Raid. (Del ingl. raid).
1. m. Prueba deportiva en la que los participantes miden su resistencia y la de los vehículos o animales con los que participan recorriendo largas distancias.
Esto dice el diccionario de la Real Academia Española como definición de “raid”. Una excelente elección de vocablo la que hizo el Club de Corredores porque la competencia cabe perfectamente en la primera acepción.
Esta carrera tuvo su primera edición en 2012 y ya entonces el paisaje y la cultura de los lugares donde tiene lugar me atrajo mucho, pero no pude participar ese año pues exactamente esos días estaba corriendo la Maratón des Sables en Marruecos.
Así que este año no quise perdérmela. Esencialmente consta de tres etapas con un total de 60 km. Dos etapas tienen lugar en la provincia de Jujuy y en 2012 la tercera se corrió en Salta. En este año 2013 tuvo lugar en el mágico San Pedro de Atacama, Puna de Atacama, o sea, Chile. Toda la región que va de Salta a la Quiaca forma parte de ese enorme plateau sudamericano que se conoce como Altiplano en Bolivia, Puna en Argentina y Puna de Atacama en Chile. El clima es desértico aunque con importantes variaciones dentro de esa enorme geografía. La cultura con fuertes huellas aymarás, el pueblo originario de las orillas del Titicaca.
Es importante comparar las etapas del año pasado con las de este año, por motivos que se irán comprendiendo al avanzar la narración. En 2012 la primera etapa fue en la provincia de Salta. Este año la primera fue en Jujuy, de Tumbaya a Purmamarca. Esta etapa resultó ser la que fue segunda el año pasado. En 2012 la tercera y última fue la de Salinas Grandes que este año fue segunda. Finalmente, la tercera en 2013 tuvo lugar como ya he comentado, en el norte chileno, cerca de Chuquicamata, mayor mina de cobre a cielo abierto del mundo.
Llegamos con Carina que me acompañó todo a lo largo de esta aventura pese a que ella no corrió, a Jujuy algunos días antes de la carrera pues ella es jujeña y quería aprovechar para ver familia. Luego nos dirigimos a Purmamarca donde tiene lugar la acreditación. Un día fuimos a pasear a la localidad de Tilcara, a una media hora de ómnibus al norte de Purmamarca y donde se puede visitar el famoso Pucará de Tilcara. El Pucará es una especie de versión modesta de Macchu Picchu, o sea, restos de una ciudad ya hace mucho deshabitada. A principios del siglo XX dos arqueólogos locales la restauraron con no demasiados errores, errores que hoy es fácil ver pero que por entonces no eran en absoluto evidentes. Pero el horror lo hicieron unos burócratas una vez fallecidos los arqueólogos. Para homenajear a ambos, construyeron una pirámide trunca de piedras y cemento, todo lo cual no tiene nada que ver con la arquitectura que realizaban las personas que allí vivían quienes nunca crearon ni conocieron estructuras piramidales y menos, conocieron el cemento. Los arqueólogos, pensaba yo, deben estar “remuriéndose” de ira por el absurdo homenajes que se les hizo alterando una ruina por ellos reconstruida con cuidado, con algo tan ajeno y foráneo. También en Tilcara encontré otra rareza hoy inhallable en el resto del mundo: un taller que reparaba máquinas de escribir.
Purmamarca es la población más próxima al famoso “Cerro de los Siete Colores”, un ícono de la Quebrada de Humahuaca. De hecho, está a menos de cien metros del pueblo. Al observar su increíble paleta cromática desde un mirador y teniendo como tengo una novia jujeña no pude menos que recordar aquella canción que dice:
Viva Jujuy, viva la Puna, viva mi amada
Vivan los cerros pintarrajeados de mi Quebrada
A medida que se acercaba la primera etapa las pequeñas calles de Purmamarca comenzaron a llenarse de miembros de la tribu corredora. Purmamarca es muy bonita pero claramente el turismo, que creció significativamente con la declaración de Patrimonio Cultural y Natural de la Humanidad por parte de la UNESCO que recibió la Quebrada de Humahuaca como un todo en 2003, la ha alterado y moldeado. En la plaza principal los puestos de venta de textiles ocupan sus cuatro lados. Son famosos sus tejidos de llama sobre todo pero también vicuña, guanaco y alpaca.
Todo comenzó en Tumbaya, un pueblo cercano al que nos llevaron en ómnibus. De los pueblos que conocí en la Puna, Tumbaya es el que me pareció más bonito y legítimo. Allí no hay turistas ni vendedores de textiles o artesanías. Nada de todo eso. Los cientos de corredores vestidos de marcianos con mochilas y botellas colgándoles del pecho, eran para los lugareños sin duda el evento más destacado del año. Los maestros habían llevado a todos los niños de la única escuela primaria para saludarnos. Nos alentaban con sus manitos y carteles. En la plaza central estaba la municipalidad que tenía un teléfono público, de por sí ya una rareza, y más aún ya que estaba en una cabina de madera de puertitas abisagradas, con vidrios biselados en los que podía leerse en arenado: “Entel”, la empresa de comunicaciones argentina otrora monopólica y que dejó de existir en los años 90, durante la presidencia de Carlos Menem. También había máquinas de escribir y archivos de fichas tipo “cardex”, las cuales leí con atención mientras esperábamos. Nadie nos impidió entrar a donde quisiéramos y yo aproveché la circunstancia para chusmear, pero no con ojos de chismoso, sino de cronista. ¿Se entiende la diferencia? La carrera había por azar juntado nada menos que a cuatro de los 18 veteranos argentinos de la Maratón des Sables, una de las carreras más difíciles del mundo. Eran Marcelo Rodriguez, compañero mío de varios Cruces de los Andes cuando era en equipos solamente, el pionero Alberto Beunza (Alberto fue el primer argentino ever en Sables, la corrió cuando los demás no sabíamos aún de su existencia ni Internet era cosa de todos los días para informarse), Alex Foresti de quien hablaré más adelante, y este servidor.
Largamos la primera etapa el 10 de mayo de 2013 de la plaza central de Tumbaya unos 410 corredores, 262 de ellos corriendo individualmente y los restantes en equipos. Fueron 21 km y terminó en la plaza de Purmamarca por lo que al cabo de la misma y luego de largas charlas con colegas al solcito de la tarde, cada uno para su hotel a bañarse.
El sábado se corría la segunda etapa en las Salinas Grandes. Mientras que Purmamarca está a unos 2700 metros sobre el nivel del mar (msnm), las Salinas están a 3410. Salinas es como llaman en Jujuy a lo que en Bolivia se llama Salar. Las Salinas Grandes de Jujuy (y Salta) son una gran extensión plana de unos 212 km2 de donde se extrae la sal de mesa con la que condimentamos todos los argentinos nuestros platos. Los salares están recibiendo estos años una especial y renovada atención: son ricos en litio, el material insustituible para la confección de baterías de bajo peso, como las que usan las cámaras fotográficas, linternas de cabeza, automóviles eléctricos, laptops e infinidad de otros artículos de alta tecnología. La zona como un todo, o sea, el salar de Uyuni en Bolivia, el de Atacama en Chile y Salinas Grandes y el del Hombre Muerto en Argentina (compartido por las provincias de Catamarca, Tucumán y Salta) posee, se dice, el 85 % de las reservas mundiales de litio. Así que si quiere hacerse una buena pila o batería “baratieli”, venga para esos lados. El salar de Uyuni en Bolivia es el mayor de todos y tiene una extensión de 12000 km2. Es posible verlo claramente desde un satélite.
Los salares o salinas son una superficie blanca, y plana como un plato de sopa, formado hace millones de años por la desecación de un lago de alto contenido en sal. La costra de sal tiene unos 30 cm en promedio y alcanza 50 en muchos lugares. La sal no se obtiene mediante el simple expediente de extraer trozos del piso con pico pues sería sucia, impura. Se cavan piletas rectangulares de unos 30 cm de profundidad que una vez llenas de agua salada terminan decantando en su fondo sal pura. Esto es lo que se saca y vende.
Sobre este “desierto blanco” corrimos la segunda etapa de 11,5 km nada más, luego de la cual los buses nos llevaron a Susques, localidad minera argentina camino a la frontera chilena a almorzar. Susques es el lugar habitado de mayor altitud (3896 msnm) al que se puede llegar por carretera asfaltada en la República Argentina.
Con el almuerzo empezaron los problemas que lamentablemente introdujeron nubes en el cielo de una carrera que hasta entonces venía luminosa como el mismísimo cielo de Jujuy. Demoramos 91 minutos (sí, los conté, yo cuento todo) en recibir la comida, tiempo que pasamos haciendo cola al sol, y consistió en un plato de fideos que podían estar a punto como pasados (mi caso) o semicrudos (el caso de muchos otros corredores). La ensalada no era tal sino tan solo lechuga porque el tomate se había acabado.
En total perdimos en este lugar dos horas que se podían haber ahorrado sirviendo una vianda fría en el mismo transporte. Y ahora viene lo peor realmente. El caos en la aduana argentina, en mi opinión por falta de previsión y coordinación con las autoridades migratorias por parte del transportista, la agencia de turismo “Slivia Magno” fue total. Demoramos más que en la chilena y eso que allí había que bajar todo el equipaje para escanearlo como indican las normas de ese país para evitar la introducción de la mosca de la fruta. La ruta 52 pavimentada en su totalidad de Purmamarca a San Pedro de Atacama pasando por Susques es tan nueva que no figura aún en Google maps, y pasa a no más de 15 km, tal vez menos, de Bolivia. En su punto más alto se alcanzan los 4886 msnm lo que hizo que alguno se sintiera algo mareado. Se construyó en los noventa y recibió el premio a la mejor obra vial de América Latina de su año. No me sorprende, es extraordinaria.
En todo el trayecto “Silvia Magno” no nos ofreció nada a bordo. Ni un tentempié (“snack”), ni un café. Chile está a unas seis horas de ómnibus de donde corrimos en Salinas Grandes por lo que llegamos ya entrada la noche. Nuestro bus llegó a San Pedro de Atacama las 21 hs y el último lo hizo a las 23. Teóricamente iba a haber una charla técnica que se canceló por motivos obvios, no daban los tiempos. Un chofer me dijo: “Hicieron los cálculos de tiempos viajando en camionetas 4 x 4, sin comprender que los tiempos de un micro de doble piso y 63 pasajeros son otros”. Creo francamente que hizo un buen resumen. Llegamos con apenas tiempo para comer y dormir pues la tercera etapa largaba el otro día a las 9 (siempre menciono horario argentino). Fueron 26,8 km en el desierto más seco del mundo, con paisajes hermosos y variados. El llamado Valle de la Luna (denominación no del todo original, hay por lo menos otro lugar con igual nombre en la provincia argentina de San Juan), los cañones por cuyas alturas laterales corrimos un buen tiempo para luego descender y continuar por el fondo mismo del cañón, todo fue muy bonito.
Terminada la etapa, gozamos de un almuerzo otra vez servido por la organización esta vez impecable en cantidad, variedad y rapidez. Una de las cosas que más me gustó del almuerzo, un arroz bien condimentado y con pollo acompañado todo de ensalada, esta vez de tres verduras, fue el pan. Yo amo las hallullas chilenas –así se llaman sus panes redondos, chatos y sabrosísimos- tanto como amo las sopaipillas del hermano país trasandino.
Vino luego la entrega de premios, ya le contaré el que yo recibí cuando entre en la parte deportiva del relato, baño en el hotel y al playón de estacionamiento para subirse al bus para volver. No tuvimos tiempo ni para salir de paseo a sacar fotos por San Pedro de Atacama un pueblo con fama en el mundo entero por su belleza y su cultura asociada al desierto. Haber llegado tan lejos para no poder ni salir a la tarde a tomar una cerveza, conversar y sacar fotos es como no haber ido.
Y aquí vino otro error de Silvia Magno. En lugar de liberar los buses a medida que se llenaban como le pedí yo el día anterior que hiciera y como le pidió también Sebastián Tagle que por supuesto pesa mucho más que yo en esto pues yo soy solo un corredor más (bueno, Berni, no seas tan modesto…) y Sebastián es el Director de la competencia y del Club de Corredores, entidad que la organiza. Pero luego de decirnos a ambos que lo haría de este modo, terminó liberando los buses solo cuando estuvieron llenos con los pasajeros que habían traído, lo que obligó a los que corremos rápido a esperar horas al corredor más lento del ómnibus, colega que por supuesto no debe ser culpado de nada, es claro.
El retorno de San Pedro de Atacama a Jujuy fue un calvario como el sufrido en la víspera. Doce horas para los que íbamos a Salta, que una vez más Silvia Magno no creyó necesario alivianar con alimento o vianda alguna. En un momento el chofer paró en un YPF full donde no había sánguiches, solo paquetes de galletas. Y para comprar eso había colas de 90 min. Luego de charlarlo con otros pasajeros tomé la palabra y les pedí a todos amablemente que por el bien común dejáramos el YPF full y nos subiéramos al micro. Todos menos uno entendieron que eso era lo mejor para todos. Un egoísta que nunca falta aprovechó que la cola se achicaba y se quedó solo comprando, demoró unos 25 minutos que todos pagamos llegando tarde a nuestros destinos. Si lee estas líneas y es probable que lo haga porque mi lista de distribución consta de casi 300 corredores que a su vez comparten el texto con amigos, si lo lee, decía, sepa que lo considero un miserable incapaz de trabajar en equipo en una carrera, en un bus, en el trabajo o en la vida. Y que al adjetivo miserable puede añadirle otros que no escribo por respeto a las damas y menores que leen estas líneas. Cabronazo hijoeputa.
Vamos a los números deportivos de la carrera. Fueron 60 km que corrí en 6.40.50 lo que significa 1,04 % de error respecto del pronóstico de 6.45 que yo había preparado y que había hecho público antes de la carrera. El día que den premios al que mejor planifique, gano todas las carreras. Uno por ciento de error en una carrera de desierto jamás corrido por mí, con desnivel, altitud, etc…
Mi diferencia con Alex Foresti, amigo que ganó en la categoría fue de 3.41 minutos o sea 0,9 % o apenas 570 metros a la velocidad promedio de toda la carrera. Lo que en modo alguno disminuye la victoria de Alex, pero muestra lo ajustada que fue. Hubo mayor diferencia entre el primero y el segundo en la general. Y cabe además hacer notar que yo estoy en la categoría 55-59 y Alex en la 50-54, pero ambas categorías fueron unificadas en esta carrera (no cuestiono esta decisión de la organización, es la correcta en carreras de este tipo, donde no hay demasiados en cada categoría de cinco años). El hecho es que yo competía con alguno que tienen hasta cinco años menos que yo. Salí segundo de 38 en la categoría lo que da 5,2 percentil. Y 21 de 262 en la general lo que da 8 percentil en ese grupo. Alex me sacó cinco minutos en la primera etapa que yo disminuí a apenas dos luego de la segunda. En apenas 11 km que duró la segunda etapa recuperé mucho terreno. Esto me dio entusiasmo para el combate final que se avecinaba y la tercera etapa adquirió interés pues nada estaba escrito en piedra aún. Pero vi mi carrera escaparse de mis manos cuando en el kilómetro siete de la etapa de San Pedro de Atacama, Alex me pasó corriendo una cuesta de arena de 15 grados en la que yo solo pude caminar. Entonces comprendí que no ganaría.
Yo ya hablé una vez de mi amigo Alex Foresti a quien le dediqué un mail especial de mi “newsletter” (nombre un tanto grandilocuente para cotilleo con amigos). Es de muy lejos el mejor corredor de desierto del país, tienen creo más kilómetros de desierto corridos que los dos que le siguen sumados. Es tal su mimetismo en este terreno que estoy seguro se nutre de arena, de cardones y de viento seco. Ese paisaje que los demás consideramos bonito pero hostil, es para él su casa casi. Así que perdí con el mejor y con un grande. Un hombre de arena es Alex “Sandman” Foresti.
Agrego aquí una foto que le tomé a dos corredores hasta ahora desconocidos para mí (Daniel Molinari y Alejandro Guevara) porque me parece que transmite con fuerza la idea de colaboración entre dos amigos que corrieron juntos. Ellos no eran equipo, como muestran sus dorsales diferentes, sino dos cuates que corren muy parejo.
Ya mencioné algunos errores de la empresa “Silvia Magno”, transportista. Agrego dos más:
1 A muchos corredores les cobraron 150 pesos argentinos por cabeza para llevarlos del aeropuerto de San Salvador de Jujuy a Purmamarca. El transporte nunca apareció pero no se sintieron obligados ni a pedir disculpas ni devolvieron el dinero durante la carrera o por su iniciativa. Justo es decir sin embargo, que cuando lo reclamé para algunos corredores afectados, les hicieron el reintegro. Finalmente, note que cobraron 150 pesos por persona por trasladarlos en un ómnibus. Los corredores terminaron pagando 250 por pareja para ser llevados en taxi privado. O sea, un precio excesivo.
2. En Purmamarca nos recomendaron un hotel, el Bebo Vilte, que no puede ser descrito más que como “pocilga”. El baño tenía olor siempre y además no lo limpiaban ni dejaban cepillo para que lo hiciera uno. La luz era de burdel, el cuarto diminuto y no había cortina en el baño. Las paredes son de ladrillo colocado “de canto” por lo que se escuchaba todo lo que hablaban en otras habitaciones. Sí, lo que hacían también, pero nadie lo hace la víspera de una carrera. Para completar, costaba lo mismo que hoteles mucho mejores y apenas 30 % menos que el mejor hotel de Purmamarca, ese sí, un lugar para gente como uno.
¿Cuáles fueron los errores de la organización propiamente, del Club de Corredores?
1. Los de Silvia Magno, porque se delegan tareas pero no responsabilidades.
2. El almuerzo del que ya he hablado
3. El haber incluido una etapa a 6 hs de bus de las Salinas y 8 de Purmamarca. Aún si Silvia Magno hubiera sido una empresa eficiente, igual habrían sido un sufrimiento los interminables viajes en bus ambos días para no tener tiempo ni de pasear por San Pedro de Atacama.
4. El haberse quedado sin medallas para los últimos corredores. Esto es inexplicable. Si uno sabe que correrán 410 personas pues se requieren 410 medallas (alguna de más por si se rompe alguna ya que eran de cerámica). Pero no había ni 410.
5. El entregar medallas sin indicación del año. Esto se hace obviamente para usar la misma medalla todos los años y abaratar el costo produciéndolas de a miles. Pero no queda bien. Los corredores queremos una medalla de la edición que hemos corrido, no una “genérica”. Patagonia Run cometió el mismo error, se lo hice notar, prometieron corregirlo para el año que viene. Espero que aquí ocurra lo mismo. Dicho sea de paso, el que la medalla sea genérica hace aún más incomprensible el error del punto anterior pues si se usan siempre las mismas, ¿cómo puede ser que no haya habido suficientes?
¿Y qué cosas hicieron mal los corredores?
Varias, que paso a relatar. Porque no fueron solo el Club y Silvia Magno que se equivocaron.
1. Al finalizar la primera etapa, el Club decidió hacerlo que hace mucho no hacía, chequear que los corredores estuvieran llevando los elementos obligatorios que el reglamento claramente nos exige a todos. Decenas tuvieron al menos uno y muchos más de uno, elementos faltantes. O sea, habían hecho trampa.
2. Dos corredores de los que se sabían en infracción, al notar el control se escabulleron “silbando bajito” por el espacio entre rejas para no ser controlados. Uno fue visto por Carina antes de que yo llegara, al otro lo vi yo mismo. Esto no puede atribuirse a la organización que no es policía. No pueden cerrar el corral como una prisión. Yo considero a los que estuvieron en esta situación aún peores que los que están en el grupo 1, que al menos pagaron con una penalización de dos minutos por ítem faltante. Penalización que, dicho sea de paso, yo creo que es generosa de más, pues es tan poco en el tiempo de un corredor medio –que demora unas 10 hs total en esta carrera- que es como si la municipalidad cobrara cinco dólares las multas por circular contramano o pasar un semáforo en rojo. Penalizaciones tan bajas, alientan a los tramposos. Además, se debió haber indicado en los resultados publicados en el sitio de Internet del Club, quien fue penalizado y quién no. Se puso en cambio el tiempo final, o sea incrementado en la penalización pero sin indicar si ese tiempo fue corriendo o suma de carrera y penalización. No somos todos iguales ni me parece bien que se nos mezcle.
3. El almuerzo para el que hubo que hacer 91 minutos de cola no fue igual para todos. Algunos corredores se colaron fingiendo ir al baño, que quedaba ubicado al lado del ingreso al comedor o simplemente poniéndose a charlar con un amigo que se encontraba mucho más adelante en la cola. Finalmente no faltó quien entró por la cocina porque “yo tengo amigos en la organización” (sic)
4. En la primera etapa había una cuesta que se subía haciendo un zigzag muy cerrado, de muchas vueltas. Es claro que si se baipaseaba el zigzag encarando la ladera en forma directa, se ahorraban varios minutos, pero eso es trampa. Varios lo intentaron y como Sebastián Tagle estaba en la cima, a los gritos los mandaba hacer lo correcto. Casi todos lo obedecieron. Uno no solo desoyó sus tres advertencias sino que lo insultó con un gesto. Es claro que Sebastián le aplicó una multa importante en tiempo, como debe ser.
5. Luego de la primera etapa, estábamos charlando en un banco de la plaza con Sebastián de bueyes perdidos cuando se le acercan dos corredores. Uno pretendía que le eliminara la penalización de cuatro minutos recibida por no cargar elementos obligatorios, y lo hacía usando argumentos sin sentidos, todos ellos patéticos. Otra chica se le acercó esperando le permitiera correr el segundo día sin los elementos obligatorios. Ambos, claro, se fueron frustrados. Pero lo increíble es que haya corredores que pidan estas cosas.
Los atletas nos creemos integrantes de una cofradía diferente al resto de la humanidad. Más solidaria, más respetuosa del otro, de las normas. Creo que las personas que están en alguno de estos cinco grupos demuestran que tenemos tantos defectos como los sedentarios. Como dije más arriba, mis textos terminan dando tantas vueltas que seguro estas líneas terminarán siendo leídas por alguno de los corredores que hicieron alguna de estas cosas. Yo sé quiénes son porque de los que no conocía tomé número de corredor y lo busqué en la clasificación. Pero pueden ellos estar tranquilos, esa info muere conmigo.
¿Vale la pena correr el Raid?
Si se mantiene la etapa en San Pedro de Atacama, no, definitivamente mi recomendación es que deje pasar. Pero si se vuelve al formato del año 2012, que es lo que seguramente hará Tagle, sí. En 2014 San Pedro de Atacama será sustituido sea por Salta o por otra etapa en Jujuy. Mi consejo es que si los servicios de transporte siguen siendo de Silvia Magno se asegure de que habrá viandas en los transportes. El problema que cometió el transportista en la aduana o al no sacar los buses cuando se llenaban, deja de existir si no se cruzan fronteras por lo que eso se arregla solo. Pero Silvia Magno no tiene sentido de la responsabilidad sobre sus servicios ni don de mando para hacer que la gente haga lo que tiene que hacer. Por ello, si esa empresa sigue a cargo de los servicios terrestres yo pensaría dos veces mi participación en el Raid.
Salvados estos temas, definitivamente recomiendo el Raid. Particularmente para quienes se inician en la carrera de aventura y aún ven al Columbia Cruce de los Andes como algo más allá de sus posibilidades, pues el Raid es un Cruce chiquito. Todo igual pero en lugar de 90 km son 60 y se duerme en hotel y no en carpa. Para los duros de Uds., los que han corrido La Mision, Patagonia Run, UTMB, TDS, Sables, para esos colegas pues es menos atractivo. Pero para todos ofrece la oportunidad de asomarse a una cultura de desierto y con fuertes huellas indígenas y bolivianas que desconocemos en Buenos Aires
Llegamos a Salta a las 3.30 de la mañana. Allí teníamos reservado el Alejandro I, el mejor hotel de Salta y un excelente hotel. En mi ya algo lejana juventud yo consideraba el confort que ofrecen estos hoteles como vicio burgués de viejo choto. Tal vez porque me he ido convirtiendo en uno, hoy pienso que lo más parecido al foyer de uno que por supuesto es irreemplazable, es un lugar como el Alejandro I donde el mármol es mármol, y los escones, escones.