España en el corazón – Maratón de Madrid 20 de abril de 2003


Todos somos aficionados. La vida es demasiado corta para otra cosa
Charles Chaplin

Una vez más, nos encontramos con MMF en alguna parte del mundo para correr juntos un maratón. Esta vez fue en Madrid. Ambos llegamos el domingo 20 de abril por la mañana, o sea exactamente una semana antes de la carrera. Él llegó una hora más tarde que yo, por lo que me encontró durmiendo, intentando recuperar las horas de sueño que nunca alcanzo a completar en un viaje aéreo intercontinental.
El Apart Hotel donde paramos está muy cerca de la estación de metro “Tribunal”, o sea en el centro. La ciudad estaba desierta esa mañana dominical en que salimos a pasear y comenzar a interiorizarnos de la geografía madrileña. Yo había estado en Madrid hace nada menos que 21 años. MMF más recientemente, hace unos cinco. Ninguno de nosotros tenía por tanto un conocimiento siquiera mínimo de la ciudad.
Encontramos un café en la Glorieta de Bilbao, muy cerca de “casa” que nos gustó mucho. Su nombre es “El Comercial” y resultó ser el más antiguo de la ciudad, mas anciano aún que el mundialmente famoso Café Gijón sobre el Paseo de los Recoletos. El Comercial data de 1887, (el Gijón de 1888), y tiene toda la elegancia de esos años. Pero no es un lugar muerto ni momificado, por el contrario. Por las tardes se llena de gente charlando, tomado algo y en el piso superior siempre hay actividad: campeonatos de ajedrez, gente en Internet, otros jugando naipes, o asistiendo a partidos de fútbol por televisión, reuniones de señoras o de miembros de un taller literario, conferencias sobre asuntos culturales, etc. Este café terminó siendo uno de los lugares donde más tiempo pasamos en la ciudad, luego del Apart Hotel. Allí concurríamos todas las mañanas a cumplir el ritual de la lectura diaria de El País y en las tardes a completar la jornada con un cortadito antes de dirigirnos al hotel a preparar la cena.
Nuestro alojamiento era muy confortable pues disponíamos de dos piezas, comunicadas entre sí. Esto nos dio durante toda la semana mucha independencia ya que MMF se acuesta más tarde y se levanta más temprano que yo, o sea, duerme menos, y pudo mantener esta modalidad sin molestarme en lo más mínimo ya que cada uno disponía de su propio cuarto. Teníamos también cocina, algo fundamental no sólo para ahorrar dinero –Europa está imposiblemente cara para bolsillos argentinos- sino para poder preparar comidas sanas, nutritivas, acordes a lo que un atleta necesita la semana previa a un maratón.
Una de las cosas que compartimos con MMF, y de la que mutuamente disfrutamos, es de nuestra manera calma y cadenciosa de conocer ciudades. Nada nos apura, no nos sentimos en obligación alguna de conocer atracciones turísticas ni aumentar la cuota de museos visitados, por lo que nos movemos con calma. La tónica de la semana, al igual que cuando estuvimos juntos en Londres, fue levantarse, correr, bañarse, desayunar, comprar El País e ir a leerlo a El Comercial con un cortado de por medio, luego un paseo, para retornar al hotel a almorzar. Un museo o algo similar por la tarde, retorno a pie, un cortadito para contemplar las multitudes de nuestro café una vez más y al hogar a descansar. De nada sirve correr por las ciudades marcando atracciones en la guía turística como “ya vistas” si uno al volver a casa no consigue recordar nada. De nada sirve acumular museos si se termina confundiendo a Vermeer con Rembrandt (los dos eran holandeses, ¿no?) o a Botero con Boticelli (los dos pintaban gordas, ¿no?).
Por una cosa o la otra, dejamos el Museo del Prado para el domingo después del maratón, sin notar que ese día cierra a las dos de la tarde. Como ambos dejábamos la ciudad el lunes inmediato posterior a la carrera (28 de abril) y ese día todos los museos están cerrados, creo que somos las únicas personas que pasaron ocho días en la capital española sin visitar ese famoso museo. Otra vez será. Un día fuimos a Toledo, hermosa ciudad próxima a Madrid que MMF no conocía y que yo aún recordaba de haberla visitado hace la friolera de veintiún años. Pasamos el día deambulando por sus hermosas y medievales calles, visitando iglesias y algún museo. No fuimos esta vez al Alcázar, pues la historia bélica no era lo que más interesaba de Toledo a MMF. Yo tengo muy presente mi visita anterior a ese cuartel así que para mí no era un problema no visitarlo esta vez.
MMF terminó siendo una autoridad en todo lo referente a cultura, historia y sociedad españolas. Se sabe los nombres de todos los reyes, los años en que gobernaron, y hasta –no exagero nada, es literal lo que digo- el color de las ropas preferidas de Felipe II o la altura de Carlos V. Un día leo en El País que España está dividida en 17 comunidades autónomas y le pregunto si sabe cuales son. Me dio el nombre de 16, algo que no creo que la mayoría de los españoles conseguiría hacer. Leo un titular sobre “el trasvase del Ebro” y le pregunto de qué se trata. Recibo un pequeño discurso con los detalles del Plan Hidrográfico Nacional. Y esto sin entrar en tema fútbol, su punto fuerte. Se sabe la integración de todos los equipos de primera, el precio de cada pase, los goles marcados por cada jugador, etc. etc. etc. Me he preguntado varias veces de donde saca tanta información. Supongo que es una mezcla de canales españoles por cable que recibe en Toulouse, la lectura diaria de El País en Internet, muchos libros y sobretodo mucho interés en los temas españoles. Él se define como hispano, una definición poco usual, pues no son muchos los que hoy en día reconocen Hispanoamérica como patria u origen. Yo agregaría que es hispanista, en el sentido más clásico del término. Gracias a sus conocimientos del idioma peninsular, me ayuda a hacerme entender con el mozo de El Comercial: cuando digo cerveza, media luna o banana, él traduce caña, croasán o plátano.
Compré un libro de Arturo Pérez Reverte –de quien he leído la totalidad de su obra- que contiene una selección de las notas semanales que durante muchos años este popular escritor recientemente incorporado a la Real Academia Española publicó en El Semanal. Las mismas contienen numerosas referencias a asuntos muy españoles, códigos que lógicamente los lectores de esas notas conocen. Pero no era mi caso. Así, recurrí a la inagotable fuente de conocimiento sobre España de MMF para entender que es un Vega Sicilia, la pasarela Cibeles o la ONCE.
Nuestros paseos por parques y callejuelas incluyeron diálogos sobre temas que nos son afines y comunes. Uno de ellos es el idioma español. Así, pasamos horas comparando modismos españoles con sus equivalentes latinoamericanos, juzgando usos, hipotetizando sobre el origen temporal y geográfico de palabras y expresiones. Nos encontramos hablando de las reformas que la Real Academia Española introdujo en 1959 y 1999 como dos cardenales conversarían sobre los Concilios de Trento o de Nicea. Para el mundo, temas aburridísimos, para nosotros, una pasión. Ambos reconocemos en el Idioma Español nuestra única patria, si es que el término patria significa alguna cosa para hombres como nosotros.
Otro tema en común es la política. Animales globales y políticos como ambos somos, nos encontramos discurriendo sobre Fidel o Irak. Un día escuchamos una larga entrevista que la televisión oficial española (TVE) le hizo al José María Aznar, líder del Partido Popular (PP) y Presidente del Gobierno español. Dicha entrevista –severamente cuestionada por la oposición que entendió se trataba de un uso inapropiado de la red oficial para iniciar la campaña electoral para las elecciones municipales que tendrán lugar el 25 de mayo, nos mostró un Aznar con el que discrepamos ambos, pero cuyas habilidades de expositor son innegables. Habiéndole reconocido esto, es de justicia decir que Aznar nunca será otra cosa que un buen presidente. No le da para estadista. Carece de la capacidad de un Mitterrand o un Adenauer para alejarse de la coyuntura y hablar como desde el cielo. Cae sin poder evitarlo en lo partidario, en el insulto al PSOE. Debería entender que esa es tarea para su séquito, no para él. Hace poco se inauguró el metro a Barajas –zona donde está el aeropuerto- y aún más recientemente una línea nueva al sur. Casualmente, a dos meses de las elecciones.
Es notable el cambio que ha sufrido –o mejor dicho disfrutado- Madrid en estos largos veinte años en que yo no la he visitado. Entonces el centro era un lugar lleno de construcciones viejas, sucias y semi derruidas. Ahora que España es próspera, se ha invertido muchísimo dinero en rehabilitar todas esas propiedades, por lo que el centro luce ahora bonito, bien conservado, limpio, pintado. Es como caminar en el túnel del tiempo, algo muy grato para el visitante. Y seducen y encantan los nombres de las calles: Calle del Pez, del Zapatero, de la Carreta, de la Costurera y la que a mí más me gustó, la calle de Válgame Dios. Una ciudad que tiene tan pintoresca toponimia no puede ser ni tonta ni aburrida.
Uno de los museos que visitamos fue el Sorolla, alojado en la misma casa del pintor. Una belleza la casa y la forma en que está presentada la colección. Recorrimos librerías varias, algunas modernas y otras antiguas, visitamos la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión en el Paseo de los Recoletos y la tradicional Cuesta del Moyano, donde se encuentran los vendedores de libros usados o viejos. Compramos algo pero no mucho. Los libros están muy caros en España. Cuando un libro tiene edición argentina, esta cuesta menos de la mitad en Buenos Aires, de lo que cuesta en Madrid.
Vimos dos películas, ambas ambientadas en la Guerra Civil Española. Una de ellas olvidable, titulada “El lápiz del carpintero” y la otra, que a los dos nos gustó muchísimo, “Soldados de Salamina”. Esta película está basada en un libro de Javier Cercas, que ya lleva 27 ediciones en dos años. Está dirigida por David Trueba y protagonizada por la bellísima Ariadna Gil, una mujer tan linda que estoy seguro la mayoría de mis congéneres no alteraría su marcha por la calle si se la encontraran, tan poco perspicaces suelen ser para este tema. Sin contar la película ni el libro en detalle, digamos que narra hechos relacionados con la vida de uno de los fundadores de la Falange, un escritor de nombre Rafael Sánchez Mazas. Nuestros conocimientos sobre el origen de la Falange española no pasan de Primo de Rivera, por lo que no sabíamos si Sánchez Mazas era un personaje histórico o de ficción, aunque intuíamos lo primero. Al día siguiente lo verificamos: en la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión, encontré una “Antología de la literatura fascista española”, en la que figuraban trozos de la obra de Sánchez Mazas.
Un día fuimos a Las Ventas, el barrio donde está ubicada la Plaza de Toros a comprar zapatillas de correr a una tienda allí ubicada de la que teníamos buena recomendación. El área estaba llena de adolescentes pues esa noche tenía lugar allí un recital de Shakira. La Plaza de Toros es muy bonita del punto de vista de su arquitectura –mozárabe, creo que se diría-. Aunque yo tengo poco aprecio por no decir desprecio por la lidia.
La ida a Toledo, cargando mochila todo el día, dejó mi espalda dolorida. Felizmente el malestar duró unos días pero estaba superado para el viernes. MMF tuvo menos suerte con una gripe que le pegó el sábado, víspera del maratón –seguramente porque ese día hicimos nuestro último entrenamiento bajo la lluvia-. Fuimos a comprar un remedio chino a Lavapiés, el barrio madrileño donde se encuentran las tiendas de inmigrantes orientales, pero pese a esta medicación y a una convencional y occidental que compró en una farmacia, el mismo domingo de la carrera a las 3 de la mañana, estaba con fiebre. Pese a eso MMF corrió y completó la carrera, lo que no le debe haber sido nada fácil.
Como mis lectores habituales saben de mis relatos de maratones, los últimos tres días son de carboloading, o sea, uno come pastas y solamente pastas. Nos comimos exactamente siete kilogramos de pasta que en su mayoría yo había llevado desde Buenos Aires. Así, llegamos al domingo a la mañana, día de la carrera. Nos levantamos a las seis para comer pasta por última vez, con tiempo de ir al baño si esto se hacía necesario, antes del comienzo del maratón a las 9 y media. Corrimos juntos y muy bien hasta la mitad del maratón, a donde llegamos en 1.49, un muy buen tiempo. Allí nos separamos, MMF un poco más atrás. Yo conseguí mantener el ritmo hasta el kilómetro 32 pero allí no pude evitar comenzar a aflojar un poco la velocidad. Hacía mucho calor -12 grados al comenzar, 28 al terminar según indicaban los termómetros callejeros- contra 8 grados en Nueva York. Y peor aún, la orografía madrileña es destructora, la ciudad está llena de subidas y bajadas que no se acaban nunca y que no permiten mantener un ritmo constante. Estas dos cosas conspiraron contra nosotros. Por eso Madrid no es un maratón rápido y por eso poquísima gente viene de fuera a correrlo. La gente quiere maratones rápidos, planos, donde tenga chance de mejorar sus tiempos. Ese no es el caso de Madrid. Yo puse 3.44.29, contra 3.39.40 en Nueva York. MMF puso 4.02 contra 4.14 en Londres. O sea, bajó su tiempo pese a la gripe, el calor y las colinas. Pero en realidad el estaba para 3.45 –había puesto 3.51 en un entrenamiento en Toulouse-.
El ganador fue el keniata Henry Tarus con 2.12.42 y en mujeres la también keniata Jepkoech Ruth con 2.34.41. Comenzaron la carrera 12500 personas, un número récord para Madrid. Completaron 7969. Yo salí en la posición 3714 y MMF en la 5329.
Sé que algunos de ustedes –deportistas, cuantitativos y competitivos como yo- estarán interesados en el razonamiento que sigue. El ganador de Madrid puso 5.6 % más tiempo que el de Londres y 3.6 % más que el de Nueva York (hablando siempre de las mismas ediciones de ambos maratones que yo corrí). Yo puse 2.6 % más que en Londres y 3.0 % más que en New York. En otras palabras, relativamente no corrí mal. Contra este argumento se me podrá decir que la calidad de los ganadores de Madrid es inferior a los de Londres o New York, lo que es cierto, pues los premios son muy inferiores y que esto invalida o disminuye el valor del análisis. Yo responderé que en Londres hacía 8 o 9 grados y en New York otro tanto, mientras que en Madrid de promedio hizo 20. En mi visión, un argumento mata el otro y el análisis por tanto tiene pleno sentido.
El domingo después de la carrera fuimos a almorzar –tardísimo- al departamento de una pareja amiga de MMF, el resto del día fue todo descanso y reposo. El lunes caminamos mucho, el día estaba hermoso. A última hora de la tarde, nos tomamos el metro y al igual que en Londres nos despedimos en un vagón subterráneo, en las entrañas de la tierra, él iba hacia la estación de trenes, yo al aeropuerto de Barajas. Ahora con la cabeza en la maratón de Berlín en septiembre y en el Aconcagua en diciembre, próximas metas para este año.
Como ya he dicho más arriba, MMF tiene desde hace años, como Neruda, a España en el corazón. Yo comencé a sentir algo así esa tarde de lunes en que dejé Madrid, con el deseo de no volver a pasar tantos años sin reencontrarla.

Estos días azules, y este sol de la infancia
Último verso de Antonio Machado, encontrado por su hermano José en el saco que cubría su cuerpo exánime. Citado por la protagonista de Soldados de Salamina.