Diez años ya. Diez años repitiéndose en las sierras de Tandil una de la etapas del Circuito Merrell. Parece mentira. (lo que parece mentira es que podamos seguir corriéndola, luego de tantos años). La fiesta empezó en realidad la tarde anterior en la “expo” y luego continuó en todos los restaurantes de la ciudad, “tomados” por la tribu corredora. Una tribu esta, que se diferencia de las que siguen otros deportes. Aquí nadie termina la noche orinando portales ni caminando en temibles patotas que causan el comprensible escozor de los vecinos. Los corredores bebemos poco alcohol en general, y nada en la víspera de una carrera como esta. Tallarines y agua mineral, fue, con mínimas variaciones, el menú que los mozos tandileros sirvieron dos mil veces.
Sí, dos mil corredores juntó esta carrera -28 kms de sierra- este año, más que los 1500 del año pasado, más que los que juntó nunca antes. Puede haber sido la saludable moda por la carrera a pie que ha invadido el país y seguramente juega un rol también, el que esta debe ser la carrera con más hermoso escenario de todas las que se pueden correr sin alejarse demasiado de Buenos Aires. Y la apertura desde hace ya algunos años a nuevas modalidades -se podía correr en equipo o individual o en postas- también suma público.
Se larga desde un hermoso portal renacentista en la base de un cerro en el frondoso Parque Independencia. Yo me sentía un castillo de Baviera, pero admito que sufro de imaginación frondosa. En cualquier caso, era lindo.
Carrera “traicionera” si las hay, porque cuando uno cree estar en la cima, divisa allá abajo la ciudad y supone que no habrá más subidas, quedan todavía tres o cuatro nada fáciles. Pero carrera hermosa precisamente por esas vistas y por esas laderas pedregosas. Todo terminó, cual misa pagana que se repita año a año, con un gran almuerzo en el mismo parque del que partimos, almuerzo que el de arriba acompañó, como siempre, (Dios es corredor ¿tiene dudas?) con un sol grato y sin retaceos. Daba gusto ver ese mar de camisetas rojas –tal el color que eligió Merrell este año- charlando, alongando, compartiendo anécdotas.
Quien ganó no lo sé y aún es temprano para consultarlo en Internet. Y además, poco importa. Ganar ganamos todos porque en este deporte, como bien dijo una vez un cronista de La Nación (yo sería incapaz de robarle la autoría de tan notable frase), este es el único deporte donde el primero recibe premios, y el último recibe aplausos.
¿Qué si aproveché para comprar los famosos salames tandilenses? ¿Se refiere Ud. a esas formas cilíndricas conteniendo miles de moléculas de glúcidos saturados de origen animal? Claro que no. Vade retro, Satanás.