber por qué, una moto de la policía. “Soy elite, me guía la policía” grité. Tanta gracias le causó al agente de la ley que casi se cae de la moto por la risa.
Kilómetro 36 y como es habitual sostenía este tipo de diálogo con MOY:
Berni: No puedo más MOY, no tengo glucosa, ni glucógeno ni nada. Estoy sin piernas, me muero.
MOY: Maricón, almirante boliviano, octogenaria embarazada, ¿y vos tenés el tupé de llamarte a vos mismo corredor? ¡Tenés el sagrado deber de terminar y de hacerlo sin caminar, carajo!.
Pido aquí disculpas a la comunidad gay –yo nunca me dirigiría a nadie como “maricón”- a las madres de edad avanzada y al hermano pueblo boliviano. Pero MOY es hombre de tablón, no entiende nada de lo que llamamos lenguaje “politically correct”. Pero es general y yo soldado, y yo eso lo tengo claro.
Berni: No sé que pasa MOY, ya estamos en el 36 y ninguno de ellos ha llegado aun.
No acababa de pronunciar estas palabras cuando veo aparecer a mi lado a Marcos Corti, seguido de Eric Weihenmayer y atrás de ellos, el padre de la patria, Sir Ernest Shackleton en persona. Ahora sí, me dije, encontraré fuerzas para seguir, el apoyo moral de esta terna de monstruos haría correr al mismísimo Lázaro aun antes de que Jesucristo lo sacara de su tumba.
Faltan tres kilómetros y aparece Mauricio, mi hijo menor que había viajado conmigo con ese solo fin, alentarme. Corrió conmigo unos cuantos metros y su compañía fue la energía que me hacía falta para llegar a la meta disfrutando, abrazándome como siempre con Sir Ernest y Eric y ahora también con Marcos, sacándome una foto con Mauricio y agradeciendo a Dios y a mi constancia, la salud de que gozo y que me permite estas cosas.
Puse 3.35.15, contra mis 3.23.54 de Ámsterdam. Pero esto no necesariamente quiere decir que anduve peor. Si comparamos el tiempo de los ganadores, que si asumimos que es el mínimo obtenible en las condiciones de altimetría del circuito y de clima del día, vemos que Cortinez demoró 10.5 % más que el ganador de Ámsterdam. Yo demoré solo 5.6 % más que en Ámsterdam. No sé si Gustavo Represas, mi entrenador, compartirá este razonamiento matemático, pero a mi me convence. Me acompañaron Ariel, que corrió media maratón, Raquel y Walter, que corrieron juntos la maratón completa, y Ruben, que completó su primera maratón en notables 3.22 -tiene 49 años- mostrando que tiene pasta de corredor de veras.
Ya estoy de vuelta en la enorme capital argentina y como siempre luego de una maratón –esta fue mi décimo tercera- aprovecharé durante una semana o diez días la enorme oferta cultural de la que mi entrenamiento me mantiene normalmente lejano. Esta semana tocan Saluzzi, Mederos y Salinas, tres de los más grandes músicos argentinos contemporáneos . Y actúa Marcel Marceau. Y yo tengo tiempo y ganas, para disfrutar de todo eso. El domingo que viene corren Gabriel y Monsieur Mon Frere en Paris. Vaya un deseo de buena cumbre –así nos deseamos suerte los montañistas- para ese desafía que ahora les toca encarar a ellos.

Caramba Berni, qué poca capacidad de síntesis. Todo esto se podía haber dicho así: “Fui a correr a Santa Rosa. Puse 3.35.15”. Pero yo soy de los que creen que si algo puede decirse en cinco páginas, ¿Por qué hacerlo en cinco líneas?