Amanecer Comechingones - Junio 2013

Era la primera vez que yo corría esta carrera organizada por Daniel Estefanía en El Durazno, diminuta localidad cordobesa próxima a Yacanto de la cual está a unos siete km por camino de ripio. Yacanto está sobre la ruta asfaltada. Yacanto, o Yacanto de Calamuchita –tal su nombre completo- no debe ser confundido con San Javier y Yacanto, localidad también cordobesa pero que está ubicada al oeste de las sierras de los Comechingones. En San Javier y Yacanto es que suele tener sede una carrera que he corrido en todas sus ediciones, la Half Mision organizada por “Guri” Aznares. La zona y la sierra toman el nombre “Comechingones” de un pueblo autóctono que habitaba esta región. En Wikipedia hay dos versiones sobre de donde viene el término “comechingón” pero ninguna de ambas tiene que ver con comer ninguna cosa. El chingón no es un fruto ni alimento, dicho en otras palabras. Pero yo en mi desvarío fantasioso, siempre me cuento que el Comechingón es como un Yeti pero de estas sierras y que “Chingón” es “hombre blanco” en cordobés. Por lo que, le digo a la gente, es peligroso salir a caminar por la sierra porque el Comechingón te puede devorar.
Llegamos con Carina Ottaviano, mi pareja pero que no corre solo me acompaña y me apoya que no es poco, en micro el viernes por la mañana. La carrera era el sábado. Primer error, porque aunque el servicio que adquirimos era el mejor posible, no es cama full y por tanto no dormí bien, cuando como todo corredor sábado, la noche -2, o sea la segunda previa es la más importante en lo que respecta a dormir adecuadamente. Si en la última no se goza de un notable sueño, vaya, no es lo ideal pero se sobrevive. La penúltima es lo fundamental. Segundo error fue no haber ido en auto a un lugar tan apartado del mundo civilizado. El micro que nos llevaba desde Buenos Aires –en el que también viajaba Dasha Jomich, que corría la distancia de 63 km (Se corrían todas estas distancias: 7, 15, 28, 42 y 63 km) nos dejó en Santa Rosa de Calamuchita, de ahí hubo que esperar dos horas a que un micro local nos llevara a Yacanto y de ahí tomar un taxi a nuestra posada que quedaba a cuatro km del centro de Yacanto. Estábamos aislados del mundo y solo nos salvaría de la debacle la amabilidad de dos colegas amigos, Douglas y Pachi, como ya se irá enterando Ud. estimado lector y seguidor fiel de mis andanzas por los senderos del mundo, a medida que estas líneas vayan progresando.
En el mismo grupo de cabañas donde nos alojábamos nosotros, sabíamos que estarían Pablo Lapaz, Jorge Xavier, ambos viejos amigos míos de varias carreras. Junto con ellos Carlos Douglas Hernández, Alejandro "Highlander" Scuoteguazza (¡este sí que parecía el Comechingón!), Víctor Trillas, Ruben Beledo y Sebastián ”Estebita” Paulós, joven colega y debutante en los 42 km, todos uruguayos venidos especialmente para esta carrera. Pero los celulares no tenían adecuada cobertura y no nos podíamos llamar. Arrancamos con Carina hacia el pueblo a pie, y por supuesto el primer vehículo que pasó, un amable señor local, nos dio un aventón como dirían los mexicanos o un ride como dirían los americanos.
Disfrutábamos de un almuerzo bajo el sol cordobés en el centro de Yacanto cuando pudimos hacer uso de la tecnología y llamar a mis compatriotas, que generosos y raudos, sabiendo que no tenía yo auto y aunque ellos ya habían ido a El Durazno a retirar su kit, volvieron solamente para que yo retirara el mío. Luego de eso y antes de dejarnos en nuestra posada, nos llevaron a un almacén a comprar vituallas para no tener que salir ni a cenar ni a desayunar todo lo cual era imposible sin auto. Cuando le agradecimos el gran favor a Carlos Douglas, que era el dueño del auto y quien nos hizo de chofer, Douglas me dijo: “Vos no recordás, pero vos me hiciste a mí un favor mucho mayor”. Douglas estaba magnificando sobremanera una simple gauchada mía, que no había consistido más que en enviar un mail a alguien, nada comparable a llevarme a El Durazno por un difícil camino de ripio con muchísimo desnivel. Pero prueba de que en nuestra comunidad corredora, todo el mundo está siempre dispuesto a ayudar a un colega en aquello en que le sea posible y siempre terminará recibiendo ese favor de vuelta, de otro corredor, en otra circunstancia. Así es esta tribu de solidaria y esta es una de las razones más fuertes para transformarse en atleta: disfrutar de lo bueno del ser humano antes de que la desconfianza y la inseguridad nos tornaran bichos hostiles.
Nueva casualidad, nos encontramos con Francisco “Pachi” Somoza y Carina Wainstein, su mujer, en el almacén. Al igual que con los uruguayos, no funcionó el celular pero funcionó el azar. Increíble. Como Pachi y Carina corrían como yo, 42 km, distancia cuya partida era a las 7 de la mañana, al día siguiente nos fuimos con ellos. Es claro que los uruguayos se ofrecieron a llevarnos, pero ellos corrían 63 km (todos menos Estebita que como dije corría los 42) y comenzaban a las 6, por lo que ir con ellos implicaba dormir una hora menos.
Carina (la de Pachi, no la mía, no compartimos pareja, somos tipos serios, ché) corría por primera vez 42 km –ya había corrido 21- y Pachi corría esta vez junto a ella, por lo que fueron tranqui. Yo corro UTMB en 70 días por lo que decidí correr sin matarme. No tenía tabla de tiempos, porque la organización no me envió los datos para hacerla (ya haré evaluación de la organización más adelante) por lo que carecía de algo básico para mí, lo que yo llamo PCT (Process Control Tool). Pero bueno, me dije, muchos años corriste sin PCT ni GPS ni nada Berni y todo bien, vermouth with french fries, como diría Tato y “vamo palante” como diría el bolivariano.
Me habían pintado el circuito como guaaaau en lo que concierne al paisaje. Pues déjeme que le diga que sí, que es bonito, pero ni más ni menos que lo es el paisaje al otro lado de la sierra de los Comechingones o sea en San Javier Yacanto y tanto como lo es en Salta, Jujuy o la Patagonia –tal vez menos que en el Norte o la Patagonia-. A mí me había parecido inútil largar tan temprano cuando la mayoría estábamos alojados tan lejos –la capacidad “hotelera” de El Durazno es una posada y media docena de cabañas, tomadas todas con meses de anticipación. Para que se haga Ud. una idea, amable y paciente lector (si será paciente Ud. que solo quiere saber quiénes corrieron y cómo nos fue y yo le doy vueltas dos o tres páginas antes de ir al grano) en El Durazno no hay corriente eléctrica, o mejor dicho, conexión a la red nacional (corriente hay, porque cuando se prenden los generadores circulan electrones, vio). Pero a la hora de largar la carrera, cuando ya podíamos apagar las linternas de cabeza y sobre los filos de las primeras sierras explotaban los rojos y carmines que son como la vanguardia del sol, que los sigue minutos después, entendí por qué Estefanía larga la carrera antes del amanecer, sin estricta necesidad técnica: para que disfrutemos de esa luz de amanecer, tan amada por los fotógrafos y toda persona sensible. Decisión plenamente justificada. El tiempo no pudo acompañar más: fresco pero jamás frío, ni siquiera a la largada, sin sol rajante ni lluvia ni viento.
Yo venía tranqui y disfrutando de la vida hasta el km 30 en que atravesamos un bosque lleno de troncos de árboles derribados por un reciente tornado. Iba caminando y me hinchaba los testículos, los huevos, los cataplines o los cojones, eso de pasar un árbol por abajo, saltar el segundo y sentarse arriba del tercero para sortear el obstáculo que cada uno imponía. Así que MOY (Mi Otro Yo), que como Ud. sabe es el Comandante en Jefe del PEL (Pequeño Ejército Loco) en el que yo tengo el orgullo de revistar con grado de Coronel, se me acerca y me dice: “Mira tío, o te pones a correr o esta tortura no se acabará en horas, pues faltan 13 km”. Así que subí un cambio y salí del bosque. A poco me enganché con Fernando, un corredor rosarino con quien corrimos juntos toda la distancia restante, y lo hicimos muy bien, alternando algo de caminata con trote corto como hicimos con Guillermo Sivori en Sables o con Sebastián Castaño y Rodrigo Gerardin en Patagonia Run.
Terminé en 6.38.13 (40 / 96 en la general) y como teníamos que esperar a Pachi y Carina un tiempo que yo sabía sería de algunas horas, me dediqué a hacer tres cosas que amo en la vida: disfrutar de la compañía de Carina (la mía), charlar con mil corredores y comer. Hablando de Sebastián Castaño, me lo crucé en ese rato, le metió 6.18 a los 42 km corriendo con su hermano. Pensar que en Patagonia Run corrió como nosotros y hoy lo hace ya mucho mejor que yo. Así pasa con los corredores más jóvenes que uno, hay que asumir, qué se le “vasé”. Pero a mí me cuesta. Yo no quiero que me gane nadie, ni jóvenes ni veteranos, ni conocidos ni desconocidos.
Gustavo Tosco, con quien corrí una vez la Half Mision, corría los 63 km (que fueron en realidad 56 km) y lo hizo como siempre apoyando con su esfuerzo la tarea comunitaria del Banco de Alimentos. En esta ocasión juntó más de 4500 litros de leche para que esa entidad pueda distribuir entre los necesitados. Uno de los muchos que le donó litros de leche a Gustavo fue uno de los corredores mencionados en estas líneas. Pero es claro que no daré su nombre porque sé que no le gustaría. Gustavo Tosco se crió de niño exactamente en estas sierras por lo que la conoce como nadie y tiene con ellas una relación muy entrañable. Un primo suyo está enterrado a metros de donde se largó la carrera.
Pablo Lapaz y Ruben Beledo llegaron casi juntos en espectaculares 8.54 para los 63 km (56)-. Fue el mejor tiempo en esa distancia de todos mis conocidos. Ruben entró quinto y con ello hizo podio en su categoría (los podios son de cinco aquí). Notable carrera hizo también Juan Cazarre en 42 km, con poco más de 6.02, lo que le permitió salir cuarto en su categoría (45-49). Cuál no sería mi sorpresa al enterarme que yo había ganado en la mía, que era 50+, no 55-59. Esto le da un poquito más de mérito, pues no era el menor de la categoría como hubiera sido el caso con una definición de categoría típica de carrera de calle (55-59). Es la primera vez que gano una carrera. He salido segundo y tercero varias veces pero nunca primero. Claro que no hay que agrandar la cosa tampoco: había solo 13 personas en mi categoría y el segundo estuvo a apenas 4 min de mi tiempo. El tercero, a solo 2 min del segundo, o sea, fue más un triple empate que una victoria mía clara o indiscutible.  Pachi y Carina llegaron sobre el final de la carrera de 42 km lo que era previsible pues como dije Carina corría la distancia en montaña por primera vez. Y felizmente, al igual que todos mis amigos, llegaron enteros y en una pieza.
Ud. sabe cómo son los corredores de parcos. En la ceremonia de premiación subieron al palco decenas (hay como diez categorías por distancia, cada una tiene un podio de cinco personas, y se duplican para hombres y mujeres). Ninguno dijo una palabra. No es el caso de este servidor que donde ve un escenario y un micrófono está haciendo payasadas y discursos como si fuera político en campaña. Muchos tienen miedo escénico, yo por el contrario amo el subir a un escenario frente a un público, cualquiera que sea. Me di el gusto de hacer un discursito que tenía pensado desde hace no menos de diez años, pero que nunca pude hacer porque nunca había salido primero ni tenido al segundo tan cerca, circunstancias imprescindibles para que la línea argumental del discurso tuviera lógica y sentido. ¿Que qué dije? Ahhh, no. Eso es otro precio. Para saberlo tendría que haber estado allí. Hay cosas que quedan para los que a los hechos han asistido de cuerpo presente.
Al día siguiente, ya partiendo –volvimos en el auto de Pachi a Buenos Aires, no en micro- nos encontramos en la puerta de la posada, en donde esperábamos que Pachi nos pasara a buscar con su auto, con Roberto Fúsaro, gran corredor y amigo cuya trayectoria atlética es de tal magnitud que si me pongo a contarla esto no toma tres páginas sino treinta. Había corrido los 56 km en 9.09.
Vamos finalmente a evaluar la organización: Daniel Estefanía es un corredor muy bueno –corrió “conmigo” la edición 2012 del UTMB- además de entrenador de corredores (coordina el Endurance Team) en su provincia, Córdoba. Afable, siempre está dispuesto a contestar cualquier duda de un corredor, cliente o colega en buen tono. La carrera de 42 km (2600 m DVA) tenía tres puestos de abastecimiento, lo que hace uno cada menos de 12 km que es lo máximo razonable que se puede pedir. En el puesto del medio había torta fritas, mate cocido (no boludo, ni uno ni otro estaban calientes, ¿Qué te crees que es esto, un Mediterranee?) y agua, en los otros dos manzanas, bananas, naranjas, frutas secas agua y barras de cereales. Nada para quejarse aunque si uno compara con Patagonia Run, queda muy corto y atrás, pero no por falencia de Estefanía sino porque Patagonia Run puso en la Argentina el listón muy arriba, a la altura del UTMB en calidad de puestos de abastecimiento, un nivel desconocido en el país. Patagonia Run es organizada por TMX, un grupo de corredores serios que organizaron la primera edición del The North Face (TNF) Challenge en Argentina. TNF es también quien patrocina el UTMB. Si bien TNF ahora pasó la organización de su carrera al Club de Corredores, TMX se quedó con el estándar de calidad que exige TNF y lo sigue aplicando. Esa es la razón por la que Patagonia Run y UTMB son como son: es el nivel que TNF exige a quien le organiza una carrera. Comparo Amanecer Comechingones con Patagonia Run y no con el Columbia Cruce de los Andes, que también está al nivel de la mejor organización posible, porque el Cruce es multietapa y esto la hace “competir” en otra liga. Sus requerimientos logísticos son infinitamente mayores y simplemente no pueden compararse con carreras de una etapa. Al cruce hay que compararlo con Sables, Racing the Planet o la Transalpina.
Tampoco había en Amanecer Comechingones la cantidad de personas de la organización que había en Patagonia Run, útiles en caso de un accidente. Ni había posta médica siquiera en la salida / llegada (si la había ni yo ni mis amigos la vimos y suele ser algo muy evidente). Finalmente, no me mandaron el track con lo que no pude hacer tabla de tiempos. El Club de Corredores o TMX siempre me lo mandan. La tabla de tiempos que yo hago con el Track (o la “data” altimétrica, que es lo mismo a estos efectos) no solo me sirve a mí, la usan muchos colegas pues tiene un mecanismo de adaptación al ritmo de cada uno. Y funciona. Y un detalle final: faltando días dijeron que la distancia exacta de la versión de 42 serían 43,5. Fueron 41,9 porque a último momento hicieron un pequeño recorte del que no avisaron. A mí esas cosas me parece que habría que evitarlas. Si hay que hacer una modificación, pues se avisa por mail a todos los corredores, caso contrario uno corre con una idea equivocada. Esto en modo alguno quiere decir que estuvo mal organizada, solo que tiene “room for improvement” (margen para mejorar). Yo la volvería a correr y no diría esto si me hubiera parecido mal organizada. Pero eso sí, si uno la va a correr hay que quedarse en El Durazno (lo que implica realizar las reservas cuatro o cinco meses antes de la carrera) e ir con auto. Inviable ir en micro.